Así es como parece que está sucediendo. El presidente le está declarando la guerra, o ya se la declaró, a quienes no comulgan con él, no comparten su visión, no lo alaban y no le aplauden.

Esos están fuera de su vida y de su vista, pero lejos de ignorarlos, los ataca.

Resultó que el presidente que se ha auto nombrado el estadista más humano del mundo, ha resultado ser un hombre con una carga de resentimientos y rencores infinitos.

Parece que no toca fondo. No se le ve el fin de su enojo y de su debilidad.

Y es que, debe de sentirse débil para constantemente estar atacando a la prensa que no le apoya, a la gente que, seamos honestos, no lo quiere y a todo aquel que no le haga ojitos.

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Me da mucha  pena cómo puede utilizar la muerte de un “colega” suyo, que si bien en un inicio, Luis Miguel Barbosa hizo unas declaraciones tremendas contra el presidente, criticándolo por haberse salido del PRD para crear Morena… Después le declaró su eterna fidelidad.

Y en medio de todo esto el fallecimiento de un hombre que estaba enfermo y que algunos dirán que gobernó bien y otros mal, pero Obrador utilizó su muerte para sacar de nuevo la bandera de Morena junto al féretro de Barbosa.

No era un “homenaje” de cuerpo presente. Era un pretexto para AMLO de salir a cuadro, porque, ¡faltaba más! hasta siente que los muertos le roban cámara.

Nadie creyó que fuera merecido aquel homenaje.

Ni el propio presidente lo hubiera creído permanente pero es que hasta los fallecimientos los toma personales, para él, el que Barbosa falleciera, lo golpeaba anímica y políticamente.

Y fue tan evidente que este homenaje a Barbosa fue una oda al movimiento de Morena.

Porque el presidente no pudo tener la humildad para estar en los funerales de Moreno Valle.

Mandó a ‘Olguita’ Sánchez Cordero que muy seguramente habrá pensando “¿y a mí porqué?

El mensaje de AMLO fue claro y contundente: No le importa quien no le aplauda. Estará del lado de quien sí lo haga y pagará bien a quien lo adule.

Pero al que no, lo hará a un lado, lo borrará del mapa y lo sacará de su radar, punto.

No sé en qué momento será posible que nuestro presidente dé un cambio en el timón del barco y lo enderece. Porque estar perdiendo el tiempo en estas cosas me parece eso: una pérdida de tiempo, habiendo tantas necesidades y urgencias en el país.

Por supuesto ya he escrito aquí que deveras me dan ganas de poder ayudar al presidente si estuviera en mis manos... He querido entenderlo, descifrarlo, darle la oportunidad de que de veras vea lo que ven millones que lo adoran.

Pero no doy… me rebasa.

Ahora que está en tendencia en twitter el Hashtag #NoMásMañanerasAMLO, me parece oportuno reconocer que ya se extralimitó en sus espacios matutinos. Que él es un estadista, un mandatario, un presidente que no puede estar agrediendo a las personas desde el poder que tiene y con nuestros recursos.

A mí francamente me impresiona que ningún periodista o reportero pueda pedirle que pare.

Todos callados lo escuchan durante ya las casi más de 3 horas que dura todos los días la mañanera.

Entiendo que de eso vivan. Entiendo que les de terror perder su ingreso. Pero es que alguien debería de hacerlo reaccionar.

Dicen los que lo aman que es un estratega brillante.

Yo diría que cuando estas muy enojado, todo el talento que puedas llegar a tener se disipa.

Eso le está pasando al presidente.

Y no, no veo punto de retorno. No lo imagino buscando el diálogo con sus llamados “adversarios”. Ni buscando la reconciliación.

Está desesperado por continuar en el poder, aunque diga y jure que ya me urge que termine su sexenio.

El presidente no podría vivir sin los reflectores. Ya no le bastaría su rancho ni su familia.

Aquí me queda claro que sí, que a veces el poder hace daño.

Me siento un poco más cada vez más desprotegida y huérfana.

Los otros tienen a un presidente, yo no.

Dejo aquí mi reflexión.

Es cuanto.