¿Qué habrá de cierto en los rumores que circulan por la prensa acerca de la salida del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O? ¿Qué razones hay para que el rumor cobre fuerza? ¿Qué impacto puede traer a la economía y cómo podría afectar la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros? y ¿Qué relación puede tener con la sucesión presidencial que tanto preocupa al presidente López Obrador?

Orden en las finanzas

No podemos negar que, a pesar del Covid-19 y la guerra entre Ucrania y Rusia, lo único que casi va bien en el país, es el manejo de la economía, particularmente, la macroeconomía, es gracias a eso que, a pesar de la coyuntura internacional, la economía no ha colapsado.

El éxito, si es que así se le puede llamar, de que se mantenga una relativa confianza en México, radica en la importante decisión de no haber tocado los fundamentos de la economía nacional, de respetar la autonomía del Banco de México y de no haber movido ni una coma a la política fiscal que dejó Luis Videgaray.

“Pobreza franciscana”

Sin embargo, ninguno de los tres secretarios de Hacienda que ha tenido AMLO ha estado de acuerdo con lo que propone y hace el presidente en temas de gasto y manejo presupuestal.

Carlos Urzua, de plano renunció, Arturo Herrera aguantó por la promesa de ser postulado para el Banco de México y ahora Ramírez de la O, podría ser el tercer secretario que prefiera salir antes que soportar las ocurrencias y malos tratos de su jefe.

El rumor de su salida cobró fuerza después del estridente anuncio de AMLO acerca de pasar de la “austeridad republicana” a una “pobreza franciscana” que le permitiría recortar programas para destinar mayores recursos para el AIFA, Dos Bocas y el Tren Maya; la renegociación de contratos públicos que la Administración considera abusivos para el erario y, por supuesto, soltar más “lana” a los grupos clientelares de Morena.

Las consecuencias

Primero, la caída del crecimiento económico en general, reducción del gasto público en construcción, actividad que tiene una amplia derrama en otras actividades y en servicios que afectan el empleo bien remunerado y la calidad de los servicios que el Estado tiene la obligación de proporcionar como salud y educación, sectores que están a la deriva.

Pero eso no es todo, un tema sustancial para la transparencia, como los es la rendición de cuentas y la asignación de contratos por parte del sector público, se ha vuelto un completo desastre con la caída del sistema Compranet por las fallas que se generaron a raíz de que cancelaron su mantenimiento por considerarlo un gasto superfluo; y del tufo a corrupción que trae consigo que la mayor parte de las compras y contratos se otorguen por la vía de la “adjudicación directa” o por “invitación restringida”.

¿Casualidad?

Por cierto, una caída similar pudo haberle ocurrido al sistema del SAT, cuyo mantenimiento no se pagó durante tres años, poniendo en riesgo el almacenaje de datos de los contribuyentes.

Pero aún hay más, el hecho de que Pemex haya dejado de pagar a sus proveedores es una “bola de nieve” que tarde o temprano va a explotar. Los pagos no efectuados a los proveedores al tiempo se convierten en deuda, intereses y litigios costosísimos, que harán ver como “cacahuatitos” los exiguos ahorros que se obtengan con la “pobreza franciscana”.

Lo peor, es que los tres secretarios de Hacienda que ha nombrado AMLO han tenido que lidiar con “el cartel” de la familia Concheiro que actúa bajo criterios ideológicos populistas y fuera de sentido.

La doctrina

La Tesorería de la Federación está a cargo de María Elvira Concheiro Bórquez, una doctora en sociología sin experiencia en temas de cuenta pública, economía y actuaria y su exmarido, Pablo Gómez, director de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), quien, si bien estudió economía, nunca se había dedicado a temas económicos, es un eterno legislador con amplia experiencia en la arenga política y el acarreo, al nombrarlo responsable de la UIF, AMLO le dio su primer cargo en la administración pública.

Aquí entrarían temas de conflicto de interés y capacidad profesional.

¿Qué pasará?

Si deja de ser rumor y se convierte en realidad, AMLO estaría nombrando a un cuarto secretario de Hacienda.

La nominación básicamente quedaría entre dos subsecretarios, Gabriel Yorio González, subsecretario de Hacienda, quien difícilmente cambiaria los fundamentos de la política económica y el subsecretario de Egresos, Juan Pablo De Botton Falcón, personaje que cuenta con una carrera vertiginosa, de técnico informático en el SAT, brincó a director de NAFIN y de ahí ocupar una de las subsecretarías que más le interesan a AMLO, la de Egresos.

El veloz ascenso de Pablo De Botton se debe a una sola cosa, es un gran amigo de los hijos del presidente, José Ramón y Andrés López Beltrán y estaría dispuesto a “abrir la cartera” al ritmo que AMLO se lo indique.

Con él a cargo de la SHCP, podría disponer durante el periodo electoral de los recursos dónde y cuándo quiera para libremente influir en la compra de votos y demás triquiñuelas que, como se vio el fin de semana, Morena sabe hacer muy bien.

En una de esas, hasta AMLO anda promoviendo el rumor.