En su artículo “Libros sin humanismo” publicado este lunes 7 de agosto en los diarios del Grupo Reforma, el muy inteligente y culto periodista Sergio Sarmiento critica a los nuevos libros de texto gratuitos, entre otras razones, porque no hay uno especializado en matemáticas.

El señor Sarmiento estudió filosofía, no matemáticas —tampoco pedagogía—, por lo tanto seguramente ignora que la mejor manera que tienen los niños y las niñas de acercarse a una disciplina tan compleja es con materiales distintos a los libros: bloques de madera o plástico para desarrollar el pensamiento lógico, juegos de mesa, dominós, dados, hasta corcholatas, pero no las de Morena y menos la de la alianza PRI, PAN, PRD, sino las de refrescos.

Se trata de materiales sencillos, baratos, fáciles de conseguir porque incluso son de desecho en las casas. Gente experta en el tema me dice que los tienen a su disposición la mayoría de maestros y maestras de las primarias públicas. Esto significa que la crítica de Sarmiento no se sostiene.

He querido analizar las objeciones de Sergio Sarmiento a tales libros porque es la persona más preparada de todas las que colaboran en TV Azteca, la empresa mediática que ha emprendido una fuerte campaña contra los textos gratuitos que distribuye el gobierno de México.

No pienso perder el tiempo con las tonterías que han expresado otros y otras periodistas de esa televisora que, la verdad sea dicha, ni siquiera saben expresarse correctamente, vale decir, parecen bastante ignorantes y probablemente lo sean.

Sarmiento no sabe de matemáticas, entonces no debería opinar acerca de la enseñanza de una disciplina que desconoce. Pero es uno de los columnistas políticos mexicanos que mejor escribe, quizá por su formación de filósofo y por una parte de su biografía realmente digna de aplauso: Desde los 22 años de edad trabajó como redactor en Encyclopedic Britanic Publishers Inc. También fue nombrado director editorial de las obras en español de tal empresa y fue el principal responsable de la Enciclopedia Hispánica.

‘Sal para afuera’

Me preocupa que un hombre tan conocedor de la lengua española se espante porque en alguno de los libros de texto gratuitos haya un capítulo sobre las características de la conversación cotidiana, “cuyo propósito parece ser decirnos que expresiones como ‘Sal para afuera’ y ‘Subir para arriba’ son correctas”.

Con la pena, querido Sergio, pero la Real Academia Española admite que esas son frases perfectamente válidas. No soy estudioso del idioma, pero realicé una consulta en la página de internet de la RAE, y en su sección Dudas rápidas encontré que alguien hizo esta pregunta: “¿Es correcto el uso de ‘subir arriba?”. Los técnicos de la institución que tiene por lema Limpia, fija y da esplendor respondieron lo siguiente:

“Sí, se considera válido. A pesar de que construcciones como ‘subir arriba’, ‘bajar abajo’, ‘entrar dentro’ o ‘salir fuera’ pueden resultar redundantes, la información que aportan los adverbios suele ser necesaria, por lo que en el contexto adecuado se pueden considerar construcciones válidas: Cuando subas arriba, llévate la almohada”.

Real Academia Española

En Twitter @RAEinforma ha dicho lo mismo: “La redundancia expresiva es un fenómeno normal en la lengua. Subir arriba, bajar abajo, etc., son expresiones redundantes pero expresivas, y a menudo útiles, en la lengua hablada. No cabe censurarlas”.

Así que en el terrible problema metafísico de subir para arriba, los libros de texto gratuito están en lo correcto, y don Sergio Sarmiento está equivocado.

El articulista de Reforma, conductor de un exitoso noticiero en El Heraldo Radio y colaborador de TV Azteca se queja también de que, según los libros de texto, “no es incorrecto pronunciar ‘dijistes’, como López Obrador”.

No venía al caso ofender al presidente de esa manera. AMLO no necesita defensa, pero me siento obligado a comentar que si llega a pronunciar dijistes no lo hace por falta de educación —el presidente es un hombre muy instruido, autor de numerosos libros—, sino seguramente por una especie de solidaridad con buena parte del pueblo de México que así habla.

Los teóricos argumentan que dijistes, hicistes, etcétera son vicios de dicción, normalmente vulgarismos, que no deben usarse. El problema es que millones de personas, sobre todo muy pobres, los utilizan.

El español es una lengua que tiene muchas reglas, pero la más importante es la del llamado cambio lingüístico, que ocurre con el paso del tiempo y por el uso constante de algunas expresiones en vez de otras. Así que no es descartable que los vulgarismos o barbarismos de hoy mañana sean si no cultismos, sí palabras perfectamente adecuadas para comunicarnos.

No puedo darle lecciones a Sergio Sarmiento acerca del lenguaje. Él es un especialista, yo no; solo le pido que reflexione acerca de lo que dice la RAE sobre subir arriba porque creo que a Sergio no le ha caído ese veinte. Por lo demás, admito que no sé en qué contexto los libros de texto aseguran que dijistes no es incorrecto —Sarmiento no contextualiza su crítica—, pero dado mi origen familiar rural, en el que mis mayores no asistieron a la escuela, como toda la vida les escuché eso de dijistes e hicistes, hasta agradezco que NO se condene al infierno a mi gente por la incorrección producto de su entorno.

La imprenta del infierno

Sergio Sarmiento, hombre muy educado, conocerá la imprenta del infierno, de la que hablaba William Blake. Enseguida cito a un analista político, John Holloway, que explica de qué va tal imprenta:

  • “En la imprenta del infierno, de acuerdo con William Blake, los diablos imprimen ‘en el método infernal, usando corrosivos que en el infierno son saludables y medicinales, haciendo desaparecer las superficies aparentes y descubriendo el infinito que tenían oculto’…”.
  • “El  grito con que mi libro empieza, es un grito desde el infierno. Introduce una gramática negativa, un movimiento-contra teórico que apunta a corroer, a destruir ‘todas aquellas relaciones en que el hombre es un ser humillado, sojuzgado, abandonado, y despreciable’ (cita a Karl Marx)”.
  • “Esto, con el propósito de mostrar el infinito que estaba oculto, el poder social del hacer humano”.
  • “Marx es un ácido que destruye todos los conceptos prefijados, sin parar”.

Deliberadamente mencioné a John Holloway porque hace referencia a Karl Marx, hoy de moda gracias a la gritería histérica de TV Azteca y de su propiertario, Ricardo Salinas Pliego.

Estoy lejos de ser marxista; de hecho, su sistema económico me parece equivocado. Considero certeras las demoledoras críticas del neoliberal austriaco Eugen von Böhm-Bawerk a la teoría del valor trabajo de Marx, en la que se basa El Capital, que por lo tanto resulta una obra fallida.

Pero, más allá de la teoría económica, el marxismo ofrece algo extraordinariamente valioso: la necesaria rebeldía ante no pocas realidades sociales absolutamente injustas. Me gusta eso que mencioné del politólogo Holloway: que “Marx es un ácido que destruye todos los conceptos prefijados, sin parar”.

¿Los libros de texto gratuitos de la 4T son comunistas? Lo dicen en TV Azteca, pero no lo demuestran. El más inteligente de sus colaboradores, Sergio Sarmiento, entonces, prefiere no sumarse a semejante tontería. Pero si los libros para las escuelas elementales fueran marxistas en el sentido de ser un ácido para todos los conceptos prefijados, qué maravilla: sería un gran paso educativo para que nuestros nietos y nuestras nietas sean personas distintas, mejores, porque dejarían de vivir como nosotros totalmente encadenadas a dogmas irracionales, los neoliberales y los socialistas, los religiosos y los ateos.

Leyendo hace años a Bertrand Russell entendí que lo mejor que se puede enseñar a los niños y a las niñas es a dudar de todo lo que han aprendido. No hay otra manera de generar conocimiento nuevo.