Quizá ya sea tiempo que nos comience a preocupar la posición que guarda México en la lista de amigos y enemigos que seguramente debe tener sobre su escritorio en la sala oval de la Casa Blanca el presidente Joseph Biden.
En un ejercicio de introspección, sería interesante revisar qué ha hecho y qué ha dejado de hacer nuestro país en lo que va de la presidencia del mandatario demócrata que el 20 de enero de 2021 fue investido como presidente de los Estados Unidos de América del Norte.
De hecho, deberíamos comenzar por aquel bochornoso episodio en que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se negó a reconocer la victoria de Biden en las urnas que significaba admitir la derrota de su “amigo” Donald Trump. Hay que recordar que aquel martes 3 de noviembre, conforme avanzaba la noche y se hacía más clara la victoria del demócrata, decenas de mandatarios y Jefes de Estado de todo el mundo le expresaban felicitaciones y parabienes, causando extrañeza que siendo México su vecino y su principal socio comercial, no hubiese sido el presidente López Obrador, ya no el primero en expresarle plácemes, sino que lo hubiese hecho en algún momento.
Fue hasta el 14 de diciembre que envió una carta de felicitación a Joseph Biden, en la que con su muy peculiar estilo, lo felicitó por su triunfo aunque párrafos más adelante le advertía que bajo su égida se seguirían aplicando los principios básicos de no intervención y autodeterminación de los pueblos.
Dias después, en medio de la tragedia del 6 de enero, cuando simpatizantes del polémico ex presidente Trump intentaron tomar por asalto el Capitolio resultando el fallecimiento de cinco personas, AMLO hizo nuevamente mutis para manifestar cualquier expresión de pesar ante lo ocurrido, y solo al día siguiente en su conferencia Mañanera, a pregunta expresa de la prensa, respondió: “No vamos nosotros a intervenir en estos asuntos que corresponden resolver, atender a los estadounidenses, esa es nuestra política”, dijo el presidente de México.
Biden no pareció o no quiso dar importancia a las polémicas conductas del mandatario mexicano, seguramente preponderando los temas fundamentales que comparten ambas naciones, procurando no perturbarlos por este tipo de cuestiones, y pensando que no eran lo suficientemente trascendentales como para deteriorar o llegar a un desencuentro. Ni siquiera el caso relacionado con el general Salvador Cienfuegos, que de alguna manera sacudió la agenda bilateral, hizo trastabillar la armonía entre los dos países, a pesar de que México incumplió su promesa de investigarlo y lo dejó libre, tras ser devuelto a nuestro país luego de que la DEA lo detuviese acusado de narcotráfico.
Luego se han suscitado otra serie de inconvenientes que el inquilino de la Casa Blanca había venido dejando pasar, como los constantes guiños del gobierno de López Obrador frente a regímenes socialistas; un ejemplo fue la presencia como invitado especial del presidente cubano Miguel Díaz-Canel en el marco la conmemoración del 211 aniversario del inicio de la independencia de México; la exhortación al presidente ruso Vladimir Putin para que visite el país; la postura de México de “no intervención” frente al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania; su negativa de apoyo a este último país, y hasta su rechazo de ayer jueves a votar en la ONU la expulsión de Rusia, votación en la que la representación mexicana se abstuvo.
A este listado habría que agregar algunos exabruptos, injurias, descalificaciones, burlas, engaños, y un largo etcétera.
Pero al parecer, ninguno de los agravios ya citados había pesado tanto en el ánimo del gobierno estadounidense como lo es en la actualidad la propuesta Reforma Eléctrica.
Finalmente el gobierno de Estados Unidos ha comenzado a ponerse serio ante la insistencia del presidente López Obrador de que se apruebe su iniciativa de Reforma sin que se le modifique ni una sola coma, y las advertencias se tornan cada vez más inquietantes y subidas de tono.
Tal fue el caso con el amago emitido desde la Casa Blanca, en el sentido de que la reforma eléctrica pone en riesgo ‘más que nunca’ 10 mil millones de dólares de inversiones estadounidenses en el país, la mayoría en instalaciones de energía renovable.
De acuerdo con medios de comunicación la representante comercial estadounidense, Katherine Tai, habría enviado el pasado jueves 31 de marzo a la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, una carta en la que hace la referencia señalada.
“Los proyectos energéticos en México enfrentan el mayor riesgo”, fundamentalmente frente a la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE), sobre cuya constitucionalidad resolverá la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SJCN).
Tai advirtió a Clouthier sobre el costo que supondrían los arbitrajes internacionales y las indemnizaciones a las compañías estadounidenses que interpusieran reclamos por las reformas en materia eléctrica.
Señaló que este costo podría incrementarse si se consideran las afectaciones que sufrirían compañías mexicanas o europeas.
“Desafortunadamente, aunque hemos tratado de ser constructivos con el Gobierno de México al abordar estas preocupaciones, no ha habido cambios en la política de México”, dijo la funcionaria. Además, mencionó que las empresas estadounidenses continúan enfrentando un trato arbitrario por parte de México.
También la representante comercial de Estados Unidos aseguró que su gobierno considerará todas las opciones disponibles bajo el paraguas del T-MEC para hacer frente a esta circunstancia e instó al gobierno mexicano a que suspenda “estas acciones preocupantes y asegure que los derechos de los inversionistas y exportadores de EU estén protegidos”.
Recordó que desde hace tiempo, el gobierno de Estados Unidos planteó serias preocupaciones sobre los cambios administrativos, regulatorios y legislativos en las políticas energéticas de México, que a juicio del vecino país “violan” sus obligaciones fundamentales.
Cabe destacar también que el Gobierno estadounidense ha procurado por varios medios tener acercamientos con el presidente López Obrador en su intento por evitar que la reforma avance en las condiciones que ha sido propuesta.
Nada menos en días pasados estuvieron en México el enviado especial del gobierno de Joe Biden para el Clima, John Kerry, y empresarios del ramo eléctrico de Estados Unidos.
Tanto Kerry como el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, reiteraron las preocupaciones de su gobierno sobre los cambios en la política energética de México.
En un comunicado difundido por la Embajada de Estados Unidos en nuestro país, entre las preocupaciones que le externaron al presidente mexicano en el Palacio Nacional está incluida la posible violación de las obligaciones fundamentales del T-MEC.
Son miles de millones de dólares de inversión potencial en México los que están en riesgo, así como el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, agrega el documento.
Pero como ya lo temía nuestro vecino, este jueves 7 de abril en la Suprema Corte de Justicia de la Nación no se alcanzaron los 8 votos que se necesitaban para declarar la inconstitucionalidad de la ley impugnada, de manera que se seguirá resolviendo caso por caso en tribunales y los amparos subsisten.
Ahora habrá que esperar las reacciones del gobierno de Joe Biden, que seguramente además de una enérgica respuesta, vendrá acompañada de una serie de conflictos legales internacionales también con el otro socio del TMEC, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá. Nos esperan amparos y juicios de todo tipo y México los seguramente los perderá todos.
En tanto, hay que decir que la polémica iniciativa de reforma fue aprobada en Comisiones del Congreso de la Unión, y en breve comenzará su discusión en el pleno de la Cámara Baja, donde Morena y sus aliados no cuentan con los votos suficientes para su aprobación y de mantenerse firme la postura de la oposición de votarla en contra, el capricho del presidente mexicano guardará el sueño de los justos en el cajón de un escritorio del Congreso, para tranquilidad de todos.
Salvador Cosío Gaona en Twitter: @salvadorcosio1
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