Estamos hablando del feminicidio de Valeria Márquez hace casi una semana y seguramente pasarán muchos días o meses más en los que este lamentable hecho seguirá en boca de todos.
Nos hemos acostumbrado a viralizar la violencia y entre esas pésimas costumbres está el cosificar cadáveres, cada vez más expuestos en plataformas digitales, sin importar si lo ven niños, jóvenes o, peor aún, desquiciados que por imitación, crueldad o diversos problemas mentales decidan lucrar con la muerte de alguien.
En la época de los 70´s se hicieron famosos los videos que contenían asesinatos reales, llamados snuff, que según se lee en wikipedia “son videos cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia o infanticidios, entre otros crímenes reales (sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco), con la finalidad de ser distribuidos comercialmente para entretenimiento”.
Estos materiales se distribuían en forma clandestina, a precios elevados, y como eran hasta cierto punto prohibidos, esto los hacía atractivos para muchos. Sabemos que lo que se prohíbe, se cotiza.
Hoy estos horrores se consumen gratis. Basta con tener a la mano un dispositivo móvil para ver videos con cuerpos desmembrados, violencia de todo tipo o como en este caso, asesinatos en vivo.
Hay diferencias, obvio está, entre una película o video snuff y la ejecución en tiempo real de una persona en redes sociales, pero también hay similitudes: un arma, un asesino, una muerte violenta.
No deja de impresionarnos la frialdad con que asesinaron a Valeria. El sicario llega, dispara y se va, entre la sorpresa y la confusión de los internautas. De inmediato, la revictimización, la humillación del cuerpo sin vida de la chica y la cascada de comentarios misóginos y machistas en torno a su deceso.



No reparamos en ningún momento en que la influencer también era hija, hermana, amiga, vecina, compañera, mujer. Y cada uno de sus familiares y amigos en este momento están rotos y jamás volverán a tener paz.
La época digital nos está deshumanizando. Para muchos jóvenes ser famoso o famosa, tener millones de seguidores en sus redes sociales y llegar a ganar mucho dinero, sobre todo si es por medio de su atractivo físico, se está convirtiendo en su meta de vida, aunque los riesgos sean muchos.
Hoy los homicidios se realizan a la vista de todos y esto es lo que debe preocuparnos. Y lo peor, la muerte se vuelve atractiva en esta era digital.
De verdad, estamos mal.