Bien haría la FIFA en publicar algún tipo de decálogo o folletín o bien un reglamento claro y que no deje lugar a interpretaciones 100% discrecionales para indicar cuales son sus parámetros éticos, a nivel afición, directivos, futbolistas, periodistas y en fin, todo el mundillo del futbol, el deporte más popular del planeta. Y es que si bien, contra México el organismo ha sido implacable en sus castigos, advertencias y multas por un grito de su afición en las gradas de los estadios, a los futbolistas argentinos no hay siquiera una llamada de atención y/o extrañamiento público por parte del organismo rector del balompié mundial, que cinicamente hicieron cánticos llamando también “¡putos!” a los periodistas, lanzando toda clase de palabras vulgares y burlas hacia sus rivales vencidos, por no hablar de los comportamientos más propios de un gorila que de un ser humano por parte de su portero titular Emiliano “Dibu” Martínez, que fueron vistos por miles de millones de personas a lo largo y ancho del mundo, incluidos niñas y niños que lo tienen cómo idolo y ejemplo a seguir.
La especie que se ha divulgado acerca de supuestos miles de muertos durante la construcción de los estadios en Qatar con miras al ya pasado Mundial, no ha merecido ni un comentario de parte de algún alto directivo de FIFA, ni una palabra, tampoco por la sentencia a muerte en la horca de un futbolista iraní, por participar en las protestas contra la violencia hacia las mujeres en aquella tan cruel teocracia tiránica persa. Difusos e incongruentes son pues, por decir lo menos, los criterios de la FIFA sobre lo que está bien o está mal, yendo contra el slogan publicitado por ellos mismos durante los torneos en la Concacaf, aludiendo al ya famoso grito mexicano y su condena, a la voz de “lo que está mal, está mal” (en inglés).
Triste precedente se está sentando, respecto a posibles faltas de respeto a equipos y afición rivales en un futuro de parte de cualquier jugador y en cualquier torneo se se ha observado una tolerancia que raya en lo impune de parte de la multicitada FIFA a los obscenos campeones argentinos que han incurrido en felonías y ofensas vistas repetidamente por (literalmente) todo mundo. En fin, ojalá la FIFA ponga en claro los límites éticos en todo el enorme mundo futbolístico, y no sean castigos arbitrarios y en ocasiones en apariencia dirigidos y dispares, como es el caso de México (no solo con el grito prohibido de la afición, sino también en casos de alineaciones indebidas, caso por el que a México se le privó de juegos olímpicos de 1988 y mundial 1990, dando a Ecuador por caso parecido, una sanción significativamente menor). Y ya ni decir de casos de dopping, que no es creíble que en toda la historia de los mundiales solo hayan aparecido dos casos de dopaje, uno en México 86 por parte de España (José Maria Calderé) dando solo un partido de suspensión, a diferencia de Diego Armando Maradona, al que expulsaron despiadadamente del Mundial en plena Copa del Mundo de Estados Unidos 1994 por no citar el caso de Rusia, privado de la posibilidad de participar en el Mundial de Qatar 2022 por la invasión militar a Ucrania, más nunca tocando ni con el pétalo de una rosa a la selección de los Estados Unidos (por ejemplo), que no están precisamente limpios, como país, de ese mismo pecado de injerencias políticas y bélicas hacia otros países.
La FIFA es un fiel reflejo de la humanidad contradictoria, convenenciera y corrupta; parcial, lo mismo que implacable y tolerante pero por completo impredecible; no muy lejano su caso, por cierto, al Vaticano, que condena y/o calla de manera caprichosa crímenes y felonías humanos, como por ejemplo los pontífces que callaron como momias, perdonaron otorgando su acceso “al cielo” a un personaje tan deleznable como lo fue el prélado mexicano Marcial Maciel y todos sus inenarrables abusos, al cual inclusive besaban su mano, en público, asi como el finísimo personaje de “Dibu” Martínez hizo su tristísima y célebre señal, carente de gracia y justificación alguna.