A Carlos Puig, columnista de Milenio, le “cuesta” calificar a los hechos violentos de los últimos días como “terrorismo”.

Destaco dos de los argumentos del mencionado periodista para decir que el terror que hemos vivido sí es, precisamente, terror, pero no terrorismo: (i) que no hay evidencia de que el mismo cártel cometió todas las atrocidades en tantos lugares distintos y (ii) que “en la mayoría de los tratados, convenciones y trabajos académicos, el terrorismo tiene una intención política clara y expresada”.

Creo que el señor Puig no ha analizado correctamente lo que pasó. El columnista de Milenio debió haber empezado por lo novedoso de la semana pasada: se trató de violencia diseñada y ejecutada para aterrorizar a la sociedad ajena a las bandas criminales, algo que no había ocurrido en el pasado. ¿Que no fue realizada por el mismo cártel de las drogas? Quizá no, pero sí pareciera coordinada por alguien no formalmente dedicado al narcotráfico.

Puig debió igualmente preguntarse por qué la utilización política de tales hechos por parte de la comentocracia, tanto en redes como en espacios periodísticos.

¿No le llamó la atención al periodista citado que colegas suyos, como Ricardo Alemán, hablaran abiertamente de que sus “fuentes” de Palacio Nacional le informaron que la violencia en Jalisco, Chihuahua, Guanajuato y Baja California fue ordenada por el presidente López Obrador a “sus aliados del crimen organizado”.

Dirá Carlos Puig que Alemán no tiene espacio en los grandes diarios de la Ciudad de México. Es verdad, pero nuestro país es mucho más grande que su capital. Tales mentiras fueron amplificadas por un importantísimo diario del pacífico, El Debate, de Culiacán. ¿No valdría la pena pedir un mínimo de seriedad a los editores de ese rotativo?

Otros comentócratas no citan fuentes de alto nivel, pero difunden la misma idea, como lo hace hoy en su columna de El Financiero el señor Raymundo Riva Palacio: “Es previsible que López Obrador aproveche la violencia de la semana pasada y la incertidumbre que provocó, para presionar a una reforma constitucional, a lo que no se debe caer en su trampa”. La supuesta trampa es “entregar progresivamente” más poder a las fuerzas armadas.

Lo cierto es que, ya metidos a darle interpretaciones políticas al terror de la semana pasada en varias ciudades de México, tiene más sentido pensar que se trató de acciones violentas coordinadas por alguien —necesariamente de derecha— para generarle problemas al gobierno de AMLO, de tal modo de dañar el prestigio del presidente y su partido, Morena, que ha ganado prácticamente todas las elecciones desde 2018 y que, si las encuestas no mienten, resultará victorioso en las presidenciales de 2024.

La necesidad de recordar la historia

Muchas personas que no olvidamos la historia reciente de México —la vivimos y la sufrimos— pensamos que en el origen de la violencia está el fraude electoral de 2006 que llevó a Felipe Calderón al poder.

Destacadamente suelen hacer referencia a ese hecho terrible el presidente Andrés Manuel López Obrador y la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum. Ello es muy positivo porque la buena memoria ayuda a entender: la violencia que hoy nos aterroriza —sea oficialmente terrorismo o no— surgió de la necesidad de Calderón de una acción espectacular que le diera la legitimidad que no obtuvo en las urnas de votación. Es la razón por la que ese tipo inició una guerra, que hemos perdido.

Por cierto, me llama la atención que analistas tan distinguidos como Puig y Riva Palacio no se hayan preguntado por qué carajos alguien tan cercano a Calderón como su cuñado Juan Ignacio Zavala, dijera el pasado viernes en su columna de El Financiero que los narcos quemaron tiendas Oxxo simple y sencillamente porque AMLO critica a esa empresa por no pagar la luz: “El presidente señala al enemigo, y el crimen se encarga de hacer el trabajito”.

¿Bromeaba el señor Zavala? ¿Lo dijo en serio? ¿No es eso una vulgar utilización política de la violencia por parte de alguien que, ahora mismo, colabora en medios de comunicación, pero que en 2006 fue un integrante muy importante del equipo de campaña que se robó las elecciones?

No sé si ese comentario de Juan Ignacio motivó a Claudia Sheinbaum a recordar un episodio tristísimo del 2006: la participación de otro Zavala, Diego Hildebrando, en el fraude electoral.

Claudia, hace 16 años portavoz de AMLO durante su primera campaña electoral presidencial, denunció en su momento:

√ Que la empresa de Diego Hildebrando Zavala —hermano de Juan Ignacio y Margarita— tuvo en su poder “información clasificada del gobierno federal”.

√ En la nota de La Jornada que Sheinbaum compartió ayer domingo —firmada por Roberto González Amador, Alma Muñoz y Jaime Avilés— queda claro que esa información clasificada incluía “un padrón no público de los planes de combate a la pobreza”, que fue puesto al servicio de la campaña de Calderón.

√ Sheinbaum también dio a conocer detalles de un manual de campaña de Calderón para “utilizar los recursos del gobierno (de Vicente Fox) en favor del candidato presidencial panista”.

√ Ese manual calderonista contemplaba “pagos hechos a la empresa GEA-ISA para la difusión de resultados sobre preferencias electorales; utilización de las delegaciones federales en favor de Calderón, y uso de programas como el Seguro Popular para ganar adeptos en las entidades donde no gobierna el Partido Acción Nacional (PAN), en especial el Distrito Federal”. Igualmente, el manual usaba para fines electorales una lista de los beneficiarios de los programas sociales de aquel tiempo.

¿Tenía sentido recordar lo que hizo Diego Hildebrando Zavala en 2006? Sí, por supuesto, sobre todo porque su hermano Juan Ignacio, en broma o en serio —haiga sido como haiga sido, según la lógica política del cuñado de ellos, Felipe Calderón— salió a explicar los incendios de algunas tiendas Oxxo diciendo que los narcos se encargaron de hacerle el “trabajito” al presidente de México.

Violencia política

Decía al principio de este artículo que Carlos Puig no encontraba “una intención política clara y expresada” en los hechos violentos de la semana pasada. ¿Le parece poco culpar a AMLO como lo han hecho Ricardo Alemán, Juan Ignacio Zavala y Raymundo Riva Palacio, entre otras figuras de la comentocracia nacional que evidentemente simpatizan con el iniciador de la absurda guerra contra el narco, Felipe Calderón?

Es bueno recordar el pasado. Lo dijo George Santayana: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.

Alguien expresó que la historia es una pesadilla de la que intentamos despertar. Por eso, debemos tener presente en todo momento el pasado. Lo superaremos, sin duda, pero sin ignorarlo. Estoy convencido de que AMLO terminará por ganar, insistiendo en la paz, la guerra que Calderón perdió obsesionado por la violencia.

Por cierto, Riva Palacio trata de jugar al lógico y presenta una prueba de que Calderón no podría avalar la actual violencia: que el esposo de Margarita Zavala enfrentó en su momento a todos los narcos, por lo que resultaría imposible que en la actualidad se aliara a ellos.

¿Es en serio Raymundo eso de que Calderón enfrentó a todos los narcos? ¿Cómo explicar que su principal estratega y operador de su perdida guerra contra el crimen organizado, Genaro García Luna, esté ahora mismo en una cárcel de Estados Unidos, acusado de haber trabajado para el cártel del Pacífico?

Por cierto, quizá habría que investigar qué proporción de la violencia actual que aterroriza a ciudades enteras se relaciona con el juicio a García Luna, el policía de Calderón que hechizó a no pocos columnistas.