No existe duda de que México necesita un cambio. Los inaceptables niveles de pobreza, desigualdad y violencia exigen la puesta en marcha de políticas públicas dirigidas a resolver, o al menos, a paliar, las grandes problemáticas que golpean diariamente a millones de mexicanos.

Sin embargo, México no necesita a “cualquier presidente” o cualquier clase de política. Exige, por el contrario, un gobierno responsable que sea capaz de implementar medidas que coadyuven a la solución de los problemas.

A lo largo de los cuatro años del gobierno de AMLO, hemos escuchado cientos de propuestas huecas que no han conducido a ningún lado. Mucho nos ha hablado el presidente sobre su convicción de velar por los pobres, de combatir la corrupción, de ofrecer condiciones que nos conduzcan a un mayor crecimiento económico y de resolver los problemas de la inseguridad. Sin embargo, todo ha quedado reducido a discursos mañaneros; aquellos espacios matutinos que se convirtieron, desde el primer día, en el más eficaz instrumento propagandístico del presidente, léase, en su mejor forma para ganar puntos de popularidad.

Desafortunadamente, los problemas no han sido resueltos. Por el contrario, han sido exacerbados ¡México sí necesita un gobierno de izquierda! ¡Pero no una izquierda representada por AMLO, Morena, y mucho menos, por alguno de los radicales del PT! Sino una izquierda que comprenda bien los problemas de nuestro país y esté dispuesto a resolverlos con acciones, y no discursos.

México necesita a un presidente que combata la pobreza con ver-da-de-ras políticas de Estado mediante la inversión en salud y una educación de calidad. ¡No existe mejor manera de disminuir el número de pobres que a través de políticas transversales para que los más desfavorecidos tengan acceso a una educación de calidad y a buenos servicios de salud! Sí que es necesaria la política social, pero no una dirigida a crear clientelas políticas, sino a crear un piso parejo para que todos los mexicanos tengan las mismas oportunidades de desarrollo.

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La nación exige que su gobierno combata la inseguridad con una genuina política de Estado. ¡Basta de discursos vacíos que culpabilizan a los gobiernos del pasado! ¡Ha sido suficiente de buscar responsables en ex presidentes! El nuevo presidente deberá, por el contrario, dejar atrás la rancia retórica anti yanqui y buscar una verdadera alianza bilateral con Estados Unidos para combatir el crimen organizado.

¡La desigualdad debe ser igualmente combatida! Pero no mediante la exposición pública de salarios de algún periodista, ni con la absurda de propuesta de reducir los presupuestos de las instituciones o los salarios de los funcionarios, sino mediante una genuina reforma fiscal que haga realidad que todos los mexicanos, particularmente aquellos con mayores recursos, paguen una tasa justa de impuestos.

Finalmente, México debe unirse a los consensos internacionales en materia de combate contra el cambio climático. Esta lucha es impostergable. Para ello, el hombre o mujer que resulte electo en 2024 deberá materializar los compromisos contraídos en los Acuerdos de París y en otros instrumentos internacionales.

En suma, México sí necesita a un gobierno de izquierda. Pero no una izquierda en la concepción latinoamericano del término (no un Maduro, ni Ortega ni AMLO) sino una izquierda liberal cuyo objetivo sea que todos los mexicanos contemos con las mismas oportunidades de salir adelante.

¿Algún candidato en la mira? Quizá alguno por allí, pero por ahora, no tienen posibilidades de ganar.