Debo confesar que este texto parte un poco de la ignorancia y otro más de la creatividad.

Ignoro los alcances legales de nuestro marco jurídico electoral. Sobre todo por lo que hace a su aplicabilidad en el extranjero. Esto a causa de que no debemos olvidar que nuestras leyes actuales en la materia son consecuencia de un berrinche legislativo de quienes hoy detentan el poder. Por eso la ley que regula este tópico es restrictiva, inquisidora, reaccionaria y paternalista.

Pero suponiendo sin conceder que se ponderasen las libertades políticas en el país, yo quisiera sugerir un ejercicio democrático y sin precedentes.

Las campañas presidenciales han arrancado de facto. Se les ha venido disfrazando de eufemismos por leguleyos absurdos. Estas nomenclaturas son evidencia de la hipocresía de la clase política y de la inviabilidad de las leyes electorales en nuestro país.

Esto no quiere decir que a la fecha no existan precandidatos presidenciales en México. Los hay. Y cada vez son más.

Si bien las candidaturas a la presidencia del oficialismo y la oposición ya están definidas; por una parte la oficialista Claudia Sheinbaum Pardo y por la otra la opositora Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz. No obstante, no se puede ser indiferente a las legítimas aspiraciones políticas del emecista y potencial esquirol electoral, Samuel Alejandro García Sepúlveda; y del remedo de disidente oficial, Marcelo Ebrard Casaubón. Por consiguiente, estrictamente hablando tendríamos al día de hoy en los hechos cuatro suspirantes presidenciales.

De estos cuatro políticos, Claudia Sheinbaum cuenta con una enorme ventaja por encima del resto. Todas las encuestas serias de reciente publicación la colocan con dos dígitos de superioridad arriba de sus adversarios. De resultas, su estrategia en el corto plazo será cuidar sus números y esperar que sus rivales no logren crecer en los nueve meses que nos separan de la elección presidencial.

Así las cosas, quienes tienen la urgencia de acaparar reflectores y buscar posicionamiento mediático en la inmediatez son Samuel, Marcelo y Xóchitl. De lo contrario, se quedarán rezagados y sin posibilidades reales de contender por la titularidad del ejecutivo federal el próximo junio de 2024.

Desde luego que catapultar una candidatura en menos de un año veinte puntos o más se antoja como una empresa casi imposible. Lo es. Definitivamente se necesitarían o de acontecimientos impactantes o de estrategias de comunicación política que rompan paradigmas. Lo que se complica con el marco jurídico en materia electoral que regula las campañas políticas en México.

He ahí donde surge la idea de realizar un ejercicio democrático sin precedentes.

Sería sumamente interesante que tanto Xóchitl Gálvez como Marcelo Ebrard y Samuel García se coordinen para llevar a cabo una serie de debates en Estados Unidos—si realizarlos en nuestro país fuese ilegal.

De esta manera, los tres estarían atrayendo la atención de la ciudadanía a sus propuestas y a su manera de sostenerlas y defenderlas. Y aunque esto podría beneficiar a la alternativa de Sheinbaum, la realidad es que son momentos en que si existiera genuina intención de vencer al oficialismo, las oposiciones deberían de actuar, si no en alianza, por lo menos en conjunto o en bloque.

Una serie de debates organizados y protagonizados por Samuel, Marcelo y Xóchitl sería el ejercicio perfecto y transparentemente democrático para que el electorado que no simpatiza con el oficialismo defina sus predilecciones. Si al final de este intercambio de ideas y argumentos los tres aspirantes se mantienen firmes en su intención de postularse a la presidencia, el voto se fragmentaria menos, pues habría mayor claridad respecto al mejor perfil para disputarle dicho cargo al partido en el poder. Sin embargo, no sería descartable un escenario en el que al final los tres opositores terminasen cohesionados y de dicha convergencia surgiera una candidatura opositora de unidad.