La nueva ley “Grande y hermosa” firmada, todo sonrisas, por Donald Trump este pasado cuatro de julio dejará desprotegido a millones de estadounidenses en el sector salud.
La enorme disparidad del sistema sanitario de Estados Unidos, el más caro y de los peores del mundo, ya incide en una mejor y más larga vida para los ricos que para los pobres. La expectativa de vida en Cuba ya es mayor que el promedio estadounidense (79 contra 76 años). Y los estadounidenses de clase alta viven entre 10 y 15 años más que sus contrapartes de clase baja.
Por supuesto, serán los inmensamente ricos los que se verán beneficiados con otra reducción en sus impuestos. También se aumentarán los recursos de la “migra” (ICE), triplicándose y poniéndose por encima de los presupuestos de ejércitos nacionales cómo el de Rusia.
Así, se configura la crueldad como método del gobierno de Trump. O dicho, en otras palabras, la gestión del salvajismo del cristo-fascismo estadounidense. Represión para los migrantes y las minorías políticas y sexuales; privatización total de la salud y la educación; Estado policíaco privatizado vía empresas cómo Palantir y la “Big Tech” con sede en San Francisco y una brecha cada vez más abismal entre ricos y pobres.
Se desploma el proyecto estadounidense y la contrarrevolución que durante tanto tiempo exportaron al resto del mundo, ahora llega a su propia casa. La crueldad no es casualidad. Es el método.