“Si no les encuentra solución, le destruirán rápidamente.”

“La educación es una desventaja en estos días.”

“Ahora hombres, he visto basureros más limpios.”

“La dureza es la cualidad de la mente, como el valor, la honestidad y la ambición.”

Sidney Poitier, Christian Roberts y Judy Geeson; ‘To Sir, with Love’

Tiene razón López Obrador al decir que su homónimo de apellido, López-Gatell, es un maestro y es un ejemplo. Maestría en mentiras y en engaños. Maestría en adulación, al grado de decir “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.

Rol a seguir, si lo que se quiere perfeccionar es la mediocridad o demostrar cómo se puede tirar una carrera por la borda para convertirse en un remedo de científico, dispuesto a sacrificar miles de vidas con tal de mantenerse en el ánimo del presidente.

Así que sí, demos un aplauso a quien logró poner a México en el candelero de los peores lugares para enfrentar al covid. En el deshonroso primer lugar en personal de salud muerto por la pandemia y entre los primeros cinco con mayor número de muertos de su población en general. Y eso, tomando la cifra oficial de más de 230 mil muertos. No pensemos, al menos no por ahora, en datos reales.

Llamar maestro al subsecretario que dijo que el cubrebocas daba una sensación de falsa seguridad, cuando está demostrado cómo ayuda a disminuir el contagio, es irresponsable y criminal. Pero no hay hay sorpresa ahí de parte del presidente AMLO.

Decir que López-Gatell “enfrentó la incomprensión de nuestros adversarios, soportando agravios y majaderías” es no entender que la pandemia no es una cuestión de política u opositores, sino un azote que golpeó a todo el país, donde los únicos agraviados son los miles de muertos, sus deudos y todos los que de una u otra forma sufrieron las consecuencias del covid.

Majadero fue López-Gatell al preferir no hacer las pruebas de detección a tiempo y permitir que lo que era el seguimiento serio de la pandemia se convirtiera en un cotorreo en sus conferencias vespertinas, donde lo único destacable era que podía hilar de forma seguida tres frases continuas. Pero pareciera que para ello se le contrató.

AMLO insistió en decir que López-Gatell “informó, orientó y nunca ocultó información sobre la pandemia.” Ojalá que alguien le informe al presidente sobre las mentiras de su subordinado; todas ellas se fueron desmoronando con el paso del tiempo.

Desde decir que sería citado por la OMS como uno de los estrategas claves del esfuerzo mundial anticovid, pero constatar que nunca nadie lo llamó. El engañar a todos al tener como parámetro el número de pacientes hospitalizados, cuando la medición aceptada y pedida por la OMS era en número de infectados o posibles infectados del virus. Hasta las provocaciones y bravatas de Gatell al no contestar de forma honesta a los cuestionamientos realizados por periodistas serias como Peniley Ramírez, sin olvidar su misoginia en el trato. Todas expresiones y acciones muestra de su desaseado tratamiento y nula estrategia en contra de la pandemia. Se va el maestro, pero nos quedó a deber la explicación sobre la efectividad de la vacuna Cansino con la que inocularon a los profesores en todo el país. Muy grave.

Nadie puede estar contento con el trabajo de López-Gatell, aunque así lo diga López Obrador. ¿O hay alguien que confíe en el semáforo epidemiológico? Tal vez sí; de acuerdo al nivel del alumnado, la maestría de los docentes… De acuerdo a la última encuesta publicada en el financiero, 49% de la población califica de buena o muy buenas las conferencias vespertinas del Pulso de la Salud. Ya nos lo adelantaba el primer mandatario: en su gabinete encontraríamos 90% de honestidad; 10% de experiencia. Si bien mejor hubiese sido que dijera: 90% de popularidad; 10% de eficiencia… ¡Pensar que en algún momento una importante parte de la población vio al zar anticovid como presidenciable!

No sorprende, entonces, que un grupo de fans le llevaran pastel, flores y mariachi “al maestro” a su última conferencia vespertina. Insolente burla para los miles de muertos y sus familias. Pero en eso Gatell también es un embaucador. Un ratero de la esperanza y la posibilidad de vida para miles de personas. Se especializó en ello.

Deprimente que haya tenido que venir el diputado y ex Garibaldi Sergio Mayer a decir la verdad sobre el ensalzado maestro.

Y lástima que López Obrador prefiera premiar y defender al peor estratega en enfrentar la pandemia, que castigar a quien tuvo el tiempo y el apoyo suficiente para haber cuidado por la salud y la vida de los mexicanos, rehusándose en hacerlo. El artífice de la venta consolidada de medicamentos, esos que a la fecha escasean por doquier.

López-Gatell pasa a ser sinónimo de maestro de la mentira y el engaño, asesor de la muerte, desgracia para los mexicanos.