A propósito de la reciente culminación del torneo mexicano de futbol, es posible hacer analogía con los dos tiempos en los que se desarrolla un partido; en este caso la referencia es a las elecciones y al hecho que se renueva la Cámara de Diputados para integrar la segunda legislatura del Congreso federal en este sexenio; también viene a cuento, en el sentido que el calendario mexicano ha buscado organizarse en dos tiempos, uno al principio de cada sexenio y, el otro, para su segunda mitad; en virtud de ello es que concurrirán en el próximo domingo elecciones federales y locales que involucran a más de 22 mil cargos, lo que es producto de un largo ejercicio para tener agrupadas, cada trienio, las jornadas electivas.

Si se continúa con las similitudes, debe mencionarse que, a diferencia del futbol, los ajustes en la alineación no las hará el director técnico en el descanso o intermedio; sino quien lo llevará a cabo es la sociedad, mediante los comicios que significan la gran oportunidad para que se realicen las correcciones que se juzgue pertinentes, después de haber transcurrido un tiempo suficiente para evaluar el desempeño que se ha tenido y juzgar sobre las modificaciones necesarias.

En un caso, el del futbol, las adecuaciones sobre la alineación se realizan sobre la plantilla de los jugadores inscritos; en el otro, sobre los candidatos que se hayan registrado, la mayoría de ellos, a través de los partidos políticos; en el primer referente la autoridad que juzga y aplica el reglamento es el árbitro central con el apoyo de sus auxiliares; en el segundo es el Instituto Nacional Electoral con una gran estructura operativa y con el concurso de ciudadanos que participan en la organización.

Para la decisión del electorado no sólo han transcurrido casi tres años en el caso de la elección federal, y otra temporalidad en las elecciones locales, sino también ha habido campañas, comentarios, análisis diversos que hablan del balance que se puede hacer, debates y juicios diversos que deben permitir a cada elector normar su criterio para tomar la mejor decisión en relación a sus preferencias; además nadie podrá juzgar el voto de cada persona, pues éste se encuentra protegido en su confidencialidad.

De forma semejante como ocurre con el futbol, las disposiciones o reglas existentes pueden ser objeto de incumplimiento o de controversia en su aplicación, para lo cual y afecto de garantizar su observancia se establecen sanciones; en el futbol éstas pocas veces generan la interposición de quejas o recursos formales para recurrirlas; en las elecciones este es un tema de intenso litigio, además se suma la constante polémica, hacia sus determinaciones, desde la presidencia de la República, lo que tiende a amenazar con desquiciar el proceso.

Lo anterior es equivalente a que el presidente de la Federación Mexicana de Futbol fuera reiterado inconforme y rebelde a las decisiones de los árbitros, de la comisión de arbitraje y de la comisión disciplinaria, y que también, dueño de un equipo, protagonizara posturas para beneficiarlo, por encima de los otros. Si fuera el caso, se rompería la certeza sobre la aplicación de las reglas, también el papel que tiene el desarrollo de los partidos como la justa que resuelve el marcador y, por tanto, los puntajes que deciden el lugar que cada uno ocupa en la tabla de posiciones. Al final se daría al traste con el sistema de competencia, el público se alejaría de las tribunas y se terminaría con la organización, las empresas, los equipos, el espectáculo….

El futbol requiere aficionados, sin ellos desaparece; la democracia, se ha dicho muchas veces, necesita de demócratas, de no darse su concurso, difícilmente se mantiene y tiende a degenerar; pero se trata de demócratas que sepan jugar el papel que les corresponde en cada caso, de modo que nadie pretenda desempeñarse como autoridad electoral cuando no lo es, o que se inhiba de participar cuando no le corresponde, a semejanza de irrumpir invadiendo el terreno de juego por alguien que es espectador; la democracia es una edificación colectiva y compleja; cada quien al papel que le corresponde.

Desde siempre se ha asumido que la democracia es frágil, puede vulnerarse y ser sustituida por otras formas de gobierno, pero ésta es la que más ofrece condiciones para hacer que la sociedad viva en libertad, en medio de sus diferencias, con acuerdos y admitiendo los desacuerdos como un valor en sí mismo; la democracia es, al mismo tiempo, una forma de control del poder y debe admitirse en esa tarea.

El pasado domingo 30 de mayo se jugó el partido que decidió al campeón del futbol mexicano, Cruz Azul, que es un equipo que no campeonaba desde 1997 y que, a partir de entonces, 5 veces fue el equipo que más puntos obtuvo en la liga, pero en vez de discutir que por ello debía ser el campeón, asumió que no fue así, en tanto las reglas no le conferían tal carácter; esta vez fue la sexta que obtuvo la mayor puntuación y , a diferencia de las precedentes, logró ceñirse la corona, no por eso, sino porque triunfó en la liguilla, condición necesaria para lograr el título. Así fue, hubo que respetar las reglas, a las autoridades y a los encargados de resolverlas.

En las elecciones no estará en juego quien es presidente, sí como se jugará; lo mejor será la mayor pluralidad y que quien manda en el gobierno, no gobierne en el Congreso y que en los estados se gobierne con sus propios equilibrios democráticos.

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