Cómo nunca en la historia moderna de México se ha venido dado una disputa tan encarnizada por demostrar quién tiene la verdad, si el gobierno y el presidente López Obrador o la oposición, prensa y organizaciones.

Sin embargo, este debate se da en un nivel que poco o nada aporta a la verdad, al análisis para mejorar las cosas y solo distorsiona la realidad, los problemas que enfrenta la nación y hasta las acciones del gobierno de la República, en pocas palabras, es un debate estéril.

¿Y los resultados?

Por una parte, el compañero presidente que a su vez es el vocero de su propio gobierno, que habla diario y que esa exageración en su exposición mediática ha trastocado la esencia de la conferencia mañanera de pasar de un foro informativo de su quehacer, a un escenario propagandístico de campaña electoral. Hablar tanto e informar poco, genera importantes distorsiones sobre los resultados de su administración, lo que termina como lo documenta Luis Estrada en “afirmaciones no verdaderas”.

Por otra parte, la oposición elabora o difunde de la misma forma afirmaciones no verdaderas sobre la gestión del compañero presidente, que son calificadas por el propio mandatario como “fake news”, o noticias falsas. Generan chismes y rumores que no abonan y que sólo enrarecen aún más el escenario político del país.

Lo peor de todo esto, es que el debate de ambos lados es fuertemente alimentado por sus seguidores radicales, algo nunca visto, donde no importa la posición ideológica o partidaria, simplemente se han dividido la lucha intestina entre chairos, fifís, conservadores, neoliberales.

En ninguno de los dos bandos, se exponen críticas o posiciones sensatas y documentadas que permitan un debate que, en democracia, sirve para mejorar las condiciones de gobierno y atender las necesidades que enfrenta la nación.

No es un juego

En otras palabras, estamos entrando a un escenario parecido a un partido de fútbol entre Boca Juniors y el River Plate donde se enfrentan las “barras bravas” de aficionados de cada equipo. Estas “barras” no son otra cosa que grupos violentos organizados dentro de las hinchadas de fútbol y que han puesto en riesgo al fútbol argentino, ya que no ven por el tema futbolístico y de la afición, sino que ciegamente transforman la rivalidad deportiva en una guerra fanática que nada tiene que ver con el fútbol, con su equipo y que han venido violentando los estadios.

Lo mismo esta pasando en México con el tema de la política, los hinchas chairos y neoliberales y conservadores se enfrascan en una lucha por ver quién impone, qué mentira cobra más valor y afecta más a su oponente.

El objetivo de: “Quién es quién en las mentiras de la semana”.

Por el lado oficial, quien alimenta más este escenario es el propio presidente, quien incluso en su mañanera inauguró su nueva sección “Quién es quién en las mentiras de la semana”. El propósito, dijo el mandatario, es alcanzar una ciudadanía “muy consciente”, “no susceptible de manipulación” y que prevalezca siempre la verdad, “que es la que nos hace libres”. Aseguró, alimentando este odio y rencor que, en los últimos tiempos, por el predominio de la política “neoliberal o neoporfirista”, la mentira en los medios se convirtió en “una constante”.

Esto no tiene un verdadero propósito de alentar un debate, ni tampoco un derecho de réplica, es simplemente imponer una verdad absoluta o que no se mencionen noticias que generen incomodidad al gobierno como el caso de la tragedia de la Línea 12 del Metro, donde la nueva encargada de la sección Ana Elizabeth García Vilchis aseguró que “fue impresionante el bombardeo y muchos estaban convencidos que había que castigar al gobierno que represento, fue apabullante, hablaban hasta las casas. (Publicó al respecto) hasta el New York Times”.

Esta nueva sección solo alimentara que el curso del debate político se de en términos de opiniones y ofensas de uno y otro lado, basado en filias y fobias de unos y otros, como podrá ser que AMLO habla y señala como verdad absoluta que los neoliberales, conservadores son corruptos y que no les importan los pobres y del otro lado, hablan de la corrupción de los hijos de AMLO como el hecho de que uno de ellos compraría al club Cruz Azul.

Por un lado, como lo documenta, con datos verificables, Luis Estrada presenta su estudio donde en sus 641 conferencias mañaneras el compañero presidente ha pronunciado 56 mil 181 afirmaciones falsas o engañosas.

Con todo esto se deja de lado el verdadero debate que se tiene al frente y que ese si es de interés nacional, como son los resultados de las políticas públicas implementadas, como la pobreza y los datos dados a conocer por Coneval, el tema de escases de medicamentos, que realmente esta pasando y que se tienen que hacer para atender a los niños con cáncer. Qué realmente sucedió en la Línea 12 del Metro, que se castigue a los responsables y que se debata sobre alternativas de transporte efectivo, ecológico y digno, qué realmente pasa con la seguridad, las cifras oficiales de masacres, de trafico de drogas, de inseguridad están ahí.

El debate es sobre asuntos factuales, no sobre apodos que se endilgan unos a otros, descalificaciones, rumores o memes, por más que estos puedan ser graciosos olvidando la promesas, problemas y soluciones que deberían ocuparnos.

La disputa por la verdad debe estar orientada a debatir la realidad con un animo de mejorar y no de imponer criterios y obsesiones de uno y otro lado.