Hace unos días el Giro de Italia pasó por Pisa, la tierra de Galileo Galilei, también la de una torre ilustre porque sus constructores hicieron malos cálculos —el suelo era demasiado blando para la pesada estructura y se inclinó desde su construcción: no se ha caído porque se han invertido millones de dólares para sostenerla—.

Galileo, se supone, realizó sus principales experimentos en la torre de Pisa. Verdad o mentira, tal historia ha contribuido muchísimo a la fama de la torre inclinada.

El martes 20 de mayo, en Pisa, se desarrolló la segunda etapa, contrarreloj, del Giro de Italia 2025. El mexicano Isaac Torito del Toro perdió algunos segundos, pero no el liderato. La verdad de las cosas es que, por la lluvia, él decidió ser precavido: una caída lo habría dejado fuera de la competencia frente a dos rivales de buen nivel, el español Juan Ayuso y el esloveno Primož Roglič.

No sé en Eslovenia, pero en España hubo fiesta. El diario El País cabeceó con inverosímil cursilería y excesiva arrogancia: “El Giro de Italia se inclina ante Juan Ayuso en Pisa… La carrera regresa a la normalidad tras el sobresalto de Siena”.

¿Qué había ocurrido en Siena? Que el mexicano se había visto muy superior al español —y al esloveno— y, contra los deseos de la prensa de España, el Torito había tomado una gran ventaja.

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La soberbia del principal diario madrileño —“la carrera regresa a la normalidad tras el sobresalto de Siena”— quedó en ridículo un día después, el miércoles 21 de mayo, en una durísima etapa de media montaña: el mexicano Del Toro volvió a superar al español Ayuso, y también al mucho más discreto esloveno Roglič.

Ayer jueves 22 de mayo de 2025 el mexicano Del Toro volvió a burlarse del engreimiento español: otra vez superó a Ayuso —y a Roglič—.

Vi un resumen de la etapa del 21 de mayo en YouTube. Alguien grabó la transmisión de la contrarreloj de un medio colombiano, Caracol Sports, donde colabora la periodista mexicana Georgina Goga Ruiz Sandoval, excelente narradora.

Yo adelantaba el video para apreciar solo lo más importante de la etapa. En algún momento, cierto compañero de Goga dijo que en la etapa anterior, la de Pisa, se le olvidó comentar un libro relacionado con esa localidad, así que lo hizo ya con el Giro en otras tierras: habló de La hija de Galileo, de la periodista estadounidense, divulgadora de la ciencia, Dava Sobel.

Nunca leí esa obra. La buscaré porque me interesa el tema de la hija ilegitima de Galileo Galilei y de su amante Marina Gamba. Ahora solo diré aquí que, como Galileo y Marina no estaban casados, entonces Virginia Galilei no iba a poder casarse con alguien que valiera la pena. Por esa razón se le obligó a ser monja, y entonces cambió su nombre por el de sor María Celeste.

No tengo el libro La hija de Galileo, pero lo tendré. Ayer me conformé con leer reseñas. En una el autor destacó ciertas expresiones de dos grandes obras del filósofo Bertrand Russell, Historia de la filosofía y Por qué no soy cristiano:

  • “Recuerdo que me llamó mucho la atención el capítulo —de Por qué no soy cristiano que el filósofo dedica al horror al agua y al jabón de los cristianos”.
  • “El filósofo nos cuenta que, cuando Constantino declaró el cristianismo como religión oficial del imperio, los cristianos se encontraron con una población que se lavaba y se bañaba”.
  • “¿Cómo conseguir que estas prácticas fueran abolidas? Muy fácil: bastó con convertirlas en pecado”.
  • “Curas y frailes repetían en sus sermones que Dios había creado el agua para beber, no para lavarse”.
  • “Bertrand Russell ilustraba su crítica con un cuento muy repetido en la Edad Media que él había encontrado en un olvidado archivo. Se trataba de un santo eremita que vivía en el desierto. Se alimentaba del pan que todos los días le llevaba un ave del cielo y calmaba la sed gracias a una fuente que manaba muy cerca de su cueva. Un día de calor extremo al santo se le ocurrió aprovechar el agua para refrescar su cuerpo. Al momento la fuente dejó de manar. Tuvo que hacer grandes sacrificios para que de nuevo volviera a manar”.
  • “En su monumental Historia de la Filosofía, Bertrand Russell vuelve a insistir en el horror al agua y al jabón de los cristianos: ‘La limpieza les daba horror. Los piojos fueron llamados perlas de Dios y eran signo de santidad. Los santos y las santas se jactaban de no haber usado nunca el agua para sus pies, excepto cuando tenían que cruzar un río’...”.

Galileo Galilei fue enjuiciado y condenado por la Inquisición en 1633. El poder excesivo, que corrompe excesivamente (Lord Acton dixit), normalmente es enemigo de la inteligencia.

Ahora mismo, en Estados Unidos la extrema derecha, ensoberbecida porque ganó las elecciones presidenciales del año pasado, está atacando con furia a la universidad más prestigiada del mundo, la de Harvard.

Si resiste —no le resultará sencillo— la Universidad de Harvard sobrevivirá y en unos pocos años será todavía más importante en el mundo del conocimiento. Porque inclusive al más agresivo piojo le llega su peine que lo destruye.

No por nada la frase más antigua escrita que se conoce —1700 a.C. —, en una especie de peine de marfil, habla de piojos y cómo eliminarlos: “Que este colmillo acabe con los piojos del cabello y la barba”.

La ciencia no murió cuando la Inquisición condenó a Galileo. Harvard, sometida ahora a duros ataques, sobrevivirá tanto si sigue dando la pelea fuertemente como si se rinde por estrategia —a veces hay que retroceder para ganar las batallas: el propio Galileo tuvo que humillarse ante el poder de la iglesia—. La universidad más reconocida en todo el mundo encontrará el peine de marfil, o el colmillo, que acabe con los piojos del fanatismo enemigo de la sabiduría.

¿Hasta cuándo aguantará el Torito? Esa pregunta me la hizo ayer un amigo español, esperanzado en que Isaac del Toro pierda terreno en las etapas montañosas que habrá en el Giro de Italia a partir del próximo martes. Les duele en España que un joven mexicano de 21 años de edad supere a su mejor ciclista, Juan Ayuso. Lo peor, a Del Toro se le había contratado para apoyar al otro. Pero, ni hablar, en la carrera no son los contratos los que mandan: las órdenes las dan las piernas, y las de Torito han sido más fuertes que las de Ayuso.

Los piojos de la envidia son terribles. Ha sido decepcionante leer a cierta prensa española. No sé si el Torito ganará el Giro de Italia. Confío en que así ocurrirá. Pero si Isaac desfalleciera, nada me gustaría más que ver la victoria del esloveno Primož Roglič, quien por cierto hace poco tiempo le dio una lección al español Ayuso, nacido en Barcelona, que hasta hoy nomas no ha podido con el mexicano Del Toro, nacido en Ensenada.