En los últimos años, nuestro país ha enfrentado con creciente frecuencia incendios forestales, derrames químicos, tormentas intensas, sequías prolongadas y otras emergencias ambientales que han puesto en riesgo la vida de millones de personas y han causado daños irreparables a nuestros ecosistemas.

Frente a esta realidad, he presentado dos iniciativas de ley que buscan transformar la forma en que México previene y responde ante estos desastres. Por un lado, la Ley Nacional de Prevención de Emergencias Ambientales; por otro, la Ley General de Protocolo para la Gestión de Crisis y Desastres Ambientales. Ambas propuestas se complementan y tienen un objetivo común: proteger a las personas, cuidar el medio ambiente y evitar que sigamos pagando con vidas y recursos los efectos de la improvisación.

La primera iniciativa, enfocada en la prevención, establece medidas claras para identificar riesgos en zonas vulnerables, regular las actividades económicas de alto impacto ambiental, implementar sistemas de alerta temprana, y fomentar una cultura de responsabilidad ambiental tanto en el sector público como en el privado. Esta ley también propone un fondo específico para emergencias, campañas educativas, vigilancia ambiental permanente y sanciones efectivas para quienes pongan en peligro nuestros ecosistemas.

La segunda iniciativa, centrada en la respuesta inmediata y coordinada, crea protocolos específicos para distintos tipos de emergencias: incendios forestales, derrames tóxicos, explosiones industriales, colapsos de infraestructuras y fenómenos meteorológicos extremos. Busca evitar lo que hoy vemos con frecuencia: autoridades que no se comunican entre sí, falta de equipamiento, zonas sin evacuación oportuna y comunidades sin apoyo. Con esta ley se formaliza la creación de comités de respuesta, se articulan los tres niveles de gobierno y se asignan recursos para actuar con rapidez, eficacia y transparencia.

México es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo, pero también uno de los más vulnerables al cambio climático. No podemos seguir reaccionando de forma tardía o desconectada ante los desastres. Necesitamos instituciones preparadas, marcos legales sólidos y ciudadanía informada.

Cuidar el medio ambiente no es una opción, es una necesidad urgente y colectiva. No hay futuro posible sin ecosistemas sanos, sin aire limpio, sin agua segura. Hoy tenemos la oportunidad de hacer lo correcto: prevenir antes que lamentar y actuar antes de que sea demasiado tarde. El planeta nos está hablando. Escuchémoslo.