El conflicto en Medio Oriente es el primer escenario de una más grande confrontación que se ha venido consolidando por 50 años al menos. El gran actor en el fondo de la región es el Estado teocrático chiita de Irán.
Irán, desde la revolución islámica de 1980 se ha consolidado sistemáticamente como la cabeza de un poderío ideológico, militar y religioso, y en un alto porcentaje también racial, que tiene por objetivo principal eliminar la influencia occidental en la región. Así pues, su sistema de alianzas y enemistades se basan en una clara agenda de expansión que pasa por tres aduanas indispensables: la primera, superar a Arabia Saudita como la principal potencia islámica. En este frente, Irán ya protagonizó junto a Rusia y Siria un embate sistemático contra los grupos sunitas radicales vinculados a la familia Al Saud, familia reinante en Arabia Saudita, estos grupos radicales son, desde luego, el Estado islámico (Daesh o Isis) y Al Qaeda.
La segunda aduana es la de la influencia norteamericana en la región incluida la presencia de los Estados Unidos en el Estado Iraquí, enemigo tradicional de Irán, y en Kuwait, que fue liberado durante la guerra del Golfo de la agresión de Sadam Hussein.
La tercera aduana es desde luego, el Estado de Israel que los análisis estratégicos coinciden en señalar que es como si las naciones occidentales tuvieran un porta aviones en el Golfo Pérsico pues Israel está rodeado de grupos islámicos beligerantes sunitas y chiitas que tienen claramente definido el objetivo de erradicarlo.
El conflicto con Gaza deviene de una serie de errores estratégicos graves cometidos por los gobiernos israelitas y la inteligencia americana, los que con objeto de debilitar a la OLP de Yasser Arafat, impulsaron la creación de una organización política denominada Hamás y aunque la población palestina es mayoritariamente sunita, Irán encontró en este grupo la herramienta ideal para extender su influencia a una zona de alta volatilidad. Esto es, Hamás, al gobernar en forma autónoma la franja de Gaza (un territorio delimitado por una barda) distinto y distante de la Cisjordania ocupada y controlada por la autoridad palestina, tiene todas las características para la radicalización extrema pues es una suerte de prisión sin posibilidad de crecimiento económico alguno, así que es difícil entender cómo israelitas y norteamericanos permitieron primero, el crecimiento de Hamás y luego, su vinculación con Hezboláh y el Estado Iraní.
Este complejo y volátil escenario necesita además revisarse bajo la óptica de los conflictos regionales en Líbano y Siria en los que sería imposible soslayar la enorme influencia rusa. Empecemos por Siria:
Aunque es un país mayoritariamente sunita, la familia presidencial enquistada en el poder desde hace 50 años y su actual presidente Bashar Al-Asad son chiitas radicales vinculados a Irán. Es importante recordar que el Estado islámico apoyado por intereses sunitas logró consolidar una entidad autonómica e inclusive, proclamó un califato sunita en territorio sirio e iraquí, y hubo que usar toda la fuerza de los aliados, incluidos norteamericanos, rusos, sirios, iraquíes y muchos más, para derrotar a esta fuerza que pretendió derrocar del poder a la familia Al- Asad, y que fue Rusia la que sostuvo por todos los medios a estos connotados chiitas en el poder, consolidando así su alianza regional con Irán. Por si resultara poco, los altos del Golán, región fronteriza con Israel y desde donde es posible lanzar ataques a sus principales ciudades con misiles tácticos y armas convencionales, está precisamente, en manos de Siria.
Ahora repasemos la situación en Líbano, la que ha venido convirtiéndose, precipitadamente, en el posible gran motivo de guerra total en la región. El Líbano ha estado sujeto a distintas presiones internas y externas y ha sido atacado consistente e insistentemente por sirios, israelitas y toda clase de grupos terroristas que aprovechan la debilidad institucional de un país cuya constitución pluricultural le obliga a reconocer en el gobierno a facciones cristianas (de fe católica maronita), chiitas (notablemente Hezboláh), y sunitas (que son mayoritarias en el país); ante este complejo rompecabezas, el libanés promedio aún mantiene cierto discurso nacionalista, lo que frente al nuevo ataque de Israel contribuirá indudablemente, a que el ejército institucional y casi todas las facciones, cierren filas en torno al pro iraní, Hezboláh. Esto hace que la explosión de aparatos de comunicación y los bombardeos de Israel, sean el caldo de cultivo ideal para que Líbano entero entre en guerra contra el Estado judío. Lo anterior, parece precipitarse con la muerte de Hassan Nasrallah el pasado viernes. Nasrallah fue comandante de Hezboláhh durante 32 años, y había conseguido hacer de esta facción militante, un poderoso gobierno casi autónomo en el sur de Líbano y armar un ejército de 100 mil hombres asesorados y dirigidos en buena medida por la radical Guardia Revolucionaria Islámica de Irán. Es muy posible que el sucesor de este personaje sea Hashem Safieddine, jefe del consejo ejecutivo y de la Yihad.
Este ayatola reclama para sí, ser descendiente del profeta Mahoma, Saffieddine declaró recientemente en un evento en el sur de Beirut, refiriéndose al grupo palestino Hamás: “nuestra historia, nuestras armas y nuestros cohetes están con ustedes”. La posible invasión de las fuerzas de defensa de Israel a territorio libanés, van a permitir patentizar alianzas frente a la situación europea, lo que hace posible prever que Irán entre en rescate de Hezboláh, Siria en apoyo de Irán y Rusia en apoyo de Siria, implicando de este modo, un primer frente de contacto obligado entre tropas norteamericanas y rusas, es posible también, que Arabia Saudita y otras potencias suníes participen en el conflicto, por increíble que parezca, del lado de Israel.
En un escenario clásico de confrontación multinacional, si se despliegan las fuerzas terrestres israelitas en el sur del Líbano, habremos pasado de un 15 a un 50′% de probabilidades de guerra nuclear táctica en la región.
No debemos perder de vista quién efectivamente quede al frente del liderazgo de Hezboláh pues, la prudencia o el arrojo que este grupo tome, serán determinantes en el escenario inmediato. La verdadera guerra entre el oriente islámico y sus aliados con el occidente judeo cristiano, ocurrirá tarde o temprano en la región, ahí, a diferencia del forzado teatro ucraniano, los intereses de las facciones son irrenunciables y la enorme riqueza petrolera de la zona la convierten en una pieza de control crítica por los próximos 100 años.