El pasado domingo, Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la CDMX, insistió nuevamente en que México está listo para que una mujer dirija al país. Y así debiera ser, porque la mujer mexicana tiene una gran capacidad de trabajo y de obtención de resultados, como lo ha demostrado en las distintas tareas o campos en los que se desarrolla, ya sea político, económico, cultural, deportivo o social, a pesar de todos los obstáculos con los que se tiene que enfrentar.

Una mujer al frente de México, no solo podría potencializar el crecimiento y desarrollo, sino que tendría el deber ético de darle un lugar fundamental en las políticas públicas del país, a los asuntos que apremian a las mujeres. Madeleine Albright, la primera mujer en convertirse en secretaria de Estado en E.U. en 1997, decía que, “las mujeres que tienen voz, y un asiento en la mesa de la toma de decisiones, necesitan ayudar a las que no la tienen”. No ha habido a la fecha ningún presidente en México (todos hombres), que haya enfrentado con efectividad la exclusión y la inequidad general que viven las mujeres. Se han ido ganando mejores posiciones a partir de la lucha organizada de las mujeres en la sociedad civil.

Y en ese sentido, una mujer en el máximo cargo público del país podría ser un catalizador para superar el sistema de creencias y valores en México que han entorpecido la resolución de los problemas que afectan a las mujeres, empezando por la seguridad personal (por violencia de género) y, en segundo lugar, la seguridad económica. Y es en este segundo tema, en el que me quiero enfocar.

Un obstáculo fundamental con el que nos enfrentamos las mujeres en el país, es el rezago en las oportunidades laborales que limitan nuestras posibilidades para alcanzar seguridad económica, y poder tener un mayor desarrollo personal y profesional.

Las mujeres representamos el 52% de la población del país. Este lunes, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, declaró que una mayor participación laboral de las mujeres impulsaría al PIB. Actualmente, la participación de la mujer es de solo 43.6% del total que podría laborar, frente al 75.6% de los hombres. Si se lograra que el 50% laborara, el PIB potencial se incrementaría en 0.4 puntos porcentuales. Y si el aumento de participación fuera de 60%, el PIB podría crecer hasta 1 punto porcentual.

En el estudio del IMCO de 2021, sobre “Cómo alcanzar el potencial de México y la participación de la mujer en la economía”, se destaca que las mujeres llegan a ser más productivas que sus contrapartes masculinas, hasta en un 10%. Razón suficiente para fomentar la urgente equidad e inclusión de la mujer como precursora de las actividades económicas del país.

Pero, ¿cuáles son las condiciones actuales de la mujer mexicana en la economía?

  • Las mujeres indígenas y de localidades rurales son las más afectadas por las desigualdades. A la falta de oportunidades por su origen social y étnico, se suma la problemática de género. Tienen grandes dificultades para acceder al mercado laboral.
  • La brecha salarial entre hombres y mujeres en el empleo formal es de 12.2% en 2021, según la Comisión Nacional de Salarios Mínimos. Indicadores del IMSS muestran que mientras que el salario promedio de los hombres afiliados es de 462 pesos, unos 13 mil 860 pesos al mes, el de las mujeres está en 402 pesos, (unos 12 mil 60 pesos mensuales).
  • Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi 2021, las remuneraciones de las mujeres ocupadas en México representaron una derrama para la economía de 5 mil 345 millones de pesos diarios, frente a la de los hombres, que es de 9 mil 812 millones de pesos (84% mayor), lo que se explica por un menor ingreso en promedio de las mujeres que laboran menos tiempo y tienen una menor participación en el mercado laboral.
  • Las mexicanas, incluyendo a directivas empresariales, dedican un promedio de 23.6 horas a la semana a actividades no económicas, es decir, a tareas en el hogar o de cuidado familiar, mientras que en los hombres es de apenas 7.2 horas a la semana. (WeConnect International, septiembre, 2021). En la pandemia, las mujeres dedicaron en promedio 4 horas adicionales al cuidado familiar. (El Economista, mayo, 2022).
  • De acuerdo con el informe Cerrando brechas de género en el mundo del trabajo, del Banco Interamericano de Desarrollo, 2021, se señala que existe una penalización laboral por ser madre. Las mujeres madres presentan una disminución de 5.5% en sus tasas de ocupación y de 6.3% en su ingreso real por hora, con relación a las mujeres que no tienen hijos.
  • En comparación con 2018, menos mujeres tienen acceso a un producto financiero como efecto de la pandemia, según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera de 2021, aunque sean más cumplidas en el pago de sus créditos con la banca, y tengan menores niveles de morosidad que los hombres (Comisión Nacional Bancaria y de Valores).
  • Además, sólo 33% de las empresarias mexicanas obtiene financiamiento de un banco (en el caso de los hombres, es de 41%), por lo que la mayoría tiene que depender de préstamos familiares y cajas de ahorro popular. Hay una brecha de género en el sector financiero, el 61.9% de mujeres cuentan con productos financieros, frente al 74.3% de los hombres (INEGI).
  • Las mujeres tienen grandes desventajas en el sistema de pensiones, por ejemplo, si dejan de trabajar temporalmente para cuidar a sus hijos o una persona enferma en el hogar, pierden sus semanas de cotización.
  • Las mujeres pagan 42% más en la prima de un seguro de gastos médicos mayores frente a los hombres, entre otros, porque se considera que están más expuestas a perder sus activos por un embarazo, por una separación o divorcio. (Comisión Nacional de Seguros y Fianzas).
  • En las 35 empresas más importantes de la Bolsa Mexicana de Valores la participación de mujeres en consejos es tan solo cercana al 10% (y de 2.2% para consejeras independientes). Varios estudios demuestran que las empresas con mayor equidad de género en sus consejos tienen mejores niveles de rentabilidad y retorno que sus pares.

En este contexto, si a México lo gobernara una mujer, podrían abrirse las posibilidades, no para gestionar concesiones de género, sino para, sin prejuicios y atavismos, reconocer el valor integral de la contribución de la mujer, por sí mismo y por mérito propio, a la actividad económica en el país, más allá del hogar y los cuidados familiares; y se apoyaría entonces desde el poder público a las distintas facetas de participación de la mujer en la sociedad. México sin duda, podría aspirar a ser un mejor país, en su conjunto.

En México prevalece la distorsionada mentalidad de que mientras los hombres son “pollos”, las mujeres solo somos “pollitas” (Enrique Quintana, El Financiero, 24 mayo, 2022). El 2024 es una gran oportunidad para que las mujeres capaces y dispuestas a responsabilizarse por el crecimiento y desarrollo del país, sin distinciones de ningún tipo, contiendan por la presidencia en el país, y por primera vez, haya una mujer presidenta. México podría integrarse a la historia mundial en la que varias líderes han dirigido exitosamente el destino de los países que han gobernado.