Estados Unidos ha entendido que la integración regional no se trata de un juego de conveniencia o actuar como si México fuera su “patio trasero”. En el nuevo tablero, marcado por la robótica, la inteligencia artificial y la deslocalización estratégica, la integración comercial ya no es una opción parcial: es todo o nada.
Ultimátum geopolítico
Fronteras, migración y comercio no pueden abordarse por separado y ya no se manipulan según los ciclos políticos. Lo que se avecina, es un modelo de integración más profundo, exigente y disciplinado.
La pertenencia al bloque ya no está determinada por la mano de obra barata, sino por el financiamiento, la trazabilidad, las reglas, el cumplimiento de normas y —sobre todo— el con quién haces negocios.
La llegada de nómadas digitales, la circulación de turistas y el intercambio de talento demandan nuevas reglas comunes, aquí cabe preguntar ¿quién las va a definir? ¿Qué tan abiertas serán esas fronteras y para quién?
Vemos que Estados Unidos ha empezado a endurecer su estrategia con México. No solo en controles tecnológicos o fiscales, sino en una forma de militarismo colaborativo: una presión sistemática del vecino del norte para mantener en control a su vecino del sur.
Las recientes reformas judiciales, la desprotección institucional y la ineficacia en capturar a narco políticos de alto perfil resultan cada vez más inaceptables para Washington.
La presión se incrementa, pero la 4T no negocia
Las cabezas más importantes del narcotráfico como el Mayo o el Chapo Guzmán y sus hijos, en especial Ovidio, con tal de conseguir beneficios están cantando todo: cómo se lavó dinero a través de empresas fantasma o de reciente creación en las que aparecen cercanos e incluso, integrantes de la familia presidencial; develando los entramados de una ingeniería financiera con al menos dos fuentes de financiamiento, el tráfico de drogas y el huachicol, ambas con un impacto brutal en la economía y la forma en que esos dineros ingresaron a las campañas políticas de Morena de todos los niveles, presidencial, gobernadores, legisladores y presidentes municipales, el gobierno de México se empecina en negar y no en negociar.
Estas actividades generan un exceso de efectivo que no produce ingresos, empleo o riqueza, es decir, al no pasar por los filtros del sistema tributario, distorsionan la economía, lo que redunda en un proteccionismo que va generando condiciones contrarias a las reglas establecidas en el T-MEC.
Lamentablemente, estas prácticas nocivas para el desarrollo económico y para el comercio, han sido alentadas desde el gobierno por la desaparición del Estado de derecho y la reforma al poder judicial.
Por otro lado, y como elemento sustantivo, está la absoluta discrecionalidad por parte de las autoridades gubernamentales y el estado de indefensión para los empresarios que termina por ahuyentar, desde los grandes hasta las mini pymes, a muchos capitales que ya están buscando mejores condiciones en otras latitudes.
Vemos y no vemos
Estamos en el umbral de un nuevo orden internacional donde México bien podría ser un protagonista al nivel de la más importante economía del mundo, tanto por su situación geográfica, al compartir la frontera más extensa, con un enorme flujo de mercancías y personas, como por su potencial energético, sobre todo en energías renovables y un clima para producir toda clase de alimentos e insumos.
En este sentido, el comercio internacional puede ser una plataforma clave para escalar en la economía circular mediante el intercambio de tecnologías, servicios y productos, con estándares comunes para regular flujos de materiales y residuos.
En países con una intensa relación comercial como México y Estados Unidos, existen múltiples oportunidades para incorporar prácticas circulares, sin embargo, en México el gobierno las ha cancelado, provocando que la revisión del T-MEC derive en una renegociación que, dadas las presiones actuales, puede concluir en su desaparición y, entonces sí, en la imposición total de aranceles.
Cada vez nos enfocamos más hacia un Estado totalitario
En el decreto publicado en el Diario de Oficial de la Federación del 16 de julio, que reforma la Ley de Competencia Económica y la Ley Federal de Entidades Paraestatales, en su artículo 6 dice: “No constituyen monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva en las áreas estratégicas determinadas en la Constitución, así como las actividades que realicen las empresas públicas del Estado y las que expresamente señalen las leyes que expida el Congreso de la Unión”.
En otras palabras: regresamos al peor de los estatismos, donde la discrecionalidad y las atribuciones de inversión quedarán exclusivamente al criterio y modalidades que el gobierno determine.
El mensaje es claro: o hay una integración real y eficiente o Estados Unidos comenzará a mirar hacia otros socios comerciales con los que pueda construir cadenas de valor confiables, verificables y alineadas con sus intereses.
La era de la ambigüedad se acaba. Lo que viene es integración o ruptura.
X: @diaz_manuel