Ayer, Jorge Castañeda en un blog de la revista Nexos comentó el reciente análisis de León Krauze en El Universal.

El tono de Castañeda era de alarma. Supo leer correctamente lo escrito por Krauze: AMLO sí ha logrado su propósito de cambiar la imagen que sus publicistas le construyeron a Xóchitl Gálvez, quien ya no es para la opinión pública la humilde vendedora indígena de gelatinas que con esfuerzo salió adelante, sino una empresaria no solo millonaria, sino que se ha beneficiado de tratos con el gobierno al mismo tiempo que ella ha sido funcionaria pública; sé que aparecerán supuestos contratos con desarrolladores inmobiliarios de la época en que ella era delegada en Miguel Hidalgo.

La preocupación de uno de los grandes promotores de Xóchitl Gálvez, como lo es Jorge Castañeda, obedece a dos factores:

  • El primero, que López Obrador mantiene una elevadísima aprobación y por lo tanto una gran credibilidad, sobre todo en los sectores mayoritarios de la población mexicana históricamente poco beneficiados por las políticas proempresariales de los gobiernos anteriores.
  • El segundo, que Xóchitl ha respondido muy mal a las críticas de Andrés Manuel, ya que al intentar verse temeraria y chistosa, lo único que ha hecho es confirmar que es una multimillonaria privilegiada en un país con abundancia de gente pobre.

En mi opinión, una defensa más inteligente de Xóchitl hubiera sido simplemente decir que ella no sabe nada de so, que fundó empresas, pero que renunció a administrarlas desde que entró a la política y que durante dos décadas no ha tenido ningún conocimiento detallados sobre las finanzas de las compañías, manejadas por sus hijos.

Hoy en Milenio, Jorge Zepeda Patterson le da vueltas al mismo tema: más allá de si hizo lo correcto o no el presidente de México —o de si Morena lo necesitaba o no—, especula el columnista acerca de si hay un daño a la imagen de Xóchitl Gálvez. La sola especulación ya es perjudicial.

Seguramente porque Andrés Manuel alteró sustancialmente la estrategia publicitaria de Xóchitl de presentarse como la humilde vendedora indígena de gelatinas, ayer un senador de ultra derecha como Germán Martínez, muy cercano a Felipe Calderón, y hoy mismo un periodista conservador reconocido por sus nexos con Carlos Salinas de Gortari, como Pablo Hiriart, han exigido a los y las rivales de Xóchitl en la contienda interna del frente opositor que declinen para apoyar a la aspirante en problemas.

Curioso resulta que el senador Martínez y el columnista Hiriat en vez de esperar que el proceso interno democrático de la oposición fortalezca a Xóchitl Gálvez, exijan que esta sea rescatada con el salvavidas representado por el autoritario retiro de la competencia de Santiago Creel, Beatriz Paredes, Enrique de la Madrid, Miguel Ángel Mancera, etcétera.

Xóchitl se ahoga en sus propias contradicciones y el miedo de sus promotores les está llevando a exigir una antidemocrática candidatura de unidad al gusto de la derecha empresarial. Porque, es un hecho, Xóchitl podría no ganar la contienda interna opositora. O ganar no tan fácilmente: hay competencia.

Los y las rivales de la vendedora de gelatinas hacen su trabajo y son competitivos. Sé que Enrique de la Madrid avanza aceleradamente y con gran éxito en la recolección de firmas, que Santiago Creel se ha tomado muy en serio la misma actividad y que Beatriz Paredes confía en la todavía importante potencia territorial priista. No se van a dejar aplastar solo porque lo orden los voceros de Calderón y Salinas.