El virus SARS-CoV-2 no cede alrededor del mundo. Por el contrario, la pandemia se recrudece, si bien con tintes distintos a aquellos que la caracterizaron en 2020 y durante las aciagas semanas de enero del 2021.

Con la irrupción de la variante Delta, surgida tras el contagio masivo en la India, los paradigmas en torno a la enfermedad y su combate han cambiado, si bien permanecen los elementos inequívocamente necesarios para terminar con la pesadilla iniciada en aquel marzo de 2020. Delta, según han concluido los expertos, no es más mortífera que la variante de Wuhan o la británica. Sin embargo, la contagiosidad es doblemente alta.

No obstante la alarma internacional, existe un consenso en torno a la efectividad de las vacunas contra la nueva variante, o al menos así ha sido el caso para los biológicos desarrollados por Pfizer, Astra Zeneca, Moderna y Johnson & Johnson. De igual forma, la ciencia apunta inequívocamente hacia la vacunación como la principal forma para terminar con los contagios. Ciertamente no evitarán per se los contagios, pero sí que reducirán significativamente los casos sintomáticos, y prácticamente prevendrán en su totalidad los graves, las hospitalizaciones y fallecimientos.

Debido a la creciente tasa de vacunación, y derivado del hecho de haber iniciado la inoculación con los ciudadanos de la tercera edad, los hospitales permanecen con una estable ocupación, lo que ha permitido, hasta ahora, brindar una ventana de oportunidad a los gobiernos para el diseño de una estrategia viable. De igual manera, ello ha evitado nuevos confinamientos y la paralización de las actividades económicas.

En México, y a la luz de la información disponible, se estima pertinente:

1) Redoblar los esfuerzos de vacunación, con miras a inocular a todos los ciudadanos mayores de 18 años a la brevedad posible.

2) Iniciar inmediatamente la vacunación de todos los mexicanos - sin distintivo de la edad- que padezcan comorbilidades y enfermedades crónicas, tales como la diabetes,  el sobrepeso, le hipertensión, entre otros.

3) Reforzar las medidas de prevención de fraude en los certificados de doble vacunación expedidos por la Secretaría de Salud federal.

4) Establecer medidas, dentro del marco legal vigente, que promuevan activamente la vacunación, especialmente dirigidos a aquellos que se rehusan a recibir los biológicos. Si bien la Constitución garantiza el ejercicio de las libertades individuales, lo que hace inviable la obligatoriedad de la vacunación, sí que existen estrategias para conminar a los mexicanos a recibir las dosis. Mírese el caso de Francia y otros, donde el pase sanitario será imprescindible para el acceso a sitios como restaurantes, museos o aerolíneas.

5) Publicar informes científicos, si es el caso, de que los vacunados con la fórmula Cansino podrán recibir una nueva dosis elaborada por alguna farmecéutica cuyo biológico esté comprobado de ser efectivo contra Delta.  Esto es especialmente acuciante para los trabajadores de la educación.

México está rezagado, tanto en términos de vacunación como en el diseño de una estrategia contra Delta.  

Ha trascendido, que existe un almacenamiento de vacunas que no han sido aplicadas derivado de la ausencia de un aparato de distribución efectivo. Esto es inadmisible. Mientras Delta avanza, jóvenes con comorbilidades son hospitalizados, y al tiempo, algunos necios rehusan la vacuna.

Queda aún mucho por hacer.