El universo político nos ha enseñado muchos aspectos para saber distinguir entre un proyecto de transformación o el retorno al pasado de la corrupción. Desde este espacio de opinión, como millones de mexicanos que representamos la inmensa mayoría, votaremos por la causa lopezobradorista. Recuerdo que, la primera vez que lo hice, fue en aquel 2006, fecha que quedará grabada en la memoria a partir de que se enunció el resultado preliminar entre López Obrador y Felipe Calderón. De hecho, se aportaron pruebas contundentes del fraude electoral que perpetró Vicente Fox, así como otros actores que, en su momento, fueron cómplices de la manipulación y el desaseo en las urnas. Además de ello, sabemos, los números no cuadraron en el escrutinio final y, ante la ignominia, se gestó el robo presidencial más grande en la historia de México, después de lo que pasó con Carlos Salinas de Gortari.

En ese momento, recuerdo, se valieron de las instituciones para llevar a cabo el fraude electoral. Aun así, la resistencia pacífica siguió su curso con la consagración de un referente político como Andrés Manuel López Obrador. Esa es la verdadera esencia de este movimiento. Hablo de la lucha social por la democracia y todo lo que tuvo que pasar para el despertar de las conciencias. Siempre, desde que he tenido la oportunidad de tomar decisiones en las urnas, he estado convencido de lo que representa la izquierda para el desarrollo del país. Por esa sencilla razón, voté por AMLO en tres ocasiones consecutivas (2006, 2012, 2018). Evidentemente, queda claro, mi voto, como el de millones de mexicanos, será para la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum.

Una de las principales razones para el voto masivo por Morena, es por el proyecto de transformación que encabeza el movimiento. La forma de constatar ese hecho, en definitiva, ha sido el paso del presidente López Obrador en este sexenio que, por cierto, está por finalizar. Y no solamente eso, sino las políticas públicas que implementó con el apoyo del legislativo federal. Recordemos que, de manera paralela al quehacer del mandatario, el legislativo hizo lo suyo al aprobar una lista enorme de leyes y reformas constitucionales que, por mucho, son la base y el principal sostén del desarrollo en el país. Ricardo Monreal, desde el Senado de la República, hizo posible lo imposible. Es decir, sacó adelante todas las propuestas e iniciativas del presidente que, tratándose de puntos prioritarios, destinó toda la capacidad para alcanzar consensos.

Por ese motivo, es fundamental que siga el proceso de transformación de la vida pública del país. Hay, queda claro, una diferencia abismal entre lo que representa un proyecto y otro. En ese sentido, la derecha ha modificado, con tintes electoreros, la narrativa de los programas sociales. No hace falta ser tan suspicaces para darnos cuenta de que ellos, por mucho, son enemigos del apoyo a los más necesitados. En varias entrevistas, la propia Xóchitl Gálvez ha dicho que ese tipo de ayuda tiene que ser temporal. De igual forma, los mismos asesores de la abanderada del Frente, ante la opinión, han mencionado que se tendrá que revisar quién debe ser merecedor. Y qué decir de Vicente Fox, un conservador que, sin tapujos, dijo que esos programas son para huevones. Eso refleja el grado de desigualdad que tienen.

Dirá la derecha que es pura publicidad, pero hay evidencias, entrevistas y charlas con los medios de comunicación donde Xóchitl Gálvez ha mencionado que no está de acuerdo con los programas sociales. Tuvo que corregir y modificar su lingüística por las críticas que recibió. Lo hizo por estrategia. Lo que sí es verdad, no hay duda, es la concepción de la privatización que, sabemos, es una bandera que ondea el PRIAN en cada uno de sus discursos. Si elaboramos una lista de los recursos que privatizó Felipe Calderón y Peña Nieto, sería infinita.

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Caso contrario, el presidente López Obrador ha dado una demostración de qué el poder público es, simple y sencillamente, un instrumento para ayudar, especialmente, a los sectores más vulnerables del país. Tenemos muy claro que, hoy por hoy, Claudia Sheinbaum dará continuidad y, de paso, profundizará las políticas públicas con gran sentido de responsabilidad. Ella, sin duda, está lista y preparada para tomar el cargo que dejará vacante el mandatario federal. Así que, como ocurrió en 2018, Morena ganará la elección presidencial y, de paso, entre 7 u 8 gubernaturas que estarán en juego. Y no solo eso, sino también será mayoría en ambas cámaras legislativas, donde se gestan los mecanismos para seguir transformando al territorio nacional.

Por eso están tan desesperados en la oposición. Han llegado al grado, fiel a su estilo, de maquinar información y mentir. Por ello, vivimos momentos claves de definiciones políticas. Claudia Sheinbaum llegará a la presidencia de la república con una participación muy nutrida de la sociedad en las urnas. Hablamos de un apoyo para la abanderada de Morena que rondará entre el 53 y 55%.

Y como reina el ambiente de triunfo, hay que salir a votar. Ya lo dijo el propio Ricardo Monreal, uno de los precursores y pieza clave del engranaje de Sheinbaum: el 2 de julio, voto masivo para Morena. En mi caso, por congruencia y por convicción, votaré 5 de 5 por la coalición Seguimos Haciendo Historia.