Uno gobierno tras otro, de todos colores, México se ha ido convirtiendo en un basurero, y no me refiero sólo a lo ambiental, sino a lo político, lo social y lo moral. Han conseguido polarizarnos al grado de creer que hay ciudadanos más valiosos que otros. Según su ideología y con una pésima pero eficiente narrativa, lograron incrustar la falsa idea de que hay ciudadanos de primera y de segunda, cuando en realidad lo que hemos perdido es el respeto entre nosotros mismos.

El país se ha vuelto ineficiente e inseguro

Viajar por carretera es un riesgo; pasar por una caseta puede tomar horas, si es que no está tomada por grupos que lucran con el vacío de autoridad; hablar por teléfono, una temeridad; el trasporte público una actividad de alto riesgo. Los mercados o tianguis no son lugares seguros porque operan mafias de rateros, secuestradores y extorsionadores, mientras los comerciantes apenas sobreviven bajo el yugo del cobro de piso o de algún líder sindical.

Las ciudades se han convertido en un desastre ambiental y urbano, no existen políticas de desarrollo sostenibles y la corrupción está presente en cada nivel, desde el que se roba un metro más de terreno, al que construye sin permisos, o el que prefiere dar mordida antes que hacer las cosas bien y siempre, siempre hay una autoridad que no duda en estirar la mano y voltear la mirada. En las ciudades más grandes la vida se vuelve caótica entre el tráfico intenso, circulando en avenidas y calles llenas de baches y topes, y embotellamientos donde operan mafias que controlan la mendicidad y los asaltos, en fin, y lo peor, es que esto ya no escandaliza a nadie. Nos han hecho creer que lo normal es vivir en un sistema podrido.

Ser mejores individuos y ciudadanos

Pero más allá del deterioro institucional y la erosión del Estado de derecho, lo que más duele es que a grandes pasos hemos perdido lo esencial, la empatía.

Nos han dividido tanto que ya no vemos al otro como un compatriota, sino como un enemigo, nos vemos con desconfianza, envidia o temor y es natural, si caímos en este juego de etiquetas —fifís contra chairos, derechairos contra progres— y se nos olvidó que lo que está en juego no es una ideología, sino el futuro de nuestro país.

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Sin embargo, aún hay razones de sobra para creer en México. Aún hay ciudadanos críticos y aún hay quienes siguen luchando por hacer lo correcto. Se ha vuelto un lugar común la frase de “los buenos somos más” y es cierto, a pesar de todo, sigue habiendo gente buena que no se ha rendido ante la corrupción ni la impunidad.

No podemos resignarnos

Recuperar el país no es una tarea que competa sólo al gobierno, nos involucra a todos y, la solución puede ser más simple de lo que parece: cumplir la ley, respetar al prójimo y no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran.

Lamentablemente, lo que debería ser normal hoy parece excepcional, pero no cabe duda, ese es el único camino. México nos necesita, y rescatarlo para nosotros y las próximas generaciones está en nuestras manos.

X: @manuel_diaz