En medio de la controversia nacional en torno a una posible reforma al INE y al Tribunal Electoral, los morenistas de altos vuelos dedican buena parte de su tiempo y de su pluma para vendernos una idea: el INE es un organismo que no ha contribuido al fortalecimiento de la democracia mexicana, y que por el contrario, es una institución de élite capturada por un grupo dominante.

Martí Batres, en su columna intitulada ¿Es intocable el INE? publicada en El Financiero, expone brevemente la historia de la vida electoral en México y cómo los organismos responsables de esta materia han transitado de un estadio al otro. Todo marchaba en el texto bien hasta que el morenista resume la historia del INE.

En palabras de Batres, el INE no es el resultado de un proceso democrático, sino que ha sido conformado por un grupo de élite. Con un tratamiento mañoso de la información, y haciendo uso de medias verdades, da cuenta sobre cómo son electos los consejeros electorales. En su opinión “la tutela de los órganos electorales no desapareció, solo se traspasó a las élites legislativas”.

Lo que Batres omite, con la clarísima voluntad de tergiversar la verdad en favor del desmantelamiento del INE y del Tribunal, es que ha sido gracias a esas “élites legislativas” erigidas en comités técnicos, lo que ha permitido que los votos de los ciudadanos cuenten y que sean los mexicanos quienes escojamos a nuestros dirigentes. A pesar de ser perfectible, la fórmula de designación de los consejeros del INE ha sido exitosa y ha sido reconocida como un método confiable para el aseguramiento de la imparcialidad del organismo.

De igual manera, Batres omite que la propuesta de reforma de AMLO busca que sean justamente esas “élites legislativas” ahora dominadas por Morena en el Congreso, las que propongan a los “candidatos” para integrar los órganos rectores de los organismos que resulten de la reforma (más los que propongan los poderes Ejecutivo y Judicial, para mayor y escalofriante detalle) Una vez “seleccionados” serían puestos a elección popular, en una alucinante versión mexicana del populismo latinoamericano.

En suma, los morenistas, ávidos de dominar a la autoridad electoral (a la clásica usanza del populismo latinoamericano) recurren a una serie de argumentos demagógicos que pretenden legitimar lo que no puede ser legitimado a la luz de nuestros conceptos democráticos: que sea el partido político dominante (no la oposición) la que seleccione a los funcionarios, y después revestir el proceso de un “componente democrático”.

Como he señalado en este mismo espacio de SDPnoticias, y suscribo la idea de millones de mexicanos libres, el avance democrático registrado a lo largo de los últimos años está amenazado por una camarilla de populistas a quienes poco el importa el devenir de la nación y cuyo único propósito es hacer resucitar al PRI de antaño para ser los dueños indiscutibles del futuro de México.