La irresponsabilidad de los líderes y legisladores de Morena no tiene límites. Sin necesidad, han llamado traidores a quienes piensan diferente. Es claro que, en Morena, no entienden nada de democracia ni de derechos humanos; mucho menos de reconciliación.

Después de casi cuatro años, no hay duda de que al gobierno de la 4T no le ha interesado que la economía crezca. No ha buscado mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos. Sólo ha propiciado el conflicto y la maximización del poder. Para eso sirven sus políticas públicas: para dividir. No tienen remedio. No son demócratas.

Nos corresponde como sociedad, entonces, diseñar el futuro. Si tenemos que pensar en el gobierno que iniciará en el 2024, debemos partir de la convicción de que la mejor forma de “gobierno post-conflicto” es la democrática. Será la mejor opción. Los derechos humanos son los principios fundamentales de la gobernanza. Será a través de la democracia como podremos hacer realidad la igualdad, la representación, la participación y la rendición de cuentas.

La democracia es la única forma de gobierno que nos permitirá gestionar los conflictos, manejar las diferencias de opinión, de ideología, sin recurrir a la violencia. Marcar las diferencias ha sido la estrategia del gobierno de la 4T. Y todos los días intenta que el conflicto surja de tales diferencias.

Es tan grave la división de la sociedad que ha forjado la 4T que, después de AMLO, va a ser muy difícil erradicar las diferencias. Por eso, creo que la democracia tendrá que funcionar como un proceso a través del cual se saquen a la luz, se reconozcan y se aborden las diferencias de una manera que les permita existir sin amenazar a todo el sistema, como ocurre hoy.

Desafortunadamente, gracias a la irresponsabilidad de Morena, vamos a tener que entrar en una era permanente de gestión de conflictos. El proceso que debemos encauzar con inteligencia será: debate, discusión, identificación del desacuerdo, compromiso y cooperación. Deberemos forjar un nuevo sistema que permita que los puntos de vista opuestos coexistan, de manera justa, sin recurrir a la violencia.

Gracias a la irresponsabilidad de Morena, vamos a tener que implementar un proceso de negociación permanente, para manejar las diferencias pacíficamente. Nuestra democracia va a necesitar un conjunto de procedimientos justos para manejar los temas que dividen a la sociedad, sin recurrir a la violencia.

El México que quiere la 4T es una sociedad en conflicto. Los ciudadanos queremos otra cosa. Por eso, tendremos que avanzar pronto hacia una “sociedad post-conflicto”. Las partes en conflicto tendrán que negociar un acuerdo. La “sociedad de enemigos” que ha creado AMLO, con una historia de violencia verbal entre ellos, se encuentran ante el desafío de implementar el manejo futuro de sus diferencias sobre una base de cooperación.

Hemos escuchado los discursos y hemos visto la propaganda: en el mundo de Morena, las relaciones se basan en el antagonismo, la desconfianza, la falta de respeto, el dolor y el odio. Difícilmente esa es una receta para el optimismo.

No nos queda de otra: tendremos que abordar esa relación negativa. Nunca vamos a lograr que los partidos se amen. Pero sí se puede construir una base mínima de confianza para que pueda haber un grado de cooperación y confianza mutua entre ellos. Para lograr esto, necesitan, desde ahora, examinar y abordar su relación de conflicto.

Nos urge entrar en un proceso de reconciliación. ¿Por qué? Porque la reconciliación aborda las relaciones entre aquellos jugadores que tendrán que implementar las soluciones democráticas. Es una tarea que no es exclusiva de los políticos. Exige la participación de toda la sociedad.

Es increíble el daño que nos ha hecho la polarización instigada por la 4T. Comunidades enteras tienen que empezar a reorientarse desde las relaciones antagónicas y adversariales hacia relaciones de cooperación basadas en el respeto. No es una tarea fácil. Nuestra democracia no podrá sobrevivir si las población no está mínimamente preparada para confiar entre sí. Debemos construir la buena democracia entre las comunidades, los vecinos, los individuos.

Después de lo que vivimos en México en estos días de enfrentamiento político derivado del fracaso de la reforma eléctrica de AMLO, la reconciliación no es un lujo ni un añadido a la democracia. La reconciliación es una absoluta necesidad. La reconciliación apuntala la democracia y la democracia apuntala la reconciliación. Dependen una de la otra. Necesitamos reconciliación, un ejercicio de sanación de las relaciones cívicas.

Si logramos construir una relación positiva entre los partidos, podremos generar una atmósfera de gobernabilidad. La reconciliación, aunque no es fácil, es la forma más eficaz de abordar esas relaciones. Incluye la búsqueda de la verdad y la justicia. La política es un proceso para hacer frente a los problemas que nos dividen. ¿Acaso los adversarios no pueden encontrar una manera de vivir juntos? No hace falta amarse ni olvidar el pasado, sino coexistir, desarrollar un alto grado de cooperación, El objetivo es que tengamos una vida mejor.

La reconciliación es un desafío inmenso. No es rápido ni fácil. Pero el esfuerzo vale la pena. Es la mejor garantía de que la violencia verbal de la 4T no volverá. Queremos que nuestra sociedad pase de la división a un futuro compartido.

Será un proceso a largo. Toma tiempo. Ha sido tanto el daño inflingido por la 4T que no podremos dictar el ritmo de la reconciliación; no podemos apresurarla. Pero tenemos que iniciar. Debemos aceptar una realidad imperfecta que exige cambios en nuestras actitudes, nuestras aspiraciones, nuestras emociones y sentimientos. Exige un cuestionamiento de prejuicios y estereotipos negativos que, gracias al discurso de AMLO, todos desarrollamos sobre “el adversario”.

La reconciliación debe ser un proceso amplio e inclusivo. No es una excusa para la impunidad; ni para olvidar; ni para perdonar. Deberá permitirnos encontrar una visión del futuro; construir las relaciones de la comunidad para llegar a acuerdos. La reconciliación en México no puede retrasarse hasta que se completen otras prioridades. El gobierno de la 4T quiere seguir adelante, moverse rápido, seguir dividiendo.

¿Cómo vamos a lograr que nuestros políticos comiencen a establecer los patrones de una futura cooperación en el gobierno si persistimos con la división en el discurso y la propaganda de Morena y la 4T? La estrategia política de Morena y sus aliados seguramente socavarán la frágil cooperación que estamos intentando en lugar de mirar hacia el futuro. ¿No sería bueno concentrarnos en las prioridades que México necesita para crecer y mejorar el nivel de vida de todas las familias? Pensémoslo. Una sociedad sólo puede construir su futuro compartido si soluciona su pasado dividido.

Cierto: no es posible olvidar la polarización engendrada durante estos casi cuatro años. Por eso mismo, la motivación para construir un futuro brillante para México es precisamente asegurarse de que ese pasado de división estéril no regrese. Por ello debemos comprenderlo para garantizar que no volverá para atormentar a nuestra sociedad.

Los partidos deberán abordar el pasado para llegar al futuro. La reconciliación, si se diseña e implementa de manera genuina y significativa, es el medio para hacerlo.

La negociación sobre los temas en conflicto es vital. Sí se puede llegar a compromisos y formas pragmáticas de cooperar dentro de los límites del propio interés de cada partido. Esa es justamente su responsabilidad. Es, realmente, la única manera de transformar una situación de conflicto anterior en una de paz futura.

México requiere entrar en un proceso de reconciliación significativa. Es difícil, doloroso y complejo. Estamos obligados a comprenderlo. Si el gobierno de la 4T decide ignorarlo, sembrará las semillas de su fracaso. Cooperación responsable y visión del futuro serán los componentes de una democracia mexicana exitosa.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino