El presidente AMLO llegó al poder en 2018 con un lema muy claro: insertar a México en una cuarta transformación. Es decir, según él y sus seguidores, impulsarían en el país unos cambios de gran calado que, nada más ni nada menos, tendrían el impacto histórico de la Independencia, la Reforma y la Revolución. La gente creyó en él y le entregó su confianza en las urnas.

AMLO, anticipándose al juicio de la historia, denominó a su movimiento 4T, lo que representaría el principal eslogan de una permanente campaña política que Claudia Sheinbaum ha prometido continuar.

¿Ha habido una 4T? Vamos a ver. AMLO se ha jactado de haber desmantelado el neoliberalismo; tanto que llama al pasado la “época neoliberal”. Si bien es verdad que se han implementado reformas como la ampliación de los programas sociales, es mentira que el neoliberalismo haya desaparecido.

En ausencia de un régimen similar a una social democracia, las reglas del mercado, dominado por un grupo de empresas y sus millonarios dirigentes, continúan dictando las normas. Como ha sido bien señalado, ante la inexistencia de una profunda reforma fiscal que imponga una tasa fiscal progresiva, el Estado no ha sido capaz de convertirse en garante de una educación de calidad o de servicios médicos de excelencia. Difícilmente puede hablarse de una cuarta transformación.

Por el contrario, el gobierno de AMLO les ha fallado a los millones de niños y jóvenes mexicanos que no tienen los recursos para estudiar en una escuela privada, y que tienen que depositar sus esperanzas de futuro en un sistema público dominado por un sindicato e intereses gremiales.

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Y en materia de salud, ni se diga. Si en algo se ha distinguido la presente administración es en la falta de inversión en hospitales y centros de salud, y lo anterior, sin mencionar, la condenable desaparición del Seguro Popular.

Tampoco ha existido una cuarta transformación en materia de combate contra la corrupción. Por el contrario, las prácticas sistemáticas relacionadas con el abuso del poder de los funcionarios y el conflicto de interés se han acentuado. No, la corrupción no ha desaparecido. Basta con echar un vistazo a los informes  sobre adjudicaciones directas hechas por el gobierno federal.

No ha habido una transformación del calado de la Independencia o la Revolución en materia de seguridad. Los crímenes dolosos han tocado su límite, y el crimen organizado reina, hoy más que nunca, en una buena parte del país. La ley del Estado no se cumple ni se hace cumplir.

En suma, a mi juicio, la 4T no es más que un discurso popular dictado por un líder carismático cuyos dotes políticos han permitido que su mensaje penetre en el imaginario mexicano. AMLO ha sido exitoso con sus frases y eslóganes, y su mañanera ha sido la plataforma de ese mismo éxito. Sin embargo, el juicio de la historia no será a su favor.