Si comparamos el grado de efectividad que ha tenido la educación, a partir de la visión de gobierno, hemos experimentado un avance sustancial. Esa percepción se nota, inclusive, en los mismos números que evalúan el desempeño. Antes, con un retroceso mayúsculo, los planes y programas carecían de un modelo integral que se adaptara a las necesidades de cada entorno o ambiente educativo. Por eso, la transición, que atestiguamos en 2018, cambió totalmente el paradigma en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Eso, que tuvo impacto a nivel nacional, fue gracias a los compromisos que concretó el mismo Andrés Manuel López Obrador en tiempos de campaña. A medida que la administración comenzó con la entrega recepción, había en puerta la derogación de una evaluación punitiva que, además de ejercer un control riguroso contra los docentes, carecía de una base de fundamentos para conocer los atributos de cada maestro.

Uno de los grandes problemas de la educación en tiempos donde gobernó el PRIAN, fue la injerencia de opiniones de los organismos internacionales que, sin conocer el contexto, recomendaban cambios y ajustes en los planes y programas, lo mismo que en modelos educativos que no provocaban un cambio sustancial. Tan es así que, nuestro territorio, muy a menudo, experimentaba peculiaridades de retroceso tanto en el aprovechamiento como en el desarrollo cognitivo. Eso, desde luego, ocupó de una gran reestructuración para desentrañar algunos mecanismos que no eran eficaces, sobre todo por lo obsoleto de su funcionamiento. Por eso la Cuarta Transformación, que tuvo que asumir un desafío enorme para profundizar el entorno, le apostó con mayor responsabilidad al cambio de un nuevo paradigma.

Ese nuevo paradigma, que promueve una visión más profunda del valor de un entorno educativo, ha sido bien capitalizada por el titular de la Secretaría de Educación Pública. De entrada, se le ha dado mayor autonomía a cada una de las instituciones para tomar decisiones para el buen funcionamiento. Hay, por así decirlo, una mayor integración para promover no solamente un aprendizaje de calidad, sino valores que nos llevan a ese humanismo que ha sido la bandera que ha ondeado el proyecto de transformación. Eso, a grandes rasgos, viene implícito en la apuesta que ha ido esbozando el mismo Mario Delgado con la Nueva Escuela Mexicana. Uno de los primeros pasos, que se ha visto reflejado en lo inmediato, son las restricciones a los alimentos que son considerados chatarra. Eso, en todas las escuelas del país, se erradicó para facilitar un mejor desarrollo de los niños y adolescentes.

Tomando en cuenta que siempre fue uno de los temas prioritarios de la agenda de la misma presidenta constitucional en tiempos de campaña, Mario Delgado, titular de la SEP, ha entendido a la perfección. Lo vemos a grandes rasgos porque está favoreciendo los hábitos que se proyectan en un ambiente educativo que, al final de cuentas, tiene un significado especial para los que están inmersos en ellos. Optar por un paradigma de esa naturaleza, en definitiva, ha sido una buena decisión de quienes están al frente, sobre todo porque se ha recurrido a promover una nueva cultura para su arraigo. Con esas alternativas, entonces, la educación va tomando un nuevo camino hacia el fortalecimiento del proceso de enseñanza.

La Nueva Escuela Mexicana, si la sintetizamos en una palabra, podemos decir que es muy funcional y, por ende, se adapta a la perfección a cada entorno. No es lo mismo, de eso no hay duda, una escuela urbana a una rural. Son totalmente distintas, sobre todo por el acceso a los mecanismos tecnológicos. Obviamente que eso viene considerado en el andamiaje de propuestas que ha ponderado Mario Delgado para darle un giro preponderante. Eso es algo que debemos considerar, ahora que se aterrizarán mayores recursos para instalar plataformas de comunicación para adentrarse al universo de la virtualidad.

Y la propia Claudia Sheinbaum, para asegurarse de que ese aprovechamiento de los mecanismos de asistencia sea eficiente, tomó una buena decisión para qué las becas a estudiantes de educación básica, en cada rincón del país, tengan el rango constitucional. Ese se verá reflejado, a la par de mejorar la calidad de vida, en el mismo aprendizaje. Dadas esas condiciones, la Nueva Escuela Mexicana, para ser más precisos, ha llegado a convertirse en una esperanza para abrir el mundo de las oportunidades, pues también la cultura, usos y costumbres, están muy presentes en este paradigma que pinta de la mejor manera posible, sobre todo ahora que se están profundizando las políticas públicas con el compromiso irrestricto de Claudia Sheinbaum, en especial para los sectores sociales que requieren más atención; es decir, aquellos que viven en mayor vulnerabilidad.