1. Mantenerse informado.

2. Involucrarse en los asuntos de la nación.

3. Estar abierto al compromiso.

4. Permanecer con actitud civilizada.

5. Rechazar la violencia.

6. Valorar las normas.

7. Promover el bien común.

8. Respetar el servicio que brinda el gobierno.

9. Apoyar la enseñanza de la educación cívica.

10. Poner siempre primero al país.

Según Richard Haass, estos son los diez hábitos de los buenos ciudadanos.

Conocí a Richard en 1985. Yo iniciaba la maestría en políticas públicas y él era uno de los profesores más jóvenes y brillantes de la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard. El Dr. Haass es un diplomático veterano y una voz prominente en la política exterior estadounidense. Desde hace veinte años se desempeña como presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York. Becario Rhodes, tiene una licenciatura de Oberlin College y una maestría y un doctorado de la Universidad de Oxford. Es autor o editor de catorce libros sobre política exterior estadounidense.

Desde enero de 2001, hasta junio de 2003, fue director de planeación de políticas del Departamento de Estado, y fue el principal asesor del Secretario de Estado Colin Powell. Con rango de embajador, Haass también se desempeñó como coordinador de la política de Estados Unidos para el futuro de Afganistán y enviado al proceso de paz de Irlanda del Norte. De 1989 a 1993, fue asistente especial del presidente George H.W. Bush y director sénior de asuntos del Cercano Oriente y el sur de Asia en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

En enero pasado, Richard Haass publicó un nuevo libro, “The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens” (New York: Penguin Press, 2023). Lo sorprendente es que no se trata de política exterior. Propone nuevas obligaciones para la ciudadanía estadounidense, que son esenciales para sanar las divisiones y salvaguardar el futuro de su país. Lo que intenta con estas obligaciones es imaginar lo que significa ser un ciudadano que defiende la democracia y contrarresta la creciente apatía, ira, egoísmo, división, desinformación y violencia que amenazan a todos.

Inicia su libro con una idea muy poderosa. Haass nos cuenta que a lo largo de su carrera de estudio y práctica de la política exterior estadounidense, con frecuencia le han preguntado: ¿Qué le quita el sueño? ¿Es China? ¿Rusia? ¿Terrorismo? ¿Cambio climático? ¿Otra pandemia? Si bien todos estos temas exigen nuestra atención, en los últimos años Haass ha dicho algo más profundo: “la amenaza más urgente para la seguridad y la estabilidad de Estados Unidos no proviene del exterior sino del interior, de las divisiones políticas que ponen en peligro el futuro de la democracia estadounidense e incluso a Estados Unidos mismo”.

La pregunta obvia de seguimiento es ¿qué hacer al respecto? Haass responde inspirado en el Pésaj, cuando los judíos celebran su liberación del antiguo Egipto. Se les instruye para que se aseguren de que cada generación comprenda tanto lo que significa ser judío como lo que se requiere para ser judío. Sólo contando su historia han podido preservar su identidad, a pesar de milenios de persecución. Lo que Haass argumenta en su nuevo libro es que nadie debe asumir que su identidad será automáticamente heredada a la próxima generación. Eso se tiene que enseñar. Es nuestra responsabilidad.

“Una de las principales razones por las que la identidad estadounidense se está fracturando es que no nos enseñamos unos a otros lo que significa ser estadounidense. No estamos unidos por una sola religión, raza o etnia. En cambio, Estados Unidos está organizado en torno a un conjunto de ideas que deben articularse una y otra vez para sobrevivir. Por lo tanto, es esencial que cada estadounidense obtenga una base sólida en educación cívica (las estructuras y tradiciones políticas del país, junto con lo que se debe y se espera de sus ciudadanos) desde la escuela primaria hasta la universidad. Debe reforzarse dentro de las familias y las comunidades. Debe ser enfatizado por nuestros líderes políticos y religiosos, por los directores ejecutivos y los periodistas” escribe Haass con toda la razón.

No podemos abdicar a la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos los hábitos de la democracia. Debemos asegurarnos que sepan mucho sobre la historia, los ideales y las prácticas de su propio país y sistema político. Describir las estructuras fundamentales del gobierno, tanto los derechos como las obligaciones de la ciudadanía, es la mejor medicina preventiva contra la polarización. Las naciones se debilitan cuando las divisiones políticas plantean también dudas sobre el futuro de su democracia.

La polarización erosiona la democracia; hace que sea casi imposible para una nación abordar muchos de sus problemas económicos, sociales y políticos. El enfrentamiento tiene consecuencias adversas para la capacidad de encarar los retos y agresiones del exterior. Con divisiones, una nación no puede desarrollar su verdadero potencial.

Uno de los 10 “hábitos de los buenos ciudadanos” del libro de Haass es: “poner el país y la democracia antes que el partido o la persona”. Es una guía provocadora sobre cómo debemos repensar la ciudadanía para que la democracia sobreviva. ¿Estamos preparados para hacer lo necesario para salvar nuestra democracia? El libro de Haass es un llamado audaz hacia el cambio. La idea misma de ciudadanía debe ser revisada y ampliada.

El texto de Haass señala que “la Declaración de Derechos está en el centro de nuestra Constitución, sin embargo, nuestros conflictos más difíciles a menudo surgen de puntos de vista contrastantes sobre cuáles deberían ser nuestros derechos”. Por eso, a lo largo de los años, la lección es clara: los derechos por sí solos no pueden proporcionar la base para una democracia funcional, y mucho menos floreciente. Haass propone una cura a este mal: “poner las obligaciones en el mismo plano que los derechos”.

Las diez obligaciones que Haass presenta en su libro son esenciales para sanar las divisiones. Replantean lo que significa ser ciudadano. No son una carga sino compromisos que hacemos con los conciudadanos y con el gobierno para defender la democracia y contrarrestar la creciente apatía, ira, egoísmo, división, desinformación y violencia que nos amenazan a todos. La obligación de mantenerse informado es fundamental para ser exitoso en todas las demás. Agrega que una de las grandes ironías o contradicciones de este momento es que estamos nadando en información, pero también en desinformación.

El autor tiene toda la razón cuando dice que “el hecho de que alguien disfrute de una posición de poder no significa que sepa mucho. Por eso, una de las 10 obligaciones, es precisamente poner primero al país. Esperamos carácter, virtud, de nuestros líderes políticos. No espero que muchas de estas personas que vemos en la vida pública simplemente se vuelvan virtuosas y antepongan al país a sus propias ambiciones políticas. Pero eso depende de nosotros los votantes”. Puede ser que no todos los políticos sean responsables, pero todos responden. Por eso los ciudadanos tienen que premiar los buenos comportamientos y sancionar los malos.

Una democracia vigorosa está también en el interés de las empresas. Ante quienes argumentaban que la única responsabilidad de una empresa era maximizar las ganancias y recompensar a los accionistas, la realidad es muy diferente hoy. Accionistas, empleados, proveedores y clientes juzgan a las empresas por sus prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo, cómo contratan y su compromiso con la responsabilidad social. Deben promover un entorno de trabajo inclusivo y más igualitario. Las empresas dependen de la democracia y del estado de derecho, de la división de poderes, de los frenos y contrapesos, de la honestidad y la transparencia.

A través de una combinación de civismo, historia y buen análisis político, el libro plantea la manera de recuperar actitudes que les puedan permitir recuperar el camino del éxito. Como argumenta Richard Haass, “Tenemos el gobierno y el país que nos merecemos. Sin embargo, construir el país que necesitamos depende de nosotros”. La “declaración de obligaciones” brinda a los ciudadanos de todo el espectro político un plan de acción para lograrlo.

Haass dice, con razón, que “si todo el mundo se centra en sus derechos, entonces no hay lugar para el compromiso porque los derechos se vuelven absolutos muy rápidamente”. Todos sabemos que los derechos vienen junto con las responsabilidades. Pero Haass decide enfocarse en las obligaciones. No son requisitos. No es cuestión de legalidad. Son las cosas que debemos hacer para que un sistema político funcione, para que una sociedad permanezca en paz.

Cuando terminé de leer el libro me quedé muy preocupado sobre mi país. Tal vez estamos hundidos en la polarización porque estamos fallando en enseñar a nuestros hijos lo que significa ser mexicano. Todos queremos que sean buenos ciudadanos. Es nuestra responsabilidad.