El periodista Carlos Loret de Mola, por razones justificadas o injustificadas, se empecina en destruir la presidencia de AMLO. Busca, por todos los medios, convertirse en el Carmen Aristegui de Enrique Peña Nieto. El lector recordará que ella fue quien dirigió la investigación sobre la casa blanca de Angélica Rivera en las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México.

El vídeo donde aparece Martín Jesús López Obrador, hermano del presidente, genera cuestionamientos. En caso de haberse tratado de un asunto personal entre el susodicho y David León, uno se preguntaría por qué optó este último por colocar cámaras de grabación en su domicilio. Y por otro lado ¿qué necesidad de que el presidente declarase que no había visto a su hermano en cinco años?

No obstante lo anterior, un presunto acto de corrupción está lejos de ser aún comprobado. Quizá lo sea, quizá no. Ello corresponderá a las autoridades competentes, si efectivamente el Estado mexicano, dominado por la presencia omnímoda del presidene AMLO, se atreve a iniciar una investigación en este sentido.

Lo que sí que es un hecho es que se mancha la figura de AMLO. En otras palabras, la batalla entre él y la oposición no reside en querellas legales, sino en un combate mediático por la posesión de la autoridad moral. Esta ha sido la principal fortaleza de AMLO, y fue lo que le condujo a la presidencia en 2018.

A a lo largo de estos tres años de gobierno se ha comprobado que la fortaleza inexpugnable de AMLO, a saber, su autoridad moral como político impoluto libre de cualquier sospecha de corrupción, sí puede ser mermada. Quizá no lo suficiente para restarle popularidad o credibilidad frente a su base electoral, pero sí para hacerle parecer como un hombre más de la tradicional política mexicana: aquel que utiliza los instrumentos del Estado para perseguir a sus enemigos políticos y que protege a sus cercanos.

Si bien no creo en la 4T (por el contrario, sostengo que se trata de un proyecto de corte populista que nada ha aportado a la patria) debemos reconocer que, a pesar de las investigaciones periodísticas de Loret de Mola, no existen, al día de hoy, indicios de corrupción de AMLO.

A la luz de la evidencia, y para ser justos con la verdad, el presidente AMLO parece ser, en lo individual, un hombre recto. Desafortunadamente, su pensamiento político anclado en el pasado, sumado a ese instinto populista y autoritario, ha hundido al pais en un profundo agujero de ineptitud gubernamental, pobreza, crisis económica e inseguridad.

Como es bien sabido, los pilares de la 4T descansan en la persona de AMLO. Ahora, bajo sospechas de encubrimiento, la autoproclamada cuarta transformación ha comprobado que sí puede ser atacada a través de su punto más flaco. Sin embargo, siembre estará allí el místico AMLO en su mañanera, haciendo uso de su extraordinario poder de comunicación, desmintiendo cualquier acusación en su contra. Y la gente le creerá.