En México los demonios se esconden bajo las sotanas. Altos mandos de la Iglesia, si es que no forman parte de esa legión de pederastas, se han dedicado a protegerlos, a esconderlos; por desgracia lo seguirán haciendo: piensan que el bendito poder los protege o los perdona ya sea por abusar o por callar, da lo mismo.

Las víctimas que han tenido el valor de denunciar han quedado muy afectadas psicológicamente, el eco de sus voces, el de la justa denuncia queda encerrado en las bóvedas celestiales de las iglesias; se pacta en el conciliábulo sagrado: “nada debe salir a la luz”.

La cruz de la impunidad y complicidad abre con saña y restriega esa herida provocada por el abuso; cicatriz que nunca cierra, de la que emana una fuente de dolor que nunca para y a veces se convierte en torrentes que destruyen, un suplicio que habrá marcado sus vidas, las ha truncado, mientras los depredadores siguen en las parroquias, en las iglesias, en espera de otras víctimas.

Muchas han tenido la valentía de hablar, de contar con dolor y vergüenza el haber sido abusadas. Un crimen que les oscureció el rumbo de la vida y que les arrancó toda autoestima; que los hizo perderse en un mundo negro caminando con la cabeza baja, con al alma llena de dudas y tristeza, con pesada sombra de culpa; están avergonzados por no haber gritado, por no haber dicho “¡no!”. Palabra tan corta y a la vez tan prolongada y eterna que se habrá o estará ahogada en sus infantiles gargantas, permaneciendo el doloroso clamor aún ahí en algunas ya adultas, mientras el abusador aprovecha ese silencio forzado para seguir con sus desviaciones.

Después de años o décadas, algunas víctimas, han tenido la fortaleza de denunciar, de hacer público lo que sufrieron. Todo ha sido en vano… Aun viejos y marchitos esos depredadores siguen abusando de menores a sabiendas que sus santos jefes los encubrirán y que el mayor, el que está en los cielos los perdonará. Buen e impune disfraz para los abusadores…

Arzobispos, obispos, hasta Papas han callado, han protegido a estos pederastas destructores de vidas.

Carece de importancia cuántas voces griten y denuncien; mientras yo escribo, sacerdotes, en este momento, estarán aprovechándose de la inocencia de un niño y otros, ya satisfechos estarán dando el sermón, elevando la copa dorada con las mismas manos perniciosas, abusadoras… Rezan, piden por los enfermos, por los que sufren… Aún a sabiendas que sus pequeñas víctimas estarán ahí frente a ellos aferradas a las manos de sus padres; encerrando en sus almas infantiles el pánico. Las luces, iluminan los hilos dorados de las sotanas de estos demonios.

No importa cuántas denuncias haya, no importan las vidas de las víctimas, algunas han sobrevivido al infierno de la culpa, otros se han quitado la vida porque no supieron manejar esa vergüenza.

Organizaciones como Spes Viva y Bishop Accountability alertaron que en nuestro país, existen al menos 16 obispos, arzobispos y superiores de congregaciones que han encubierto a sacerdotes pederastas. Por decir unos cuantos. Por todo el mundo andan impunes.

En Francia está documentado que fueron abusados 330,000 niños en 70 años. En el estado de Maryland, en la arquidiócesis de Baltimore, abusaron sexualmente de más de 800 niños.

México cuenta con una larga historia de pederastia por parte de miembros de la Iglesia, donde según la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), 426 sacerdotes han sido investigados. ¿Cuántos niños y niñas habrán sido sometidos a un infierno por estos infames? Así, de siniestras las cifras.

Cuando cuestionaron a Norberto Rivera respecto al tema dijo: “la pederastia también es culpa de los niños”. El retorcido pensamiento de Rivera lo induce a declarar que hay niños mentirosos y que son capaces de tentar…

Eso es lo que dijo este pervertido jefe católico; ¿cómo se atreve a decir que un niño puede inducir a la tentación? Maligno y enfermo el pensamiento de Rivera; razón por la cual es otro que ha guardado silencio…

Solo bajo presión se hacen públicos los nombres de estos abusadores que están bajo registro secreto de la iglesia. En la presentación de un informe de pederastia en la Iglesia Católica Mexicana, se nombraron algunos obispos activos y retirados que protegieron y protegen.

Entre ellos se mencionó al Obispo Alonso Gerardo Garza, de Piedras Negras, quien intentó convencer a la víctima de no denunciar al sacerdote Juan Manuel Riojas, el “Padre Meño”.

Otro cómplice, ha sido el Obispo Jonás Guerrero Corona de Culiacán, quien amparó con su cruel silencio al pédofilo sacerdote Carlos López Valdez; no le importaron al obispo las pruebas de que además de abusar de los niños este degenerado producía pornografía infantil.

El Obispo Enrique Díaz Díaz ejerció presiones para que una víctima de Irapuato, no presentará denuncia por haber sido violado por un sacerdote.

Obispos mexicanos y de todo el mundo han hecho lo posible para silenciar a las víctimas; permitiendo que los abusadores sigan sin ninguna consecuencia arrebatando la toda esencia de los niños a sabiendas que crecerán cargando con un silencio y un despojo total de su autoestima en construcción, que irán por la vida cansados por cargar con la excesiva e injusta vergüenza por haber callado, o que nacerá en ellos el rencor y por qué no, el odio por estos abusadores que bajo la imagen divina satisficieron sus perversos deseos.

El peor castigo será que lo cambien de parroquia o iglesia o que los manden de penitencia, como el Papa Juan Pablo II lo hizo con uno de los peores de la historia de México: el millonario, estafador y pederasta Marcial Maciel.

Los sacerdotes mexicanos dicen que se adhieren a la política “tolerancia cero”, mienten, a menos que sea “Cero Tolerancia ante las Denuncias”…