Últimamente, he escuchado que los corridos tumbados son el nuevo punk. Que si la facha, la actitud, el “me vale todo”. Pero si vamos a hacer esa comparación, hagámosla bien. Porque el punk fue mucho más que estética y gente balbuceando: fue un grito de rabia con dirección, una protesta consciente contra el sistema que había condenado a una generación al desempleo, al olvido y a la nada. ¿De verdad los corridos tumbados están haciendo lo mismo?

Punk: el incendio tenía causa

En la Inglaterra de los años 70, el punk no nació para vender tenis, ni para lucir cadenas de oro con diamantes, y tampoco para sonar cool. Surgió como respuesta brutal a un sistema económico clasista y una monarquía desconectada. “No future” no era eslogan de campaña; era una condena asumida, gritada, vomitada en canciones que desafiaban todo lo establecido. El punk incomodaba porque sabía exactamente quién era el enemigo.

En cambio, los corridos tumbados relatan lo efímero de la vida narco, el exceso, y el instante como única certeza para el futuro. Hasta ahí, creo que todo va bien. Pero el problema es cuando dejan de narrar para comenzar a glorificar a parte del nuevo establishment. Cuando la violencia deja de ser denuncia para convertirse en aspiración. Cuando el narcotraficante ya no es síntoma del sistema, sino modelos a seguir.

Y aquí la cosa se tuerce: porque glorificar al narco en México no es rebeldía, es rendirse al poder real. No hay nada punk en cantar sobre el patrón sin cuestionar al patrón. Eso no es rebeldía, es sumisión con cadenas de oro, polvo rosa y damas de compañía.

¿Molestos? ¿Pero con quién?

Muchos de estos artistas pueden parecer disruptivos, pero ¿qué sistema están desafiando realmente? El punk sabía incomodar. Estos corridos muchas veces solo replican los valores del sistema que nos tiene sometidos. Son canciones peligrosas, sí, pero no para el poder. Lamentablemente, su “rebeldía” termina siendo propaganda involuntaria. Tontos útiles con autotune.

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Prohibir estas canciones solo alimenta el morbo. Pero defenderlas como arte antisistema es igual de ingenuo. Porque el verdadero poder no se ofende, se divierte viendo cómo lo celebran en conciertos con patrocinio. Sería increíble que se atrevan a cuestionar y denunciar como: la corrupción, los miles de desaparecidos, la ilegalidad, etcétera.

Me gustan, pero me duelen

Soy fan. Me encantan los corridos tumbados, la mezcla de regional con trap y hip hop. Mis canciones favoritas son “El Hijo Mayor”, y “Cuerno Azulado”. Pero justamente porque me gustan, me frustra más ver cómo esa potencia artística se desperdicia en besarle el anillo al que nos tiene con el agua hasta el cuello.

No quiero que dejen de sonar. Quiero que suenen con causa. Que sean peligrosos de verdad. Que, si van a incomodar, lo hagan hacia arriba.

El día que un corrido tumbado se atreva a cantarle al juez comprado, al niño sin escuela, a la alcaldesa que pacta con el narco, ese día hablamos de punk. Mientras tanto, estamos viendo solo un producto más disfrazado de rebeldía con ritmos pegadizos y letras que dan ganas de destruirse.

Porque el verdadero peligro no es que los jóvenes escuchen corridos tumbados, sino que crean que eso es rebelarse, cuando en realidad están coreando la victoria del sistema. Un sistema que les robó el futuro... y les vendió una playlist para anestesiar la rabia y puedan sobrellevar la horrible realidad.