AMLO y Morena pueden sentirse ganadores tras haber ganado diez ( u once) de las quince gobernaturas estatales en disputado en los pasados comicios. También podrán jactarse de haber obtenido una mayoría suficiente en la Cámara de Diputados para controlar el presupuesto y para la legislación de leyes secundarias. No es poca cosa. AMLO es aún un presidente sobremanera poderoso, mientras que el número de legisladores en el Congreso federal y en los estados trasluce a una autoproclamada cuarta transformación aún de pie.
Sin embargo, algo ha desaparecido: la magia de la ilusión lopezobradorista. AMLO , tras veinte años de campaña ininterrumpida, se presentó como un mesías terrenal ( o tropical, como sarcásticamente le llamó Enrique Krauze) capaz de resolver todos los problemas del pais mediante el culto a su personalidad y las propuestas de soluciones sencillas para temas complejos.
Fue por ello que más de 30 millones de mexicanos le brindaron su confianza en 2018 y depositaron su voto en un individuo que prometía, mediante propuestas poco verificables, el renacimiento de México y la renovación de la vida pública. AMLO fue exitoso en el discurso, no en los hechos. Superó a otros personajes carismáticos que prometieron el cambio ( como Vicente Fox en 2000) y fue capaz de construir una imagen cuasi mística en torno a su persona.
Hoy esa imagen se ha perdido.
Las elecciones del domingo pasado reflejaron que millones de mexicanos no creen más en él, ni en su discurso, ni en sus promesas, ni en sus mañaneras cargadas de mensajes mesiánicos, y mucho menos, en sus acciones.
Un México opuesto a la autoproclamada 4T se ha hecho presente.
Los resultados en la Ciudad de México hablan por sí mismos. A pesar de la relativamente buena gestión de Claudia Sheinbaum (olvide el lector por un momento el penoso caso de la linea 12 del metro) y del apoyo incondicional que ha recibido de AMLO , la jefa de gobierno sufrió un varapalo sin precedente en la historia de la Ciudad de México desde que dejó de ser un departamento del gobierno federal.
AMLO , el político, pervive, y pervivirá. Aquel que tendrá que negociar con la oposición y echar mano de sus tácticas políticas adquiridas luego de tantos años en la vida pública. No olvidemos que es ex priista. Sin embargo, su mensaje mesiánico parece haberse disipado, o al menos, ha perdido fuerza, y así fue reflejado en las urnas.