Enseguida un repaso a las letras griegas. Resulta importante conocerlas siempre, pero mucho más en este momento porque, desde julio de 2021, la Organización Mundial de la Salud decidió utilizarlas para bautizar a las variantes de covid-19:

  • alfa
  • beta
  • gamma
  • delta
  • épsilon
  • dseta
  • eta
  • zeta
  • iota
  • kappa
  • lambda
  • mi
  • ni
  • xi
  • ómicron
  • pi
  • ro
  • sigma
  • tau
  • ípsilon
  • fi
  • ji
  • psi
  • omega

La variante del Reino Unido fue bautizada como alfa, la primera de Sudáfrica como beta, la de Brasil como gamma, la de India como delta y así.

La última variante conocida, también de Sudáfrica, es ómicron. Pero…

No pocas personas han notado que la variante más reciente debería llamarse ni o xi, dos letras que la OMS esta vez olímpicamente se brincó.

En Estados Unidos, el senador republicano de ultraderecha, Ted Cruz, acusó a la Organización Mundial de la Salud de haber respetado excesivamente al presidente de China, Xi Jinping: “Si la OMS le tiene tanto miedo al Partido Comunista Chino, ¿cómo puede confiar en que lo confrontará la próxima vez que intente encubrir una pandemia mundial catastrófica?”.

La revista alemana Der Spiegel, para salir de dudas, consultó a la OMS y, en efecto, sus directivos no quisieron usar el apellido del dirigente chino.

Cito la respuesta que spiegel.de recibió de la Organización Mundial de la Salud:

  • Para empezar, la OMS dijo que se había saltado la letra ni porque podría confundirse fácilmente con la palabra inglesa new. ¿Será? Quizá, ya que ni se pronuncia nu.
  • No se consideró la letra xi porque es un ‘apellido común’. En este caso, según la OMS, se siguieron las propias pautas de la organización para nombrar nuevas enfermedades, como la de evitar que los nombres asignados a las mismas pudieran parecer insultos “a grupos culturales, sociales, nacionales, regionales, profesionales o étnicos”.

Xi no será el apellido más común en China —este privilegio lo tiene Li, que es el apellido de más personas en el mundo—, pero lo cierto es que debe haber bastantes chinos y chinas apellidadas Xi; una de tales personas, ni más ni menos que el presidente de ese país.

Para quienes no lo saben —yo no lo sabía— el nombre del gobernante chino es Jinping; su apellido, Xi. Podría pensarse lo contrario, ya que lo conocemos como Xi Jinping. Lo que pasa es que, en China, el apellido antecede al nombre; no es la única nación en la que se sigue tal orden, pero en algunas, como Japón y Hungría, se han invertido los términos para adaptarlos al uso occidental.

Ómicron y Zócalo

El hecho es que ya invade al mundo la variante ómicron, de la que se sabe que es muy contagiosa, pero no hay certeza de que lleve a cuadros graves de covid. En las pandemias, como en el bolero, uno no sabe nunca nada.

Pero no es por lo que se sabe, muy poco, sino por lo que no se sabe, que es mucho —ante la duda lo mejor es actuar con energía—, las naciones europeas están estableciendo nuevas medidas para minimizar los efectos negativos de la pandemia, como no permitir la entrada a viajeros que hayan estado en Sudáfrica.

¿Debería México prohibir el ingreso de gente que haya visitado ese país africano? Yo lo haría, claro que sí, pero creo que no ocurrirá. Ya López-Gatell dijo que tal medida no se justifica porque no hay evidencia suficiente para pensar que la nueva variante sea más peligrosa; tiene razón, no la hay, pero él se abstuvo de comentar que tampoco hay evidencia suficiente como para afirmar que ómicron será inofensiva y que, por lo tanto, no exige medidas adicionales de protección.

El presidente Lopez Obrador anunció que, el próximo miércoles en el Zócalo, dará un mensaje a todos los mexicanos y a todas las mexicanas. Aconsejó Andrés Manuel acudir al evento con cubrebocas. Buena recomendación, sin duda.

Respetuosamente te sugiero, Andrés Manuel...

Si se me hace caso, qué bien, y si no, pues ni modo, pero voy a dar una sugerencia al presidente López Obrador a partir de mi experiencia de ayer en la Alameda de la Ciudad de México.

En este lugar —específicamente a un lado de Bellas Artes— se exhibió la película documental de Luis Mandoki “Fraude: México 2006″. Acudí para acompañar a Luis, ya que hace 15 años este cineasta me invitó a ser su productor. Fue mi experiencia profesional más rara porque no tenía ni la menor idea de qué era producir una película. Mandoki me lo explicó en doce palabras elegidas para que las comprenda a la perfección un regiomontano: “Tú consigue el dinero y yo hago el filme, y es todo”. Lo conseguí y todavía no lo creo. El hecho práctico es que ahí sigue la película presentándose por aquí y por allá. Ayer la vi por segunda vez.

En la Alameda se guardó la sana distancia porque los organizadores, del área cultural del gobierno de la CDMX, colocaron sillas que permitían a todos estar en perfecto orden.

Andrés Manuel ha visto, supongo que una sola vez, el filme de Mandoki. Recordará el presidente que este documental tiene tres protagonistas principales: (i) la gente, triste e indignada por aquel fraude electoral que tanto dañó a la democracia mexicana; (ii) el dirigente del movimiento de resistencia civil que en 2006 nació, el propio AMLO, y (iii) el Zócalo capitalino.

Bellísimas imágenes del Zócalo con decenas de miles personas llorando y gritando con toda su fuerza contra el fraude. Todas de pie, es decir, moviéndose, cruzándose entre sí y en algunos sectores, empujándose por las aglomeraciones.

En 2006 el movimiento encabezado por López Obrador apenas tenía recursos para tarimas, bocinas y vallas. Hoy las cosas son diferentes. ¿O no es así?

El movimiento de resistencia pacífica que nació en 2006 llegó al poder 12 años después, en 2018, y ya cumple la primera mitad del sexenio. De ahí el informe de AMLO en el lugar que evidentemente el presidente más quiere, el Zócalo.

Supongo que no costará demasiado ni se violará ningún compromiso de austeridad si, en este 2021, se instalan sillas en todo el Zócalo. No sería tan costoso, es decir, se gastaría en ello infinitamente menos de lo que se derrochaba en los informes de los presidentes priistas y panistas.

La gente merece ya un mínimo de comodidad en el maravilloso Zócalo, la plaza en la que AMLO hace 12 años acampó durante muchos días para exigir algo tan sencillo como legalidad electoral.

Si fuera posible, y creo que lo es términos legales —y desde luego en el contexto de la austeridad republicana— el gobierno de México, para el informe presidencial del próximo primero de diciembre, debe instalar estaciones para regalar cubrebocas y botellitas de gel antibacterial.

También, y no es abusar del presupuesto, alquilar calefactores de gas LP para colocarlos cada tantas sillas; como los que hay en los jardínes de los restaurante caros. Es que, no lo olvidemos, en diciembre, las tardes en la Ciudad de México son frías, y la gente heroica que hizo posible el cambio democrático merece un poco de calor. Gente que inclusive acude con niños, ya que no tiene con quién dejarlos.

Hasta podría entregarse a cada persona una pequeña manta para cubrir la espalda o las piernas. Como el pueblo que suele acompañar a AMLO en el Zócalo es el pueblo pobre —las clases medias y altas verán el informe en la tele o en YouTube o Facebook— puede aprovecharse la concentración para repartir algo tan sencillo, pero tan valioso, como una cobija que cada quien se lleve a su casa para mitigar el frío.

Pienso que hay programas públicos, del gobierno federal y del de Sheinbaum en la CDMX, para algo así. Anticipo y de una vez rechazo la crítica que haría la de derecha: no, no serán regalos para acarreados, sino nada más un gesto de solidaridad de un gobierno que tanto le debe a su pueblo.

La verdad de las cosas es que el encuentro del gobernante con el pueblo que tantas veces lo ha rescatado no tiene por qué ser, en 2021, tan sacrificado como en 2006.

Una de las escenas del documental de Mandoki —Andrés Manuel pronunciando un discurso cierta tarde lluviosa, y la gente ahí, sin moverse, empapada, firme soportando el frío—, me llevó a redactar este artículo.

En fin, pienso que el evento debe celebrarse con las precauciones necesarias por ómicron, como el cubrebocas y la sana distancia, pero también con comodidades mínimas para las decenas de miles de personas que quieren celebrar en el Zócalo el tercer año de la victoria que llegó más de una década después del terrible fraude de 2006.