San Francisco, Ca., julio de 2025. Hay un ambiente de incertidumbre en la vida cotidiana de las y los inmigrantes hispanos o latinos en estas tierras californianas, debido a las acciones de represión y criminalización que ha ejercido el gobierno de EU hacia quienes se encuentran en condición migratoria irregular o contra ciudadanos que protestan, aunque su condición no necesariamente sea de ilegalidad.

Aquí la vida es incierta, de sombras, casi de inexistencia para ellas y ellos. No hay nada seguro para nadie en la actual coyuntura política y social de la segunda época trumpista (2025-2029). El “american way of life” es una amarga pesadilla. Lo mismo se ejerce la represión en contra de “presuntos ilegales” que de ciudadanos solidarios con las y los inmigrantes. Nunca había sido tan difícil vivir en estas comunidades y sitios fundados por antepasados hispanos.

Aunque la gente no ha reportado redadas ni retenes de la policía migratoria en esta ciudad del norte de California, sí se observa movilización policiaca en las zonas llamadas de alto riesgo, ahí donde habitan las calles los “sin hogar” (homeless).

La población afirma que las acciones represivas tienen bases discriminatorias, clasistas y racistas, no constitucionales, y que éstas se han dado, principal y lamentablemente, en la zona cercana al downtown de Los Ángeles. Sin embargo, también se han tenido reportes de uso excesivo de la fuerza en Ohio, Texas, New York, Chicago y Florida, y en todas las ciudades fronterizas. Actos de represión policiaca o de grupos especiales que circulan con intencionalidades políticas y psicológicas por TV nacional y local o por redes sociales digitales.

La vida sigue su curso en California, pero con miedo. Aquí, la mayoría de las y los empleados son hispanos o latinos, orientales o asiáticos, negros y árabes. Es raro ver que el trabajo físico y operativo o de menor rango en las empresas sea realizado por blancos o anglosajones.

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Con todo y la situación en contra, cada día es más evidente que el motor de la economía y el comercio o los servicios en este país norteamericano está a cargo de inmigrantes o herederos de inmigrantes de segunda o tercera generación.

En el día a día, ellas y ellos son los que sacan adelante el trabajo en las granjas, campos agrícolas o sembradíos; en las labores de limpieza y jardines públicos o privados; en los aeropuertos, tiendas, parques y centros comerciales; en la industria productiva manufacturera, en empresas de alimentos, en la farmacéutica, los servicios de salud o en el turismo, o en la industria de la construcción, entre otros giros.

También las y los empleados del gobierno federal cuentan historias de su condición inicial como inmigrantes en esta nación. Porque las y los latinos están en todos los ámbitos de la vida pública y privada: en escuelas y centros deportivos; en posiciones de liderazgo o como propietarios de empresas pequeñas y medianas; en corporaciones policiacas o como burócratas de todos los rangos y niveles de la vida laboral.

Este país no sería la potencia económica, comercial, política, cultural y militar que es, hoy, sin la presencia y participación de las y los inmigrantes que provienen de todas las naciones. ¿Por qué atacarlos, señalarlos o despojarlos de sus derechos? ¿Cuál es la rentabilidad política para los conservadores de derecha al realizar estas acciones o programas de fuerza represora y autoritaria en contra de esta población?

Más de 40 millones de mexicanas y mexicanos que radican en Estados Unidos no son fantasmas. Por ello y por decir lo menos, es incongruente y desenfocado el accionar del gobierno de Trump en contra de los inmigrantes y, en especial, el exagerado o desmedido maltrato hacia las y los latinoamericanos o hispano hablantes.

Reflexionemos por un momento ¿de qué origen son los productos que consume el pueblo estadounidense? De diferentes países de Latinoamérica y el Caribe, de Vietnam, Camboya, Marruecos, Turquía, China o Paquistán, entre otras naciones que están a cargo de la maquila barata. Y aun cuando hay intensidad tecnológica en la producción de bienes y servicios que se consumen en EU, es decir, en la economía y el comercio, ello no significa que el grueso de la clase trabajadora sea desplazado por las modernas relaciones de trabajo.

En un contexto histórico de despojo del territorio, la gente en California ha votado por las y los candidatos del Partido Demócrata en elecciones locales y federales durante las últimas décadas. Un partido que es levemente menos conservador que el Partido Republicano, hoy en el poder del gobierno federal. Ello puede ser una causa para que el gobierno actual dirija acciones en contra de las y los inmigrantes en este estado de la unión americana que, paradójicamente, está hecho de tradiciones y orígenes hispanoamericanos.

La pesadilla para las y los inmigrantes durará tres y medio años más. La resistencia y la lucha social solidaria constituyen el único camino que les queda para sobrevivir, continuar el sueño y tener una vida digna. La lucha que viene cuenta con varios frentes y estrategias. Una de ellas, esperanzadora, es la lucha legal y la defensa de los derechos humanos que enarbolan innumerables colectivos de la sociedad civil de EU, que se ubican en estados santuarios.

La fuerza pública y el uso de instituciones públicas para justificar los instintos raciales y discriminatorios de Trump son los elementos que éste tiene a su favor, pero no le asisten la razón, el ejercicio de la justicia, ni la preservación de los derechos humanos. Estos últimos no son ni serán los sellos de su administración.

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