Vivimos momentos trascendentales en la vida democrática del país que, si bien es cierto, atraviesan por una transición que ha provocado certidumbre, aunque también– sospecha e intranquilidad— por el desaseo que mostró el órgano “autónomo” electoral y, para variar, el propio Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que invalidó tres victorias y, que se supone, es la máxima autoridad para tomar decisiones.

No obstante, tomó la alternativa de quitar diputaciones ya ganadas por Morena. Tengo dudas al respecto. Es cierto que el organismo es, sin duda, una autoridad constitucional que se rige con base a las normas de la “verdad” en teoría. Sin embargo, ha llegado un punto en el que es muy difícil sustentar esa veracidad, en principio, porque es evidente que se ha actuado bajo la consigna de debilitar al partido en el poder y, eso sí, debajo de una sospecha deliberada de un conflicto de intereses con el chantaje de la oposición.

De otra manera no veo otra situación

Si esto no tiene un cambio de forma y de fondo en una Reforma Electoral, el futuro será incierto. Hoy, de hecho, eso abre la incertidumbre sobre las gubernaturas electas que fueron impugnadas; imaginemos un escenario de cancelación, eso sería inaceptable porque consideraríamos ya, sin dudas, que el órgano judicial en materia electoral– es un aliado de la derecha reaccionaria.

Es casi muy probable que exista un sesgo político detrás de estas determinaciones. No es casualidad que sucedan tantas injusticias a mansalva; por ello, es tiempo que el legislativo actúe en consecuencia. De hecho, el propio presidente mostró su molestia y exacerbación; quizá sea más mesurado por el cargo que ostenta, sin embargo, es obvio que hay un malestar que ronda en su discurso.

“La propuesta de reforma electoral será tajante”. Eso lo dijo el presidente en conferencia matutina.

Todo indica que, muy pronto, enviará un proyecto legislativo en materia electoral. La situación de acuerdo con sus declaraciones– viene alimentadas del deseo de un cambio de fondo. Una reestructuración que, desde hace mucho tiempo, reclama la sociedad. No es posible que a estas alturas siga habiendo este tipo de atropellos. Morena ganó en el escrutinio público; decidió quienes serían sus representantes en la Cámara de Diputados y, simplemente, se las arrebataron.

Una jugada estratégica para menguar la mayoría calificada. De otro modo no podemos ver esa realidad. El mensaje de la autoridad está claro: equilibrar las fuerzas legislativas y no ceder tanto el control a la bancada de Morena a base de atropellos. Salvo lo que opinen los demás, es más que evidente que, en el seno del poder “autónomo”, hay un plan orquestado para debilitar al gobierno federal en turno.

¿Cómo? La respuesta es sencilla: someterlo con las medidas adoptadas a través de sus mecanismos de decisión. Asimismo, adoptar sanciones restrictivas y, en muchos casos, radicales como el retiro de candidaturas.

Esas políticas punitivas han puesto, de manifiesto, una dirección al retorno unidireccional de una clase política que, a toda costa, quiere regresar al poder. El problema es que ese tipo de instituciones o poderes, están evidenciados y, su poca credibilidad, está desestimada y claramente superada por la conciencia de la ciudadanía que, desde hace mucho tiempo, ha lidiado con la irresponsabilidad de sus determinaciones. Saben que el riesgo de mantener esas atribuciones vigentes sin cambios ni reestructuraciones más allá de autonombrarse “autónomos”, son muy altos y, las implicaciones a corto, mediano y largo plazo, pueden ser catastróficas.

Vienen más fallos

Las gubernaturas electas están en vilo a sabiendas de cómo viene actuando la autoridad judicial electoral. Si eso llegase a ocurrir, no tengo la menor duda que, la democracia, está en riesgo porque desde la llegada del presidente López Obrador comenzó a sentar las bases de una incipiente transición y, que, por razones de inmensa popularidad, no pudieron negar su avasalladora victoria en 2018.

Por ello, el presidente muestra su irritación. Está molesto, enojado. Esa inquietud deviene de las decisiones del Tribunal Electoral. Por ello, asume su papel protagónico como jefe de estado y, preocupado, operará para crear un proyecto de reestructuración de estos órganos colegiados. Dio argumentos, aunque también, la población abierta los conoce. Actuará, es un hecho. Su molestia es palpable y con justa razón.

Políticamente es necesario hacer algo. La ignominia llegó a un punto de exacerbación y, pone de manifiesto, que se actúe rápidamente para legitimar estos órganos.