Verdaderamente dan pena las personas que se molestaron porque Gerardo Fernández Noroña acudió a un City Market a comprar comida; bebida no: el diputado es aburridamente abstemio. Como se supone que es el supermercado más caro de México, lo insultaron. No es correcto, claro que no. El salario de Noroña le da para eso y para más, pero hay gente bastante aspiracional que no acepta ver a un político de izquierda en comercios como el mencionado.

Lo que sufrió Noroña lo han sufrido otras personas que simpatizan con la 4T o que se llevan más o menos bien con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Veamos:

En una de las sucursales del restaurante Hunan de la Ciudad de México sufrió acoso del titular de la UIF, Pablo Gómez. Ilegalmente se le fotografió mientras cenaba.

Manuel Bartlett, director de la CFE, fue insultado en el restaurante Arturo’s, de Polanco. Lo acompañaba su pareja. Una fotografía ilegal se utilizó para dañar la imagen del funcionario.

El pasado mes de agosto se agredió a Epigmenio Ibarra, con una fotografía ilegalmente tomada hace años, mientras viajaba en la cabina ejecutiva de un avión comercial. Debe precisarse, por lo demás, que este exitoso productor ese cine y TV no trabaja en el gobierno.

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A Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, también se le tomó una foto ilegal mientras paseaba con su esposa—en un periodo vacacional— en la ciudad de Nueva York. La imagen la difundió mucho un político del PRD, Fernando Belaunzarán.

El pasado 22 de mayo, un portal de internet consideró noticioso un hecho de la vida privada del fiscal Alejandro Gertz Manero: que haya comido en un restaurante Oaxaca “en compañía de su familia”. Se publicó una ilegal fotografía del funcionario y de otras personas.

√ A Mario Delgado, dirigente de Morena, se le insultó por haber acudido a la carrera de Fórmula Uno. También se le tomó ilegalmente una fotografía.

√ Sin respetar el derecho a la intimidad de la gente dedicada a la política, la diputada panista Mariana Gómez del Campo llamó a quienes asistieron a ese evento automovilístico a tomar —ilegalmente— fotografías de los morenistas que se encontraran en el evento.

La vida privada de la familia del presidente López Obrador ha sido utilizada para atacar con saña a la 4T.

Inclusive al expresidente de Bolivia, Evo Morales, durante una visita a México, se le cuestionó con toda clase de ofensas por NO haber comido en el restaurante Brick. El boliviano estuvo en ese lugar para responder preguntas de los medios. Solo consumió agua y café.

Las personas de clase media alta se quejan bastante de la polarización en México, pero la promueven. Lo hacen por acomplejadas. La inseguridad les lleva a rechazar a quienes, por su ideología de izquierda, consideran inferiores, esto es, sin derechos exclusivos de la gente bien.

No miden las consecuencias de lo que hacen. Para empezar, dañan a quienes trabajan en los establecimientos que la derecha mexicana no considera propios de personas cercanas a la 4T. El acoso a integrantes del gobierno terminará por alejarles de los restaurantes fifís. Ello se traducirá en menores ingresos no solo para sus accionistas, sino también —y sobre todo— para el personal que completa su salario con las propinas.

Pero, por triste que sea atentar contra las remuneraciones de personas tan trabajadoras, lo peor no es eso. Mucho más lamentable es la división social que se está generando.