Una nueva eliminación de Pumas. En esta ocasión en vísperas de que concluya el torneo regular. No se pudo lograr ni el repechaje. Es decir, no se fue capaz de ocupar ni el lugar 12 de 16. Cuando en un torneo que se enaltece la mediocridad no se es ni lo suficientemente bueno para ser mediocre, la situación se antoja fea, patética.

La temporada resultó un enfriamiento de ilusiones. Los fichajes habían generado expectativas. Se trajo a un presunto extraterrestre, a un tuerto a país de ciegos, a guiarnos en la senda de la anhelada gloria. Al final todo acabó en demagogia y conspiraciones.

Porque resultó que quien encarnaría la esperanza rayaba en los 40. Sin embargo, tuvo más minutos que el portero titular: un muchacho de la edad de mi hermano menor, nacido en el 91. De resultas, vienen las teorías conspirativas, que un fiel creyente en Pie Grande y en los reptilianos como yo—aunque no anti vacunas—, siempre suscribirá.

¡Claro que existe una cláusula que ha fungido como yugo a Lillini! ¡Por supuesto que hay una obligatoriedad absurda de no sentar a Dani Alves! Si no fuera así, después del 3-0 contra el América o el 5-1 contra Santos, ambos en casa, hubieran echado a Andrés a patadas del equipo. El año de los fichajes y…¿el director técnico empeñado en la venta de camisetas?… No lo creo.

Así que espero que no despidan a Andrés Lillini. Esto no tiene pinta que sea su culpa. Los culpables son los dueños del dinero; que esta vez sí llenaron las gradas y sí agotaron las camisetas, a pesar de los constantes fracasos y las humillaciones.

Ojalá que para el próximo torneo compensen a la tribuna.

Yo no me quejo del dolor. No se le va a Pumas para andar riendo todo el día. Lo bonito de estos colores es el entusiasmo por las lágrimas, tanto las de felicidad como las de tristeza, que son las más.

En el éxito consuetudinario hay de todo, menos romanticismo. Los amantes del fracaso encontramos consuelo en no ser anodinos emocionales como aquellos que se acostumbran a ver a sus equipos levantar copas. Me moriría si los campeonatos se volvieran insípidos; si ser campeones más que un sueño eterno fuese una costumbre. Y es que no hay más: de la U se es en las buenas y en las malas. Pero en las malas, mucho más. Pues esto es mucho más que una pasión.