Hace pocas semanas conocí a un ser admirable, un poeta. Roberto López Moreno, un hombre poeta. Que vive la poesía y la poesía vive en él. Antes de conocerlo en persona, busqué información. Y entre las posibilidades, encontré en youtube su bello, musical e incesante rítmico poema, “Chiapas”, publicado en La voz primera (1970). Escucharlo en voz del autor fue sentir y reconocer la poesía, al poeta y la inteligencia poética (y también, la conciencia social y política). El autor cuenta que en principio, siendo muy joven, se inspiró en “Canto a Chiapas”, lindo poema de Enoch Cancino Casahonda; que él quiso hacer “algo similar, pero más fuerte incluso si se podía”.

López Moreno nació en 1942 en Huixtla, Chiapas. Por ello le canta con amor e idilio a su Estado, aunque haya llegado a Ciudad de México, Colonia Portales, a los 3 años de edad. En alguna entrevista refiere que esta circunstancia ocasionó vivir y crecer en dos mundos. Chiapas era el rincón hogareño, pero bastaba abrir la puerta para entrar a la gran urbe. Una puerta mágica que le permitía transitar de Chiapas a la gran ciudad y a la inversa; en su obra se leen ambos registros.

Aquí, “Chiapas”, de López Moreno, poema no tan conocido por los chiapanecos como el de Cancino (aunque debiera, por su fuerza y belleza, considero); en voz del autor:

En realidad, la obra de López Moreno es abundante y apenas empiezo una inmersión en ella. Por ejemplo, le he escuchado en vivo y de memoria en dos ocasiones un prolongado poema, causa de admiración, dedicado a la actriz Julia Marichal, asesinada en 2011; se incluye en su libro de 1998, Négridas.

Decía que lo conocí hace poco, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia del INBAL, donde realizo estudios de creación y él es maestro de Poesía. No soy poeta, mas he leído poesía. Y siempre sentí, como el pintor que dibuja un rostro perfecto y después lo distorsiona en abstracto, la necesidad de conocer la intimidad de la métrica. La parte matemática y la sensible, que ambas unen con felicidad en algún deseable momento. Y ha resultado un hallazgo descubrir que el maestro López Moreno está en la misma tónica; y es lo que imparte, lo que vive. Quiero presentar los primeros crudos ejercicios logrados bajo su enseñanza. Asimismo, compartiré en estas páginas algunos trabajos de las materias de Ensayo, Cuento, Crónica, Teatro y Novela, que junto al de Poesía, estructuran los estudios.

Las columnas más leídas de hoy

En primera instancia, un simple ejercicio de octosílabos en el rango de los versos del arte menor; dos cuartetas:

Octosílabos

I.

Veo desde mi ventana

Florecer al guayacán.

Árbol de flor amarilla,

Bello como el tulipán.

II.

Porque me has abandonado,

Camino sólo sin ti.

Tantos días nos amamos,

Ya los gozo con Mimí.

En segunda, una décima espinela de octosílabos; debida al español Vicente Espinel (1550-1624). Versificación muy popular en general en Latinoamérica incluso en la canción.

Locura

Silueta de tu figura

en mi nocturno desvelo,

aún eres lo que anhelo

en este mar de negrura.

Eurídice, esto es locura,

implorar por tu regreso.

Pero al fin de tu proceso,

Orfeo quisiera ser

y en el hades perecer

al instante en que te beso

Y en tercera instancia, una “treceada”, metro poético invención del propio López Moreno. Se expresa en su libro A Revueltas. Treceadas; para conmemorar el centésimo aniversario del nacimiento de José Revueltas en 2014. Poema cuya característica consiste en que, a la décima espinela, se incorpora al inicio un dístico y se agrega al cierre, como 13, un verso sin rima que sintetice en cierto modo el poema entero.

Beatriz

En busca de inspiración,

encontré la expiración.

Amada Beatriz, escucha,

quiero decirte que te amo.

Mi corazón tiene un amo

que en mi pecho siempre lucha

salir, y mi angustia es mucha.

Y ese amo es tu amor, Beatriz.

Y al huir, me hace infeliz.

Por tu ausencia, morir quiero;

no es mentira, que soy fiero.

Ve de ayer, mi cicatriz.

Dante y Virgilio me matan.

Sobra decir que estos ejercicios son de mi absoluta responsabilidad. Los comparto por el gusto de haber conocido al admirable poeta mexicano, chiapaneco, en este año que celebra su 80 aniversario, y por la fortuna de recibir su enseñanza.

Así como “Sensemayá”, de Nicolás Guillén -transformado en obra musical maestra por Silvestre Revueltas-, la poesía de la negritud a que corresponde Négridas se siente mucho mejor cantada que leída. López Moreno canta la poesía, y sí, lo sabemos, la poesía es música; música, grado mayor absoluto de la poesía.

Roberto López Moreno

Así, otro ejemplo del poeta de “Chiapas”, con “Sabre y Curiel”. Un poema-bolero podría decirse, con el cual el autor quiso salir para siempre de la confusión que en la infancia le producían dos famosísimos boleros, uno de José Sabre Marroquín y otro de Gonzalo Curiel; “Nocturnal” y “Vereda tropical”, respectivamente.

“Sabre y Curiel”:

Y como es muy gustado en este espacio un final musical (y considero al maestro no le desagradaría si diera con este texto), concluyamos con uno de los boleros del conflicto infantil, cantado por el mejor bolerista de México, Pedro Infante. De Sabre Marroquín, en la película Por ellas aunque mal paguen (1952; Juan Bustillo Oro, director), “Nocturnal”:

Roberto López Moreno

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo