De acuerdo a los últimos informes publicados en la página del INE, las tres ministras afines al obradorismo renovarán sus votos en la Suprema Corte. Difícilmente resultaría sorprendente si se considera que las tres (Batres, Esquivel y Ortiz) han sido alfiles incondicionales del régimen, aun ante casos claramente inconstitucionales que llegaron al Pleno.
Ha surgido también el nombre del abogado Hugo Aguilar Ortiz, otrora un jurista desconocido, y que hoy ha devenido en un personaje de primera línea, pues podría convertirse en presidente de la Corte.
Se debe señalar, no obstante, que los nombres de ocho de los nueve ministros que encabezan los conteos aparecieron en los primeros acordeones que circularon días antes de la elección, lo que trasluce el estado de manipulación –y de éxito– de la intentona oficial de controlar los resultados.
En relación con el abogado Ortiz, se celebra que sea el primer presidente de la Corte de origen indígena, pues según ha trascendido, el próximo ministro habría consolidado una larga carrera en favor de la reivindicación de los derechos de los grupos minoritarios, sin entrar de lleno, por el momento, en su pasado relacionado con el EZLN.
Sin embargo, su “elección” como miembro del máximo tribunal encierra serias problemáticas. Por un lado, no tiene experiencia como impartidor de justicia; jamás ha sido juez o magistrado, y por tanto, no cuenta con los conocimientos ni las destrezas ni las habilidades necesarios para ocupar uno de los cargos de Estado de mayor responsabilidad en el país.
En este contexto, invito respetuosamente al lector a conocer la larga y complejisima carrera de un abogado que pretende convertirse en ministro de la Suprema Corte en cualquier democracia funcional en el mundo. Lo que se ha hecho en México no tiene precedente en términos de despropósitos, falacias, sandeces y afrentas contra los abogados mexicanos.
En adición, Aguilar abandera una ideología, bien anclada en el obradorismo, que si bien es legítima, no tiene lugar en la Suprema Corte. Este tribunal, a diferencia de lo que sucede con jefe del Ejecutivo o los partidos en el Congreso, debe estar alejado de ideologías o tendencias políticas, sino estar exclusivamente dirigido a la más correcta interpretación de la letra constitucional.
Como he señalado, la conformación de la Corte que se viene es un signo de los nuevos tiempos. El gobierno ha capturado al Poder Judicial y ha eliminado cualquier bastión de contrapeso ante un embate autoritario por parte del régimen. Lo ha hecho con apenas el 12 por ciento de la legitimidad ciudadana. México se ha extraviado.