Tres encuestas se han difundido recientemente: la de MetricsMX en SDPNoticias, la de Poligrama en El Heraldo de México y la de Enkoll en W Radio y El País. En todas la ventaja de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez es enorme. Enseguida tres fotografías relacionadas con tales estudios demoscópicos:

Encuesta El País
Encuesta El Heraldo
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Los resultados de tales encuestas han llevado a Enrique Quintana a aparentemente preguntarse “¿por qué lleva ventaja Claudia?”. He dicho aparentemente porque, así lo veo, es otra la pregunta que en realidad busca responder el director de El Financiero —y comentarista muy identificado con la derecha empresarial—: ¿Por qué Xóchitl en vez de crecer en las encuestas, ha caído?

Supongo que el señor Quintana ha visto estudios demoscópicos realizados por Alejandro Moreno, el especialista del diario que él dirige, y los números de la candidata derechista son desastrosos.

Lo que sea, con ganas de ayudar a su candidata lo que Enrique Quintana sugiere a Xóchitl es cambiar su narrativa; él no ve otra fórmula para intentar llevar a la senadora Gálvez a recortar la distancia, gigantesca, que la separa de la líder, Claudia.

En lo personal, creo que la diferencia entre las dos candidatas no radica en la narrativa, sino en la personalidad y en las virtudes intelectuales de ambas. Resulta clarísimo que Claudia Sheinbaum es mucho más seria y posee una muy superior preparación académica y política que Xóchitl Gálvez. Además, la imagen de Claudia no ha sido manchada por acusaciones de corrupción de ningún tipo, mientras que Xóchitl cada quince días debe salir a explicar situaciones por lo menos extrañas acerca de su patrimonio familiar y de sus negocios.

La verdad de las cosas es que Xóchitl ha resultado una candidata fallida. No sé si mantenga sus notables estadísticas de preferencias electorales en la CDMX, pero si no las ha arruinado la catástrofe que ha sido su aventura presidencial, lo mejor que podría hacer es pedir a quienes mandan en el frente PRI, PAN, PRD que se olviden de ella para la elección nacional y le den la oportunidad de buscar la jefatura de gobierno de la capital de la nación.

¿A quién debería la oposición entregar la candidatura presidencial? A una mujer más lista, Beatriz Paredes. Pienso que si bien no ganaría, Beatriz sería una mucho más digna abanderada de la alianza PRI, PAN, PRD. Al menos no avergonzaría a sus electores con albures vulgares.

AMLO y la SCJN

No estoy de acuerdo con el querido, admirado y respetado presidente Andrés Manuel López Obrador. Ha hecho un gran trabajo al frente del poder ejecutivo, no tengo la menor duda. Tiene ya bien ganado un lugar de privilegio en la historia de México. No valía la pena, entonces, que él mismo mancillara su legado dejando fuera de las fiestas patrias a los representantes de los otros dos poderes, el legislativo y el judicial.

¿Por qué Andrés Manuel hizo algo tan repudiable? Porque está molesto con la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El enojo de Andrés Manuel López Obrador tiene que ver con el hecho de que la corte no le ha dado la razón en asuntos que él considera fundamentales para la 4T. Particularmente enfadado está con una ministra y un ministro que él propuso para llegar a la cúpula del poder judicial y que no han estado de acuerdo con TODOS los proyectos del presidente: con unos sí, con otros no, como debe ser. Pero AMLO, por lo visto, exige obediencia a ciegas.

Pero, ni hablar, AMLO sabía, cuando les propuso para llegar a la SCJN, que son juristas con criterio independiente Margarita Ríos Farjat y Juan Luis González Alcántara Carrancá; por lo mismo, no iban a actuar como empleados absolutamente dependientes del presidente de la república.

Ríos Farjat y González Alcántara Carrancá, dos personas muy cultas que merecen el calificativo de humanistas, han cumplido con México, al margen de si al presidente le parece lo que han hecho o no. Andrés Manuel algún día lo admitirá y se disculpará con ella y con él. Lo hará porque es un hombre de principios, ahora mismo un tanto más obstinado que de costumbre por el exceso de ataques —insultos, calumnias— que recibe de parte de una prensa enloquecida porque en la 4T disminuyó muchísimo la publicidad oficial.

Si ha fallado una abogada de las que propuso Andrés Manuel para la corte, ella es Yasmín Esquivel, quien ha ensuciado el prestigio del poder judicial por haber plagiado dos de sus tesis académicas, la de licenciatura y la de doctorado.

Del resto de ministros y ministras lo único que puede decirse es que han cumplido como juristas… Un momento, en mi opinión hay una excepción, Luis María Aguilar Morales, quien ha actuado como fanático ultraderechista —casi, casi nazi— al prohibir la distribución en dos entidades federativas de los libros de texto gratuitos, absurda decisión que solo daña a los niños y a las niñas pobres.

Al presidente López Obrador le molesta que la presidenta de la corte no le dé por su lado. No tiene por qué hacerlo Norma Lucía Piña Hernández, una mujer, por cierto, para nada conservadora, ya que ha demostrado estar invariablemente a favor de las causas progresistas.

Andrés Manuel ha elogiado muchísimo a Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, quien me parece cumplió con decoro cuando presidió la corte suprema. ¿Tenía sentido que AMLO fuera descortés con un ministro que no solo no le falló, sino que apoyó al presidente de México? Tampoco se entiende la descortesía con una honesta aliada de López Obrador, la abogada Loretta Ortiz.

¿Por qué cuestiona tanto al presidente al ministro Alberto Pérez Dayán, quien como magistrado lo favoreció —en minoría, contra toda la mafia del poder— en la peor crisis política de AMLO, cuando Vicente Fox quiso encarcelarlo por un supuesto desacato.

Los demás ministros son irreprochables —reitero que con la excepción del fanático odiador de libros para primaria—. Han actuado con dignidad en cada asunto que han juzgado los señores Jorge Mario Pardo Rebolledo, Javier Laynez Potisek y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena. Merecerían acudir a las fiestas patrias, que no son pachangas privadas, sino la conmemoración más importante del Estado mexicano y en la que, por lo tanto, deben participar representantes de todos los poderes.

Ya logrará el presidente AMLO —o no lo conseguirá— una reforma del poder judicial en la lógica que él considera es la más conveniente, y que pasa por elegir a ministros y ministras mediante el voto popular. Pero, mientras tanto, sin dejar de criticar lo que le parezca criticable el presidente debería darle a la SCJN el lugar que merece esta institución totalmente respetable.

La prensa y la SCJN

Qué irresponsable es, a veces, la comentocracia. Ayer, en Milenio, Joaquín López Dóriga difundió con amarillismo una discusión fuerte entre dos ministros. Ocurrió al finalizar cierta sesión privada de la corte, pero solo fue eso: un intenso intercambio de palabras, ninguna ofensiva.

Si Joaquín cayó en el sensacionalismo, otro columnista, Salvador García Soto, de El Universal, de plano salió con la más irresponsable mentira. Este periodista inventó que en un pasillo de la corte los dos ministros se dieron de golpes, por cierto frente al personal del poder judicial.

Pregunté a fuentes confiables y no hubo nada de eso. Los ministros, en efecto, discutieron fuertemente y nada más. Daña a la corte tergiversar lo que pasó: presentar a dos integrantes de la cúpula del poder judicial como gamberros que por nada se dan de chingadazos en el barrio.

No es bueno para México mentir tanto acerca de la corte suprema, que está integrada por gente tan sapiente como mesurada —con excepciones, desde luego, siempre hay excepciones; en la actual SCJN son dos, la ministra que plagió sus tesis y el ministro enemigo de los únicos libros que llegan a las casas de las familias más pobres—.