Soy un aficionado de casi cuatro décadas al futbol, con una muy especial atención y también pasión y cariño por el futbol mexicano, mismo que, sin exagerar, me ha dado algunas de las más grandes alegrías y emociones en la vida, sentimiento que es compartido por millones de mexicanos, y también por aficionados y gente del medio futbolístico de otros países; no es casualidad que los dos mejores campeonatos mundiales de la historia se hayan jugado en México: esos donde se consagraron, ni más ni menos, los dos más grandes astros del balompié mundial: Pelé (México 70) y Maradona (México 86). La LigaMx es, para mí no hay duda, la más emocionante del planeta, una donde además es irregular por competitiva, ya que cualquier equipo puede ser campeón y/o a la vez caer al fondo de la tabla; su formato ha sido emulado por otros países protagonistas de el deporte más popular del mundo.

Me considero alguien que algo sabe del asunto, no por ser una eminencia ni muchísimo menos, pero algo se va aprendiendo con el correr de los años, convertidos en lustros y décadas. Es por eso que me escandalizó, como nunca, una designación anterior a algún alto cargo directivo, el nombramiento de Mikel Arriola cómo lo es el de presidente de la Liga mexicana, simplemente no se podía presagiar nada bueno que los dueños delegaran tamaña responsabilidad en un perfecto neófito e improvisado. En un político neoliberal si es que los hay, sin empleo por la llegada de un nuevo gobierno, que intenta arreglar, por cierto, todo el desastre que dejaron gobiernos anteriores, en el que al inmediato anterior, perteneció el señor Arriola, al frente de la Cofepris primero y el IMSS después. El estado del sistema de salud pública quedó más que evidenciado, al desnudo, con el arribo de una mortal pandemia, hecho que no sucedía en más de un siglo en el mundo.

Pero eso último no era (o es) lo más preocupante, Mikel Arriola nunca ha sido, ni de lejos, gente de futbol, ni aficionado ‘villamelon’ siquiera, sino un jugador profesional de pelota vasca, un individuo que carece de la experiencia y la pasión indispensables para manejar con pericia la Liga mexicana; dudo mucho que le entienda a la regla del fuera de lugar aún. Sabido es que es simplemente una especie de títere de los dueños de Clubes, en el periodo neoliberal este tipo de personajes (casualmente la mayoría egresados del ITAM) han sido instrumentos fundamentales para el sistema oligárquico en que ha caído México, con especial énfasis en el tristísimo periodo que va desde el 2000 al 2018; dóciles, maleables, con el dogma neoliberal de la supremacía del dinero por sobre los valores humanos, muchos de sus congéneres entregaron los recursos más valiosos del país a privados, extranjeros y nacionales. Para ellos el Estado es un estorbo, excepto cuando sirve a sus fines últimos, de acrecentar sus capitales, y repito: para esos perversos fines, tipos como Arriola han sido esenciales.

Pero en fin, sin el afán de desviarme más del tema puramente deportivo, Mikel debió renunciar el sábado pasado mismo, porque no es una casualidad que esto haya sucedido, por primera vez en la historia de nuestro futbol, bajo su mandato. El señor Arriola, fuera de toda realidad, pensó que con un “control de daños” (tipo el de “la verdad histórica” del caso Ayotzinapa, orquestado por sus colegas del sexenio pasado) sería suficiente. Él tenía en mente que el resto de la jornada se continuara jugando cómo si nada hubiera acontecido, por eso se llevaron a cabo los siguientes partidos del sábado mismo, y si se suspendieron los del domingo, sólo fue por la valiente intervención/presión de los locutores que transmitieron por televisión esos encuentros de ya sábado por la noche.

En fin, lo que yo adivinaba cómo un desastre de gestión en cuánto al aspecto deportivo: continuar sin descenso y ascenso, con un torneo plagado de extranjeros sin un límite, matando talento nacional y pésimas decisiones que sin duda continuarían, vino a resultar aún peor: en la pérdida de la inocencia en nuestro adorado futbol, uno de los últimos reductos que nos quedaban de convivencia familiar, instrumento valiosísimo también de transmisión de valores, sobre todo a niños y jóvenes, que inclusive era un ejemplo al resto del mundo. Esto ya se perdió, y sin duda alguna la cabeza no es más que Mikel Arriola, quien al grito de guerra de Luis Videgaray a su llegada a la Cancillería: “vino a aprender”... Sí echando a perder; ahora paga los platos la afición querentana buena (que es gran mayoría), jugadores, cuerpo técnico, personal administrativo y de intendencia, y toda la afición mexicana. Me atrevo a decir que ha perdido el futbol mundial, de paso dejando más clara la imagen de últimas épocas en el extranjero de México como un país sin Ley y poblado por bestias.

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¿Qué sentirán y/o pensarán un Hugo Sánchez, un Rafa Márquez, un Roberto Hernández o tantos hombres 100% de futbol, más que capacitados para encabezar y manejar la Liga? No lo sé, pero lo cierto es que nadie, que yo recuerde, expresó su malestar y disenso por la llegada de Mikel Arriola al cargo.

Hoy ya tenemos consecuencias, y sí todos tenemos parte de responsabilidad, pero la cabeza es Mikel Arriola, insisto, y puedo jurar, que con un presidente en la LigaMx que hubiese sido gente del medio, lo acontecido en Querétaro habría sido impensable, inconcebible, que por algo nunca había sucedido. A ver si los mandamases en nuestro futbol entienden algo, porque ya las consecuencias de últimas y erráticas decisiones se reflejan en selección nacional: estamos a poco de quedar fuera de Qatar 2022, y también por colocar gente lejana al futbol mexicano en puestos clave, cómo Gerardo Martino, quien tiene el cinismo de vivir en Argentina y cobrar un sueldo obscenamente alto con prácticamente nulos resultados. Hoy Estados Unidos nos pone un baile en la cancha en cada partido disputado. Por favor, que el neoliberalismo no se refugie más en nuestro futbol, porque de continuar la tendencia, este deporte en México se dirige con rumbo al despeñadero.

Ginés Sánchez en Twitter: @ginesacapulco