Podremos estar de acuerdo en muchos temas o abrir el análisis a los aciertos y desaciertos, pero, estigmatizar a la ciencia, pone en serios aprietos el valor incalculable del significado que posee el mundo del saber.
Particularmente me sumo a la defensa de la autonomía universitaria; el universo del aprendizaje y el conocimiento que nos brinda la naturaleza de nuestra esencia como profesionistas y docentes, no debe por ningún motivo ser señalada o simplemente acusada de una situación tan grave y, más, si se trata de un escenario público donde el momento puede producir severos daños a la imagen de la autodeterminación de grandes instituciones como el caso de la máxima casa de estudios de la UNAM.
Es verdad que el programa de la Cuarta Transformación lleva como bandera la lucha contra la degradación y descomposición. Hasta ahí estamos completamente de acuerdo, aunque, no me parece adecuado ni mucho menos muy sano ventilar a los temas del dominio público las acusaciones sobre rubros de presunta corrupción de científicos de la UNAM.
En plena etapa de polarización, eso lograría crispar más el carácter social que, a partir de este entonces, puede escalar más. Esto no es un tema político.
Es, más bien, un severo daño a la autonomía universitaria y al papel que fungen como pilares de la formación científica. No debemos, por ningún motivo, permitir que esto se desvirtúe; resulta trascendental establecer muy bien los criterios para no dañar, repito, la imagen del universo del conocimiento.
Si hay algún recurso o evidencia, tal vez pueda ser tratado de otra manera, pero, un ataque mediático y frontal de esa magnitud, no abona en nada el desarrollo del país.
Nos obliga, como profesionistas y en algún momento profesores universitarios, a respaldar nuestra máxima solidaridad a este hecho que, al igual, califico como un despropósito.
La universidad no debe, por ningún motivo, estar a merced de ninguna condición que pueda quebrantar las conquistas y la solidez como pilares de la formación. Al contrario, debemos estar orgullosos de la ciencia y la tecnología.
Se ha puesto en el ojo del huracán este tema y, evidentemente, ocasionaron una herida que, quizá, sea difícil de sanar. La comunidad científica se siente agraviada; no es por de menos: la acusación lastimó no solo la sensibilidad de los catedráticos e investigadores, sino gran parte de esa población no estamos de acuerdo en esa postura.
Como docente me sumo al clima negativo que está generando esta situación. Se ha lastimado la imagen no solo de la máxima casa de estudios del país, sino del territorio; hay una solidaridad total porque, en términos de formación, le debemos todo a la ciencia y a los docentes e investigadores comprometidos con los que alguna vez nos formamos.
Es necesario aclarar estos temas en buenos términos y, más aún, antes de que el asunto llegue a otro terreno, el político. Por ello, es indispensable ir asentando una postura clara como lo han hecho varios actores públicos.
El motor del avance en un país que ha comenzado a sentar las bases de la democracia es indudablemente la ciencia. Entonces, con una ciencia vulnerable, eso sí, existe el riesgo latente de no generar condiciones apropiadas de fortalecimiento.
Es verdad que debe haber transparencia en la rendición de cuentas, pero de esa forma no.
Promover la polarización no es muy positivo para el desarrollo del territorio nacional. Mientras tanto, envío mi solidaridad y respaldo a la comunidad científica de la UNAM y del país.
Soy docente y asiduo apasionante de la ciencia.
Solidaridad.