La oposición, urgida de atención mediática, ha focalizado las energías en lanzar acusaciones sin fundamento a la propia mandataria. Esa propaganda, que se divulga en redes sociales y medios afines al conservadurismo, han puesto en tela de juicio la enorme aprobación con la que cuenta la presidenta constitucional pese a las turbulencias por el anuncio del tema arancelario. Eso, desde luego, se está atendiendo con un equipo negociador que ha demostrado estar a la altura de las circunstancias. La misma Claudia, que ha depositado ciegamente en la capacidad que han imprimido, si le sirve de ejemplo a la oposición, ha salido adelante ante los enormes desafíos que cualquier nación presenta.
Hemos dicho una y otra vez que, pese a esa hostilidad, la presidenta constitucional ha superado los propios registros que promedió Andrés Manuel López Obrador. Eso no es populismo ni una estrategia de marketing, sino los frutos del trabajo que se llevan a cabo con un proyecto de transformación detallado para posicionar a México en otro nivel de competitividad. Más del 80% de la población, que confiamos en esa política, percibimos los alcances positivos que han traído un conjunto de ideas como el denominado Plan México. A pesar de ello, el PRIAN, sin pruebas, se atreve a decir que las cifras, que son históricas, son irreales. Su opinión, de entrada, no tiene mucho valor si nos guiamos por el grado de difamaciones que han escalado de su propia voz. Hoy, por ejemplo, utilizan plataformas como Atypical para desahogarse.
Jorge Romero, junto al mismo Carlos Alazraki, arremetieron contra el gobierno de Claudia aludiendo que no tienen agenda. Si no supiéramos que uno y otro, a lo largo de este proceso de transformación, son voces que pasan desapercibidas. El dirigente nacional del PAN, señalado por actos de corrupción en temas inmobiliarios, no influye ni conecta con su propia militancia. Ya tuvo que renunciar luego de poner sobre la mesa su permanencia si se aclaraba la esencia de una ley de telecomunicaciones que, sabemos, no tiene ningún contenido que se asocie al espionaje o la intromisión. Y qué decir de Alazraki. Él, que tiene que soportar a diario las conquistas de este gobierno, ha sacado el lado más vulgar de un ser humano. Ha caído tan bajo que, en verdad, es una pena observar la pobreza si se le puede llamar periodismo a un espiral de majaderías que son atribuidas a la impotencia de saber que ya no viven bajo el amparo del gobierno. Su misma narrativa, repleta de odio y narcisismo, esgrime de la verdadera derecha que se muestra de cuerpo entero.
Todo eso, de verdad, le tiene sin pendiente a la presidenta constitucional. Ella, que ha señalado públicamente que se somete al escrutinio público, siempre sale fortalecida de ese inmenso respaldo que la sociedad deposita. Un componente crucial, que jamás tuvieron los gobiernos de Calderón y Peña, fue la propia legitimidad. Las mismas circunstancias dudosas en las que llegaron, sumado al espiral de corrupción, los ponen en tela de juicio. Ahí están los propios testimonios que simbolizan el despilfarro. La estela de Luz y la Casa Blanca, por ejemplo, fueron solo la punta del iceberg. Por eso en México, antes de la llegada de la Cuarta Transformación, todo empeoraba al no existir un compromiso de quienes estaban al frente. Eso, como hemos visto, fue también uno de los elementos que abonaron al despegue definitivo de la coalición Seguimos Haciendo Historia.
Fue necesario el impulso del pueblo de México para manifestar el deseo de continuidad. Recuerdo que, en vísperas del proceso presidencial, y ante la campaña de irrupción fallida de Xóchitl Gálvez, la derecha, tratando de escapar de la realidad, dudaba de las encuestas que, en algunos casos, apuntaban a más del 60% de la votación a favor de Claudia. Muchos, ya después con los resultados oficializados, se quedaron cortos por la humillante derrota que sufrió la coalición Va por México. Con el rostro desencajado, de hecho, salieron los personajes impresentables del PRIAN a reconocer la aplanadora que pasó por encima de ellos. Se les caía la cara de vergüenza de saber que, una vez más, serián una oposición desinflada y sin un resplandecimiento del que atesoran llegue para, por lo menos, tener opinión en los temas de la agenda pública.
Y si, la intransigencia de la oposición, como siempre, pone al descubierto que están fuera de la órbita en la que vivimos la inmensa mayoría de la población civil. No hay ninguna desconfianza en las encuestas que circulan y que, como tal, dan cuenta del respaldo tan elevado al que ha escalado la presidenta constitucional. Sé que es triste para la oposición tener que aceptar la realidad, sobre todo ahora que están contra las cuerdas. Ellos creen, incrédulos, que la guerra sucia les ayudará a regresar al poder. Es de esta forma en la que se han empeñado en realizar una inútil campaña de desprestigio que, de forma paradójica, ayuda más a que Claudia se afiance. Eso ha implicado, en efecto, que ella siga dando saltos importantes ante la enorme legitimidad con la que cuenta.
Y mientras la guerra se siga propagando e incrementando, veremos más respaldo hacia la imagen presidencial. La oposición duda que sea el 80%. Quizá tengan algo de razón, aunque, hay que decirlo así, se quedaron cortos porque el promedio, en algunas metodologías, ha alcanzado un pico del 82%.
Notas finales
El senador Raúl Morón, otrora candidato de Morena al gobierno del estado de Michoacán, fue blanco de señalamientos en alusión a los comentarios que él mismo realizó. Habló de la mujer y, con ello, esgrimió concepciones de fijación que, para el caso, le hicieron llover una oleada de críticas por misoginia. Eso, en principio, se ha vuelto más recurrente en él. Sería bueno que revise a fondo la narrativa que proyectará porque el costo político de los comentarios, en esa lupa del escrutinio público, cobra factura para futuras posiciones.