Antes de que entremos de lleno a este escabroso tema, hablaré de la soberanía aérea de nuestra nación. En estos días, a raíz de las declaraciones de Sean P. Duffy sobre la “permisividad” de la administración anterior de Joe Biden para con México, me pregunto ¿acaso los vecinos del norte siguen creyendo que son “los dueños del mundo”?
La administración de Donald Trump vive en unos perenes años cincuentas, donde la peor amenaza contra el “american way of life” era el terrible comunismo; piensa que el mundo sigue “partido” en dos bloques: uno el de las libertades, y por el otro la opresión del régimen “rojo”.
Traigo esto a colación, porque me llama la atención que muchos compatriotas -muchos que trabajan en la industria aérea nacional-, sin cuestionar, prácticamente asumen lo dicho por Duffy como “palabra de Dios”, y se apanican y vislumbran un apocalipsis porque en México osamos no cumplir con un acuerdo de bilateralidad.
Tranquilos, vamos con calma. Si mal no recuerdo desde 2014 se formó el Frente en Defensa de la Aviación Nacional (FDAN), integrado por organizaciones del sector aéreo, entre ellas la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA), y la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA), a la que “estoicamente” pertenezco. Léase con ironía, porque esta columna no es para enumerar razones por las que no me enorgullece el actuar reciente de mi sindicato.
Hace casi diez años, el FDAN hacía hincapié en que la flota mexicana no llegaba a los 300 aviones, y resaltaba que en Estados Unidos, una sola línea aérea tenía más de 600 aeronaves. Hoy, a una década de distancia, el país apenas tiene 400 aeronaves, mientras que American Airlines tiene más de mil aviones, y las flotas de líneas como United y Delta, son entre 800 y 900 equipos, por lo menos.
Me pueden decir ¿dónde está la competencia desleal que hoy cacarea Duffy? En 2014 el entonces secretario general de ASPA, el capitán Carlos Morineau declaró al diario El Economista “Nuestra posición es muy clara: política aeronáutica de Estado; no a cielos abiertos; no Quinta Libertad; equidad bilateral; temporalidad, son los puntos que adoptamos los sindicatos del sector aéreo nacional y no daremos un solo paso atrás.”
Para el siguiente año (2015) ASPA y el FDAN declaraban a distintos medios de comunicación que su lucha se sustentaba en lo siguiente: “El convenio consiste en abrir los cielos, rutas, reglas y regulaciones de la industria de aviación entre México y EUA con la finalidad de que las aerolíneas gringas puedan acaparar el mercado y los destinos mexicanos con sus siete mil aeronaves contra las 350 mexicanas”.
¿Estamos hablando del mismo convenio que según Duffy no hemos cumplido en México? Es correcto, en ese momento declararon que para aprobarlo tenían como fecha el mes de enero del 2016, y que era con la finalidad de “ampliar” los acuerdos bilaterales ya existentes.
Les comenté en la pasada columna que las declaraciones incendiarias del secretario del departamento de transporte norteamericano iban más encaminadas a crear una distracción entre sus gobernados, ante la pésima gestión de la administración de Donald Trump; y no es casualidad, su mandatario ha sido duramente criticado por la Asociación de Pilotos de Aerolíneas (ALPA, por sus siglas en inglés) debido a una nominación que hizo el habitante de la Casa Blanca: propuso a Jeffrey Anderson como embajador ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
La ALPA declaró a la agencia Reuters: “Parece que la única cualificación real del Sr. Anderson para el puesto es su apoyo a una postura —el aumento de la edad obligatoria de jubilación de los pilotos— que dejaría a Estados Unidos como un caso aislado en el panorama de la aviación mundial y generaría un caos en el mercado laboral de pilotos y en las operaciones de vuelos nacionales e internacionales”.
La nominación de Jeffrey Anderson, es a raíz de la renuncia en 2022 del capitán Chesley Burnett “Sully” Sullenberger III, como representante permanente de los Estados Unidos ante la Organización de Aviación Civil Internacional, cargo al que llegó propuesto por Joe Biden.
Para ALPA, el interés de nominar a Jeffrey Anderson, ex piloto de Delta Airlines, se centra en aumentar la edad de jubilación de los pilotos aviadores comerciales, de 65 a 67 años, y esto es finalmente lo que tiene molesto al sindicato de aviadores norteamericanos, pues en lugar de promover e impulsar que nuevas generaciones entren a estudiar para convertirse en pilotos aviadores, lo que su propuesta finalmente busca es “paliar” la falta terrible de personal aeronáutico que hay en los Estados Unidos de Norteamérica.
En la aviación, al estado fisiológico que reduce la capacidad de un piloto para operar un avión de manera segura, se le conoce como “fatiga”, y es un gran tema; el desgaste físico que se genera a bordo de una aeronave es mucho mayor a trabajar en tierra, empezando porque la cabina de un avión debe ir presurizada, climatizada, es un ambiente artificial, y no hablemos de la altitud a la que se vuela, donde los pilotos son los más expuestos a la radiación solar.
Por este motivo, ALPA se ha opuesto de forma tajante a esta nominación por parte de Trump, y a través de un comunicado dieron a conocer su molestia, ya que consideran que el expiloto Anderson no cuenta con las calificaciones necesarias para desempeñar tan importante cargo dentro de la OACI, y que más bien este nombramiento obedece a temas políticos, y no relacionadas con la aviación.
Les comparto parte del comunicado:
“A diferencia del último embajador de la OACI confirmado por el Senado, el capitán Sully Sullenberger, el Sr. Anderson no supera la prueba básica de experiencia y cualificaciones, y podría perjudicar el liderazgo de la aviación estadounidense durante años […] El Sr. Anderson estaría abogando a nivel internacional, basándose en sus intereses personales, en contra de la política establecida en la Reautorización de la FAA del año pasado. Instamos al Senado de los Estados Unidos a rechazar a esta candidatura.”
ALPA
Y mientras esto sucede, la Agencia Federal de Aviación del vecino país (FAA, por sus siglas en inglés) pide al resto de los actores involucrados a jugar a las “estatuas de marfil”, esto es, que se queden quietecitos hasta que no estudie a fondo el tema de ampliar la edad de jubilación en los pilotos aviadores.
La idea de aumentar la edad de jubilación en los pilotos no es nueva. La administración de Biden intentó hacerlo en 2024, sin embargo al final no la modificó y la dejó como se encuentra actualmente, en 65 años.
Sucede en todos los campos laborales, y sabemos que siempre van a existir personas -en este caso pilotos- a los que les cuesta soltar el mando, y estén de acuerdo con el aumento de edad. Sobre todo en aerolíneas regionales, cuyos pilotos no afectan de manera extraordinaria sus ciclos circadianos.
Por eso ALPA es extremadamente cuidadosa, pero también muy vocal, para señalar el grave error de ampliar la edad de jubilación, pues se vulneraría la seguridad aérea, así como los convenios colectivos vigentes. Yo sé que este tema es complicado de entender porque el común de la gente puede pensar ¿qué son dos años más? Pero en la aviación, créanme, es un mundo de diferencia.
El último estudio serio sobre la fatiga en aviación que se llevó a cabo en nuestro país tiene muchos años, y se hizo sobre una aviación con ritmo y dinámicas totalmente diferentes, y podemos decir que ya ni siquiera existe. Sin embargo, dicho estudio arrojó que el desgaste de los tripulantes durante un año volando es como si trabajaran en tierra 7 años, porque no hay horarios, generalmente obliga a una alimentación deficiente, pues uno come cuando puede, lo mismo ocurre con el descanso; la fatiga en las tripulaciones aeronáuticas no se ha tomado con la debida seriedad que se merece.
Hoy los pilotos agremiados a ALPA dicen ¡no! a la nominación que Donald Trump hizo de un ex piloto de Delta, pues saben que detrás de su nombramiento, está la ampliación de la edad de jubilación, contra la que llevan años peleando a capa y espada. Y todo por la pésima gestión que tienen desde hace años, donde no se incentiva lo suficiente a la población para el trabajo dentro de la industria aeronáutica.
Una vez más le toca al Senado de los Estados Unidos definirlo. Mientras, nosotros estamos al pendiente de lo que decide el vecino del norte, para saber si tenemos que poner nuestras barbas a remojar.