El tercer debate presidencial se revistió de luces y sombras por parte de Xóchitl Gálvez. Entre las primeras se encuentran su capacidad de presentar, a través de cifras y testimonios, los fracasos, omisiones y pretensiones autoritarias de Claudia Sheinbaum y del régimen obradorista.

Una de las menciones más controversiales fue la relacionada con la imagen de la virgen de Guadalupe utilizada por Claudia Sheinbaum en el pasado. Xóchitl le recriminó haber buscado manipular las creencias religiosas de la mayoría de los mexicanos (sí, la religión católica y la devoción mariana son mayoritarias en México) con fines políticos. No se equivocó.

Si bien es verdad que las creencias religiosas son personalísimas, y por tanto, en lo que crea Claudia debe quedar absolutamente fuera del debate público, lo que sí que merece mención es la utilización de símbolos religiosos como instrumentos de propaganda.

Sin embargo, lo que hizo Claudia no es nuevo. ¿No evoca el partido Morena, escondido bajo la denominación de Movimiento de Regeneración Nacional, a la virgen morena?

¿No lleva el partido oficialista un clarísimo mensaje de redención bajo sus siglas? ¿No tienen que ver las siglas de MORENA con el carácter mesiánico de AMLO, ahora heredado por su hija política?

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Sí, México es un estado laico y libre y ningún mexicano, trátese de un ciudadano de a pie o de una candidata a la presidencia, debe ser acusado, violentado, denunciado o señalado por sus creencias religiosas, sean estas públicas o privadas.

Sin embargo, en el contexto del debate, Xóchitl no intentó, a mi juicio, colocar en el debate la fe de Claudia. Por el contrario, lo que hizo la panista fue poner de manifiesto el intento de manipulación del electorado católico por parte de la candidata oficialista.

En contraste, lo que sí que debe ser denunciado es la información falsa de ambas partes. Me refiero en particular a la que circuló hace unas semanas (y que el despistado de Vicente Fox se encargó de compartir en X) en relación con la idea de que la presidente Sheinbaum ordenaría cerrar la basílica de Guadalupe. Absurdo y faccioso.

En suma, el tercer debate confirmó lo que habían confirmado los dos anteriores. Sheinbaum representa la continuidad del obradorismo con una dosis extra de autoritarismo, mientras Gálvez busca el rescate de las instituciones y la salvaguarda de la democracia liberal.