La reciente tragedia acaecida en el colegio Robb Elementary en Uvalde, Texas, ha conmocionado al mundo entero. La muerte de los 19 niños y los dos maestros han recordado a los estadounidenses y a la opinión pública internacional la vulnerabilidad de las democracias frente a los poderes fácticos.
El poder incontestable de la National Rifle Association ha sido el responsable directo del asesinato infame y atroz de tantos inocentes a lo largo de las ultimas décadas. Aunque algunos han atribuido las masacres principalmente al estado mental de los criminales, la realidad apunta hacia un hecho incontrovertible: un país es mas peligroso cuando los criminales y desequilibrados mentales tienen fácil acceso a rifles de asalto, tal como fue el caso del maldito Salvador Ramos: responsable del fallecimiento de niños inocentes que esperaban esperanzadamente la llegada del verano para gozar de sus vacaciones.
La NRA, a través del financiamiento de las campañas de legisladores republicanos (y algunos demócratas) ha mantenido a los Estados Unidos bajo el yugo del miedo; ante un gobierno federal impotente ante la pérdida inexplicable de tantas vidas inocentes. Las lágrimas del presidente Barack Obama tras los atentados en Sandy Hook, Connecticut, reflejan la impotencia del hombre más poderoso del mundo; impotente ante la inacción de los legisladores en Capitol Hill para poner un alto a la venta indiscriminada de armas de asalto a lo largo del país.
Joe Biden, quien vivió como vicepresidente los horrores de Connecticut, ha vuelto a atestiguar, ahora como presidente, los actos deleznables de hombres cuyos nombres no merecen ni siquiera ser mencionados.
El dominio de la NRA sobre el Congreso estadounidense es la ejemplificación más dramática del poderío del poder económico sobre el poder político. Un puñado de empresarios dueños de empresas de la industria armamentística, reunidos en una organización que vela por sus mezquinos intereses, tienen de rodillas al presidente de Estados Unidos, a los legisladores que propugnan una sana regulación de la venta de armas, y a millones de niños y padres de familia que temen diariamente al enviarles a la escuela.
En el caso de México, el presidente AMLO ha abanderado desde siempre su convicción por la lucha para destruir el dominio de los poderes fácticos sobre el interés general. Si bien México no sufre de la presencia de una asociación de empresas de fabricación de armas, sí que adolecemos de la existencia de sindicatos que miran hacia sus propios intereses, dejando atrás lo que mejor conviene a la mayoría de los mexicanos.
Los cabildeos son un cáncer que debe ser erradicado. Nunca más un grupo de empresarios debe tener el control sobre legisladores corruptos incapaces de mover un dedo para defender el interés general, y en el caso de la NRA en Estados Unidos, la defensa de la vida de millones de niños inocentes que van diariamente a las aulas de clase en busca de un futuro mejor. ¡El nombre del execrable Salvador Ramos debe permanecer para siempre en el fango de la vergüenza y de la ignominia! ¡Nunca más el poder económico deberá imponerse sobre el interés general! Es una tarea para todos.