Escrito con “M” de mujer y madre dicen que es México. Sin ajustarse a frase de campaña o eslogan temporal, creo que a los mexicanos y mexicanas se les define por la maternidad. Se dice por quienes trajeron a la vida a alguien o por aquella que fue ese puente misterioso entre lo no existente y lo creado al nacer. Por algo al ofender, se recuerda a ellas.

Todas las mujeres son únicas representantes del portal entre lo inexplicable tras la biología del embrión y los primeros respiros de vida. Aunque es clara la embriología, sigue siendo casi religioso y místico que sea un alma y no otra la que venga, es por ello que a pesar de que los días de la madre se festejan en gran cantidad de países, no en todos representa lo mismo. En Estados Unidos es el segundo día de Mayo, en Rusia lo dejan al 8 de marzo en el día de la mujer, en Noruega es el segundo domingo de febrero mientras que en Irlanda y Reino Unido se festeja el cuarto domingo de cuaresma. Fuera de estos países, los demás que celebran lo hacen también en mayo.

El nombre del mes de mayo tiene su origen en la mitología romana, específicamente en la diosa Maia, asociada a la primavera y la fertilidad. El nombre “Maia” deriva del latín “maior” o “majorum”, que significa “mayor” o “anciano”, lo que podría sugerir que el mes era un momento de celebración de los mayores o un reconocimiento a la importancia de la agricultura, ya que mayo era un mes de gran actividad agrícola. Viene del latín Maius, mes de Maia, esposa de Vulcano, hija de Fauno. Maia también era la diosa de las flores y se dice que ellas florecían en primavera en honor a Maia cuyo nombre se parece a María, aun cuando en la tragedia, Vulcano o Hefesto, su paralelismo en la cosmogonía griega, se casa posteriormente con Afrodita y sufre que Afrodita en secreto, se encontrara a su vez, con Ares, Dios de la guerra según lo narrado en la Odisea. Maia tiene un mes completo dedicado a la fertilidad mientras Afrodita se esconde en los recuerdos y deseos.

En la mitología griega, Maia es una de las Pléyades, hijas de Atlas y Pléyone. En el budismo, Maia es la madre del príncipe Siddhartha Gautama, quien posteriormente se convirtió en Buda. En la filosofía hindú, “Maya” o “Maia” es el velo de la espiritualidad, la ilusión o apariencia que oculta la realidad. La Matrix.

La sociedad mexicana es de lento y tardío destete. Algunas personas no completan ese desprendimiento jamás, y no hablo sobre lactancia sino sobre esa chispa lista para ser encendida en cualquier madre un cuando su hija o hijo ya supere los 30 años de vida. Creo que la maternidad es sacra por religión también. María como madre de Dios era altamente venerada como Tonantzin antes de la conquista y tras la aparición de la Virgen de Guadalupe, un anti espiritual grande cubrió la mexicanidad qué ni un solo día deja de honrar a su madre.

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Aunque en este día pienso en las madres que buscan y en las que no tienen a quien maternar, también dedico este texto a las mujeres que maternan en los parámetros que el mundo puede considerar como “normalidad” que nunca son normales. No hay un solo modelo de familia ni un solo estilo de maternar. El simple hecho de existir, nos orienta a la más fina adoración de aquella persona por la que llegamos, sin elegirlo, sin decidirlo, sin saber a que vendríamos y con el enorme regalo de la infinitud de posibilidades diarias para experimentar y vivir la sensación humana. La más grande adoración por el generoso acto de aceptarnos en el vientre y en la vida, al grado de nunca entender si es que de una enorme nube de almas que nadaban, la nuestra fue llamada para encarnar en quienes somos o si es que nuestra madre, en un sueño entre dimensiones, pudo entablar acuerdos olvidados con alguna vieja versión de nuestro ser para aceptar que seríamos nosotras y nosotros los que llegaríamos. Algo olvidado al despertar que solo puede vivir se en la primera mirada tras el parto en la que se reconoce a ese ser amado qué no era desconocido pero tampoco recordado.

La maternidad encarna uno de los misterios humanos más hermosos y su sacralidad tendría que impedir atrocidades como los vientres de alquiler. Toda explotación reproductiva que entienda a los cuerpos como una mercancía, rompe con el sinalagma equilibrado de la vida y la muerte pues aun en eso que no fue, hay vida y hay algo grandioso, propio de los misterios de la vida.

Todo lo anterior para enmarcar este día como algo que trasciende al reclamo anticapitalista que señala el 10 de mayo como una fecha de consumo obligatorio y restaurantes abarrotados, una protesta contra el hábito de visitar a madres que tendrán que cocinar y atender a cambio de dos o tres electrodomésticos que llenan de basura una casa que al día siguiente deberán limpiar.

Este texto es una invitación a valorar profunda y espiritualmente el proceso de creación de vida y el milagro de la existencia propia, del no saber por que somos nosotros y nosotras y por que son ellas, apreciando que el simple acto de ser portal y canal entre lo no vivo y la vida ya es un regalo magnífico ante el que siempre estaremos en deuda. Un llamado a rebelarnos contra la forma gesto normativa de entender las maternidades, a salir del viejo lugar en que el periódico Excelsior quiso colocarnos al festejar este día como forma de apaciguar a las mujeres que protestaban. Un llamado a encender y compaginar con esa llama encendida qué incendia por rabia cuando algo toca a sus hijas e hijos y que mantiene la calidez de un abrazo y un hogar. Una que es intensa y enciende también los caminos de los hijos perdidos, desaparecidos o robados.

La que se convierte en ceniza que abraza a los hijos desaparecidos en crematorio inimaginables. Las que demuestran que son las que encuentran, a las que el Estado les adeuda todo. Un motor indecible e inexplicable que mantiene viva a la humanidad y que guarda la fuerza de todos los maternajes de las genealogías que preceden a las madres, una fuente del matriarcado, uno de los tantos orígenes del poder de madre y uno que no es mandato ni obligación porque solo es legítimo ser madre por decisión.