Para Yoyo

Guadalajara es la ciudad de la reinvención. Transita entre la identidad pueblerina y el avance tecnológico, entre la refinada cultura literaria y museística y el apabullante machismo.

¿Hacia dónde transita esta enorme y anómala ciudad peregrina? ¿Hacia sus deidades antiguas, a sus mártires, a sus agaves?

La posición geográfica de Jalisco le permite tener tentáculos en distintas zonas del país, de la costa al centro, mientras coquetea con el norte. El acento de la ciudadanía denota un ligero tono ranchero inmediatamente acortado por un aspecto de amable interrogante.

Esto quiere decir que no son del norte ni son del sur ni del centro, pertenecen al occidente, una región distinta y propia, en cuyas tribus converge la posmodernidad, es decir, todos los tiempos en el mismo espacio.

Guadalajara es la ciudad-biopsia de este ecosistema dialéctico llamado Jalisco. Si bien Oaxaca es una ciudad con médula de sabia juventud, Guadalajara- su Zona Metropolitana- es un botón que apenas florece:

La escena artística es innegable, la apertura a la comunidad de la diversidad sexual, su creciente Valle de Silicón, una oferta académica y laboral atractiva para la región y múltiples sitios para el turismo local e internacional.

Al volverse una ciudad invadida tanto por personas de otros estados como de otros países se despierta su vocación hospitalaria, de puertas abiertas (aunque no lo sean para quienes migran del Caribe y de Centro y Sudamérica).

Se habla de los “ojos tapatíos”, un rasgo fenotípico que provee de belleza específica a quienes habitan esta ciudad, sin embargo, no es tanto un asunto de estética como de actitud. No son los ojos, sino la forma de mirar la que distingue a este pueblo.

Sus miradas son capaces de reflejar el asombro y el afecto. Hablan con la mirada y la capacidad de observar es tan quisquillosa que no la olvidan, incluso después de varios tragos de tequila.

No pierden la cortesía, los buenos modales, aquí la forma es la esencia. No existe la doble moral o la hipocresía, existen millones de morales y múltiples formas de evitar lo inadecuado, pero, he sido testigo, también existe la lealtad y es un tema serio entre familias y amistades. La palabra pesa y la solidaridad no les es ajena.

Si bien las sombras versan entre inundaciones y visiones religiosas culpocéntricas, también debe señalarse el clasismo, la discriminación, el tema poco atendido (tanto por sociedad civil como por autoridades) de personas en situación de calle, la inseguridad y las violencias tanto del crimen organizado como de género, la represión frente a lo distinto y la alergia generacional a la izquierda o a cualquier cosa que parezca socialista.

Ni hablar del comunismo. La triste herencia cristera, de origen revolucionaria y resistente, se redujo al miedo por lo libre y amor a la violencia; un conservadurismo militante, recalcitrante y vanidoso.

Por otra parte, fieles a una vocación disidente, la población en Guadalajara es intensa, desafiante, de decidida exigencia.

Ya sea tomando las calles para nombrar personas desaparecidas o mujeres indignadas y organizadas que exigen justicia, colectivos impulsando acciones sencillas en las banquetas o promoviendo el cooperativismo en tianguis y mercados culturales y de alimentos, no hay quietud, tampoco para celebrar con música de mariachi o para perrear con intensidad.

Es una ciudad de talante alegre, dinámica y con mucho tránsito vehicular.

Twitter: @Teotihuachango