En el mundo, especialmente en Estados Unidos, algo se está cocinando en las universidades. Las instituciones educativas más prestigiosas de ciudades estadounidenses han sido, desde hace unas semanas, el epicentro de las mayores protestas contra la guerra en Gaza. Sin embargo, en México, aunque a nivel diplomático el país mantiene relaciones con Palestina, con una oficina de representación en Ramallah y una embajada palestina en Ciudad de México, la situación es diferente.

Esta posición contrasta con las movilizaciones más espontáneas y recientes en la UNAM, que, aunque representan un creciente reconocimiento de la causa palestina entre jóvenes y académicos, aún están en las etapas iniciales de organización y visibilidad, comparadas con movimientos en otras partes del mundo. La pregunta es: ¿podrían estas movilizaciones volverse masivas? Los movimientos estudiantiles suelen ser interuniversitarios, uniendo instituciones públicas y privadas, pero en este caso es complicado debido a que, sin tener cifras, es evidente que la población judía se encuentra mayormente en universidades privadas, lo que podría generar incomodidad. Incluso si miembros de la comunidad judía participan en las manifestaciones.

México nunca ha sido ajeno a los momentos históricos. Durante el Mayo Francés, las protestas comenzaron en las universidades y se extendieron a una huelga general que paralizó a Francia, y un eco de eso llegó a la UNAM de alguna manera. Con el movimiento de 1968 surgieron figuras políticas que eventualmente ocuparon altos cargos, con el triunfo paulatino de la izquierda en las urnas, como Pablo Gómez y Claudia Sheinbaum.

Las universidades, como centros de pensamiento y vanguardia, tienen una responsabilidad histórica y social significativa en el fomento de la discusión crítica y el activismo estudiantil, especialmente en temas relacionados con la paz, la guerra y los refugiados. La responsabilidad de las autoridades universitarias radica en su papel de fomentar un espacio seguro para el debate y la expresión de ideas, incluso si estas son contrarias a las opiniones de los directivos de las instituciones. La UNAM tiene una ventaja frente a las protestas del país vecino: su autonomía, que le permite organizarse sin la intervención policial y de manera pacífica.