Decidí no ver series de narcos. Desde el cártel de los Sapos hasta el Señor de los Cielos, desde El Patrón del Mal, la Reyna del Sur y Narcos, juntos construyen la apología de estos delincuentes. En la pantalla, los capos se convierten en héroes, en figuras públicas. Mujeres exuberantes, hombres guapos, autos del año, casas lujosas, una vida llena de emociones, dinero y sexo. No es culpa únicamente de la series, pero pregunten a los adolescentes bombardeados por estas versiones idílicas de narcotraficantes qué prefieren ser de mayores, cuál es su imagen del éxito, cuál es su sueño. La respuesta de algunos de ellos puede ser terrible, pero reveladora de la realidad que vivimos.

Ya vimos El Infierno y La dictadura perfecta, las excelentes sátiras cinematográficas de Luis Estrada, Somos es una serie diferente. No hace apología del narco, sino una crónica serena, cruda y desgarradora de la vida cotidiana cuando el crimen organizado se apodera de una comunidad. Es la versión novelada de la matanza de Allende, Coahuila en 2011. Un hecho que se perdió en una larga lista de tragedias sepultadas bajo toneladas de mentiras, ineficiencia, violencia, corrupción e impunidad.

La realidad supera a la ficción

La narrativa de Somos es poderosa, pero si nos diéramos un tiempo para leer el informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, más de uno se quedaría pasmado por la crudeza de los hechos que ahí se describen.

Que decir de la crónica detallada que Ríodoce y otros medios de comunicación publicaron después de las elecciones del pasado 6 de junio, respecto a la intervención de cárteles de narcotraficantes en las elecciones de algunas regiones y municipios de Sinaloa. Escuchemos o leamos los testimonios de los sobrevivientes de la matanza de Reynosa, Tamaulipas, de hace apenas algunos días. Lo ahí descrito supera las ideas de los guionistas más imaginativos de cualquier empresa productora.

La violencia esta cerca

No sólo en los medios y en las redes, ahora en mensajes personales de conocidos o lectores, que desesperados por la situación escriben con la esperanza de algún tipo de ayuda o por lo menos para que su situación se conozca, para no vivir el terror de forma anónima.

Ayer, lunes 12 de julio de 2021, llegaron a mi teléfono móvil mensajes de texto de habitantes de las comunidades de Santa Ana Amatlán y de Buenavista en Michoacán. Reportaron que alrededor de 40 camionetas con hombres armados y tres vehículos de los llamados “monstruos”, con blindaje artesanal recorrían las calles de esas comunidades. En sus mensajes decían que los habitantes estaban encerrados en sus domicilios o en donde podían; que las carreteras estaban bloqueadas y que las autoridades no aparecían por ningún lado. ¿Dónde estaba la policía estatal y el Gobernador? ¿Dónde estaba la Guardia Nacional o el Ejército y la Marina?

Hombres armados en comunidades de Michoacán

No es ficción, lamentablemente es la realidad de varias comunidades y pueblos de nuestro país. Por supuesto que la violencia no se combate con violencia, que se deben eliminar las causas de la inseguridad, pero no se puede abandonar a la población a su suerte y dejarlos indefensos ante la delincuencia. El Estado es quien tiene el monopolio de la violencia legitima. Eso pienso yo. ¿Usted que opina?

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