Arturo Cano, periodista de La Jornada, escribió el libro Claudia Sheinbaum: Presidenta. Lo editó Grijalbo e ilustra la portada una fotografía de ella con Andrés Manuel López Obrador.

Ivonne Melgar, también profesional del periodismo —colabora en Excélsior—, publicó Xingona: Una mexicana contra el autoritarismo. La editorial es la misma, Grijalbo, y en la foto de portada aparece Xóchitl Gálvez sola.

Libro de Arturo Cano
Libro Ivonne Melgar

Me llevo bien con Ivonne y Arturo, dos personas que realizan su trabajo con excelencia. Recordé sus libros leyendo hoy sábado la columna de Melgar en Excélsior. Dice algo que es cierto: el machista mundo de la banca mexicana aplaudió en Acapulco a la futura presidenta de México.

¿Dije banca mexicana? En realidad, casi toda la controlan capitalistas del extranjero, pero ese es otro cantar: muy feo cantar. Así que los señores banqueros no merecen excesivos elogios por su compromiso con México. Alguno de ellos presumió que pagan muchos impuestos. Cuando lo leí pensé: “No mames”. Pagarán, aunque no creo que todo lo que deberían, pero el servicio que prestan es abusivo. Y lo es porque el gobierno indebidamente lo permite. Alguno de los bancos españoles que operan en nuestro país obtiene más de la mitad de sus beneficios en México. Ojalá la presidenta Sheinbaum ponga orden y modere los atropellos de la banca extranjera, que tristemente no es la que más tropelías comete. En esto de oprimir al público el récord seguramente lo tiene la banca propiedad de mexicanos, como Banco Azteca, del héroe del libre mercado, el Milei nacional, don Ricardo Salinas Pliego.

Volvamos al artículo de Ivonne Melgar que me llevó a pensar en su libro sobre Xóchitl y en la obra de Arturo Cano sobre Claudia. Sin duda es maravilloso que los machos banqueros hayan tenido que aceptar la realidad: aunque les moleste, serán gobernados por una mujer.

Pero Ivonne cayó en una falsedad. Dijo que hay dos candidatas competitivas. Eso no es cierto. Solo hay una aspirante presidencial con posibilidades de llegar a la presidencia, y es la que llegará: Claudia Sheinbaum.

La sucesión presidencial es como una vuelta ciclista de tres semanas. No hay nada más agotador en el deporte. El Tour de Francia, el Giro de Italia o la Vuelta a España la gana el ciclista más fuerte por sus condiciones físicas personales, pero sobre todo por su equipo.

En la portada del libro de Cano está el gran colaborador de Sheinbaum: Andrés Manuel López Obrador. Un presidente extraordinariamente popular que ha aceptado con humildad ser gregario. Definición que da la RAE de gregario en el ciclismo: “Corredor encargado de ayudar al cabeza de equipo o a otro ciclista de categoría superior a la suya”.

¿Es superior la categoría de Claudia a la de AMLO? En este momento, sí. El reglamento ya no permite a Andrés Manuel competir, entonces esperó a que la militancia de su partido eligiera sucesora, y aceptó jugar para ella.

Claudia ganará por sus virtudes intelectuales y políticas, ampliamente reconocidas dentro y fuera de México, pero también porque ha contado con un colaborador insuperable.

Xóchitl no es competitiva. Carece de la experiencia y el currículo de Sheinbaum y, además, su equipo es tan malo que ella ha decidido intentar lo imposible: ganar sola carrera. Ya se sabe, lo imposible solo se logra en las frases motivacionales. Los pésimos gregarios de Xóchitl —Alito Moreno, Marko Cortés— cuando dan la cara perjudican a su candidata.

El libro de Ivonne Melgar parte de dos mitos que la realidad refuta: el primero, que Xóchitl es xingona; el segundo, que en México el sistema político es autoritario. La persona chingona, por definición es competente. Xóchitl Gálvez no lo ha sido como candidata. Quizá lo fue en actividades empresariales y en contiendas políticas menores, pero como aspirante presidencial ha sido un fiasco. Y no puede hablarse de autoritarismo en el sexenio del presidente más criticado —inclusive el más insultado, el más calumniado— de la historia, sin que le haya pasado nada a ninguna de las personas que tanto veneno han lanzado contra AMLO y su familia. El autoritarismo Xóchitl más bien lo sufrió en su partido de origen, el PAN —toda su actividad política la ha desarrollado en el panismo—. Ella, bien ubicada, quería buscar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Me parece que tenía condiciones para esa contienda, menos exigente que la presidencial. Los jefes panistas no la dejaron, pero la convencieron de jugar al sacrificio en la elección mayor. Si hubiese habido democracia en el partido de Xóchitl, esta mujer hoy estaría tal vez superando a Clara Brugada en las encuestas. Era su nivel, no tuvo nunca estatura de presidenta.

El libro de Arturo Cano es realista y reconstruye con objetividad la trayectoria de la primera mujer que será presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lo que logrará por haberse preparado y, especialmente, por su equipo, en el que brilla como nadie un señor que ha hecho historia, AMLO, el dirigente que más votos ha tenido: en tres elecciones presidenciales su nombre hoja sido cruzado en las boletas más de 60 millones de veces.

De las Heras Demotecnia es la única casa encuestadora que con rigor técnico calcula el número de votos que las candidatas obtendrán en las elecciones del próximo junio. Según su más reciente pronóstico, Claudia ganará con 32 millones de sufragios. Estoy seguro de que la presidenta Sheinbaum, con generosidad —y con profundo cariño y admiración al líder de tantos años—, sumará todos sus votos a la contabilidad personal de Andrés Manuel.

Aquí sí aplica la famosa frase de uno de los mayores científicos de todos los tiempos, Newton: Claudia llegó tan lejos porque se encaramó en los hombros de un gigante de la política.

En los tiempos actuales ha habido dos gigantes de la política mexicana: Luis Donaldo Colosio, a quien las balas de la traición asesinaron, y Andrés Manuel López Obrador, que pudo superar todas las adversidades y triunfó. Llegará pronto el tiempo de la primera giganta, la admirable y muy respetada Claudia Sheinbaum.